Capítulo 5
Andrew.
La puerta se cierra detrás del Sr. Anders y Leah suelta un quejido.
—Estoy en problemas y tú también estás en problemas. ¡Los dos estamos en problemas! Te va a echar y a mí me va a enviar a un convento por el resto de mi vida. —Habla tan rápido que no entiendo la mitad de lo que dice—. Esto fue un error, nada esto tenía que pasar. Iremos los dos a su oficina y le diremos que fue solo un beso y que no ocurrirá de nuevo. Puedo convencerlo, solo tienes que hacer lo que te diga. —Tomo ambos lados de su cara y dejo un beso duro en sus labios, callándola—. ¿Qué haces?
—Acabando con tus divagaciones. No irás conmigo a su oficina, iré yo solo, le diré que me gustas y que quiero salir contigo en una cita.
Frunce el ceño.
—¿En serio vas a decirle eso? —pregunta, dudosa—. Creí que mentiste hace un rato para volver a tener sexo conmigo.
La cabeza de esta mujer funciona de una forma extraña.
—No, lo dije en serio. —Acaricio su mejilla con el pulgar y apoyo mi frente en la suya—. Quiero salir contigo en una cita y follarte en mi casa el resto de la noche.
Sonríe, mostrando los dientes.
—Eres romántico un segundo y al siguiente estás diciendo suciedades.
La beso, introduciendo mi lengua en su boca. Me alejo un segundo después.
—Es lo que te tocó, querida Leah. —La suelto y me arreglo la chaqueta del traje, respirando profundo y pensando en cosas que me dan asco para que la erección baje—. Iré a ver a tu padre, deséame suerte.
—Suerte —musita y con eso bastándome, salgo de la oficina.
Percibo un par de miradas indiscretas y asumo que escucharon parte del encuentro con el jefe mayor, pero si todo sale como espero mañana entraré por la puerta de este lugar con la mano de mi chica en mi mano.
Frente a la oficina del Sr. Anders, respiro profundo y me preparo para recibir la reprimenda de mi vida. Aunque siempre puedo echarle la culpa a él por poner a una belleza como su hija bajo mi mando. Toco la puerta y el sonido amortiguado de la voz de mi jefe me indica que pase. Eso hago, ocultando mis nervios. Él está sentado detrás de su escritorio, sus manos entrelazadas sobre este, mirando directo hacia mí.
—Cierra la puerta, Andrew. —Hago lo que me dice y camino hasta el centro del lugar. No me dice que me siente, así que no lo hago—. ¿Desde cuándo está pasando esto?
—Desde ayer, señor —informo—. Me he mantenido alejado de ella todo lo que he podido.
—¿Qué quieres con ella?
—Todo —suelto sin pensar—. Hice hasta lo imposible porque no me gustara como lo hace, por mantenerla alejada, pero no lo logré. Créame cuando le digo que no estaba en mis planes sentir algo por ella, sin embargo, la dulzura que imparte Leah es difícil de dejar atrás. Ella me gusta en serio y quisiera llevarla a una cita, cortejarla.
Y follarla, pero eso él no tiene por qué saberlo.
Frunce los labios, sopesando mis palabras.
—Ella es una hermosura, ¿cierto? —sonríe y este cambio de actitud me confunde—. Salió a su madre, gracias al cielo, y sabía que cuando empezara a trabajar aquí sería un problema para los demás mantener los ojos lejos de ella. —Se acomoda en su sillón, su expresión pasando a ser paternal—. Cuando empezaste a trabajar para mí supe que eras un buen hombre. Luego pasó lo de tu madre y lamenté verte convertirte en la sombra de una buena persona. No sé si lo has notado, pero desde que Leah está aquí, has cambiado; tus subordinados no están tan tensos a tu alrededor y las cosas han ido mejorando. Pero, sobre todo, sonríes más, y creo que no lo has notado. —Suelta una exhalación—. No estoy particularmente feliz de que hayas hecho las cosas con mi hija a mis espaldas, pero si eso los hace feliz a ambos, estoy dispuesto a dejar mis problemas a un lado y dar mi bendición.
Sonrío sin poder evitarlo.
—Gracias, señor, no se va a arrepentir de esto, se lo prometo.
Me giro para ir por Leah, pero él vuelve a llamarme.
—Andrew —miro sobre mi hombro, expectante—, si le haces daño, te destruiré.
—No esperaría menos de usted, señor.
Salgo a la carrera de la oficina y voy en busca de Leah, le encuentro hablando con Marco junto al dispensador de agua. Sin pensarlo dos besos, cierro el espacio que nos separa y la beso allí, delante de todos.
—Andrew —dice entre beso y beso—. ¡Eh, detente!
Pero no lo hago. En cambio, la arrastro de nuevo a mi oficina y cierro la puerta con seguro. Me cercioro que las persianas sigan abajo para luego empujarla sobre mi escritorio, abrir sus piernas y meter la mano en su calidez.
—Espera, papá puede descubrirnos de nuevo.
—Seré rápido —aseguro, apartado las bragas de mi camino e introduciendo dos dedos en su interior. Empiezo moverlos y a acariciar su clítoris con el pulgar, mojándola lo suficiente para poder penetrarla con mi miembro. No pasa mucho tiempo hasta que moja mis dedos por completo, por lo que saco mi mano y me llevo los dedos a la boca, saboreando su excitación—. Eres lo más delicioso que he probado nunca.
Suelto mi cinturón y deshago el botón de mis pantalones, sacando mi erección más que lista. Busco un condón en mi billetera y ella me lo arrebata, poniéndolo como una experta. Hago a un lado de nuevo sus bragas y la penetro sin contemplaciones. La beso antes de que uno de sus gritos nos delate y me muevo en su interior con fiereza. No tenemos mucho tiempo, alguien puede interrumpirnos y es lo que menos quiero. Acelero mis movimientos y muerdo su labio inferior. Ella gime bajito y quisiera estar en un lugar remoto para escucharla gritar como me gusta.
Baja la cara hasta mi hombro y muerde, reprimiendo los quejidos. Me duele, pero amo totalmente que tenga tales ganas de hacer evidente lo bien que la hago sentir. Paso una mano en torno a su cuerpo y la apoyo en su espalda baja, sosteniéndola para que mis embestidas no la echen hacia atrás.
Con cada empuje, su humedad aumenta y el sonido se va haciendo cada vez más evidente. Ruego porque a esa bola de chismosos no les llegue el sonido y no hagan comentarios fuera de lugar luego, pero me ocuparé de ello una vez mi chica se venga.
La siento tensarse a mí alrededor y sé que está cerca. Gracias al cielo, no creo durar mucho más. Meto la mano entre nuestros cuerpos y levanto su falda hasta encontrar sobre la tela de sus bragas el cúmulo de nervios que la vuelve loca cuando la toco. Froto con el pulgar y sus jadeos se vuelven desesperados.
Un segundo después, se viene, sus palpitaciones apretando mi miembro y llevándome al precipicio.
Gruño mi liberación y me entierro en su interior hasta la empuñadura.
—Andrew —suspira feliz un minuto después—, ¿no se suponía que ibas a llevarme a una cita antes?
—Eso iba a hacer, pero me haces perder la cabeza. —Beso su cuello y salgo de su interior—. Prepárate para esta noche, iremos a cenar y luego tendremos sexo en cada superficie de mi casa.
Sonríe, levantándose para acomodar su falda.
—Lo espero con ansias.
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Corromper a un ángel ©
RomanceLa vida está llena de sorpresas, más de las malas que de las buenas. Ahora estamos, al siguiente minuto no. Mamá me decía que tenía que aprovechar cada momento de mi vida, que no debía perder el tiempo. Y eso hice, aproveché cada momento haciendo lo...