Capítulo 6

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Era el día.

No pudo dormir en toda la noche y se estaba tapando con mucho corrector las ojeras.

Llamó a la maquillista aunque no le gustaba dudar de sus habilidades, ni que se maquillara tanto. Un poco de corrector, base, rímel, delineado foxy, labial rojo y listo.

Un saco y sus botas negras altas que nunca fallaban eran el conjunto del día. Sus dos indispensables del clóset.

El cabello casi no se lo arreglaba más de lo que ya estaba, ni que pudiera hacer mucho con la melena lisa que se le resbalaban todos los pasadores en pocas horas.

-¿Cuántos hombres nos están siguiendo?- preguntó ella mientras se volvía a mirar en el espejo.

La vanidad nunca la dejaba en casa, menos en ese día.

-Nueve, otros diez más estarán cerca por si algo sale mal- dijo Vlence a su lado.

-Diecinueve soldados para proteger a una mafiosa, no creo que pasemos desapercibidos.

-Pasar desapercibidos nunca fue una prioridad para este plan.

Marzena hizo una mueca. No estaba al cien segura que todo saldría bien pero le rogaba al universo que así fuera.

-¿Dónde dijo?

-El Palacio de Senger, tal vez te ofrezcan té en el lobby, así que estaría bien que lo aceptaras-dijo burlón.

Marzena volteó los ojos.

Una reunión en la antigua monarquía muerta del país, que poético. No es que hubiera pasado más de un siglo desde su caída pero para Marzena era algo muy ¿simbólico?

Ella siempre había querido ser una Princesa, no por las joyas y vestidos de seda. Cosas que se podían dar en ese momento. Era por el poder absoluto, que lo que dijeras fuera ley y que te hicieran reverencia, eso era lo que Marzena había soñado de niña al decir que quería ser una princesa. Las cosas materiales se podían comprar, el poder no siempre.

Las torres cremosas se veían a la distancia. La camioneta donde iban seguida por una adelante y otras atrás pasaba desapercibida en la gran ciudad donde concurrían grandes personajes del país. Aunque terminó con unas cuantas miradas cuando atravesó las puertas del Palacio.

Las paredes eran tan altas, total el lugar se había creado para que los soberanos pasaran el rato, no era una fortaleza como tal.

Sus hombres le abrieron la puerta al igual que a Vlence a su lado. Marzena ante el esplendor pensó que tal vez sus ropas oscuras no eran el mejor outfit. No era lo mejor para un Palacio, pero no venía a pasear, venía a comerciar el futuro de los Orcinus.

Un hombre la recibió y guió junto a sus nueve hombres.

La acogió una sala llena de lujos extravagantes.

Con que así habían vivido los antiguos reyes.

Enfrente de ella una mujer de saco le sonreía.

-Señorita Orcinus, es un placer conocernos en persona- dijo la mujer extendiendo una mano.

Marzena se obligó a pulir sus modales y le dio un apretón, fuerte y rápido.

La mujer siguió sonriendo y le señaló su asiento en la mesa de vidrio.

Inteligente, si movía las manos por debajo de la mesa todos la verían. Incluso los tres guardias que estaban en el extremo opuesto de la habitación.

-Soy Sloane, la Canciller del Este y el señor presidente me ha mandado para terminar el acuerdo que ya hemos discutido ¿acepta?

Perfecto, una líder de relaciones internacionales. Le gustaba que el presidente enviará a los más capaces para su trato, mínimo se daba a entender que esto iba en serio.

MarzenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora