C A P Í T U L O - T R E S

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Capítulo 3


Leah.

Me quedo sin aliento, haciéndose imposible hablar. Por supuesto que quiero que me haga todo lo que ambos hemos estado deseando, pero tengo miedo de aceptarlo, que tengamos sexo desenfrenado sobre su escritorio y que me deseche como lo hace con todas las mujeres con las que sale. Tengo su agenda y estoy al tanto de sus actividades extracurriculares, también he recibido las llamadas de mujeres que lo insultan con diferentes adjetivos despectivos porque no quiso volver a verlas. Esto solo afectaría nuestra relación laboral y no quiero que eso pase. Sin embargo, deseo lo que ofrece y soy tan masoquista que quiero aceptar sin importar que mañana tenga que hacer como si nada pasó.

No alcanzo a contestar cuando su boca impacta con la mía, sus dientes mordiendo mi labio inferior antes de ponerse del todo en ello. Gimo en su boca y mis manos rodean su cuello, trayéndolo más cerca. Abro la boca cuando su lengua traza mi labio inferior y lo dejo poseerme. Estoy perdida, mis alegatos murieron desde que sus labios rozaron los míos, ya no tengo excusas para alejarme.

Que pase lo tenga que pasar.

Sus manos se meten bajo mi camiseta y van directo a mi sujetador. Le doy gracias a mi mejor amiga por obligarme desde que tengo 15 años a usar lencería bonita y no ropa interior de algodón. Andrew suelta un gemido al sentir mis pezones a través de la tela de encaje de mi sujetador y toma la carne en sus manos. Aprieta y presiona el lugar antes de concentrar su atención en mis pezones, los toma entre sus dedos índice y pulgar y tira de ellos con fuerza, arrancándome un jadeo de dolor y placer.

—He estado muriendo por tocar tus perfectas tetas desde que entraste a esta oficina por primera vez y me dijiste "Sr. West". —Suelta mis pezones y saca las manos de debajo de mi blusa para tirar de esta y arrancar los botones—. No te preocupes, te compraré una nueva.

Baja los tirantes del sujetador junto con la camisa, exponiendo mis pezones erectos. Sopla y luego los toma en su boca, sus manos rodeándome hasta presionar mi espalda y llevarme más cerca. Se hace incómodo estar sentada de lado en su regazo, así que me levanto para acomodarme ahorcajadas sobre él y presionar mi centro en el bulto de sus pantalones mientras él vuelve a la carga con mis tetas. Me froto sobre él al tiempo que chupa mis pezones y juega con ellos. De pronto, me suelta y me mira a la cara, una sonrisa de pillo adornando sus labios.

—Eres de las que gritan —declara un hecho, no pregunta—. Me gusta.

Creo que va a tomar de nuevo mis pechos en su boca, pero se levanta conmigo en sus brazos y tira al suelo todo lo que está en su escritorio, posando mi trasero en la superficie fría. Me abre las piernas y alza el borde mi falda hasta dejarlo arremolinado en mi cintura. Se sienta de nuevo y mira mi centro, su pulgar acariciando el interior de mi muslo.

—Mojaste tus bragas —dice con admiración antes de mirarme a la cara—. Quiero probarte. ¿Puedo probarte?

—Sí, por favor —jadeo.

Con una sonrisa triunfal, toma la pretina de mis bragas y tira de ellas hasta dejarme expuesta. Abre mis piernas y admira su proeza, porque la humedad que hay en mi centro es toda gracias a él.

Me lleva hasta el borde del escritorio y me da una última mirada a la cara antes de meter la cabeza entre mis piernas. No hay una advertencia de su parte, su boca viaja hasta mi clítoris y chupa. Suelto un grito que han de haberlo escuchado las personas que van pasando por la acera frente al edificio, y mi mano se posa en su cabello. Su lengua hace círculos al tiempo que chupa, enviando olas de placer a todo mi cuerpo. Con la otra mano me sostengo para no caer sobre el escritorio y empujo mis caderas en su contra, pidiendo más. Suelta mi clítoris y baja hasta mi entrada, introduciendo su lengua y tomando mis jugos.

Corromper a un ángel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora