Capítulo 2

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Dos años desde que el pequeño Andrés había empezado a vivir como Andrea. Dos años desde que el grupito de amigos que tenía seguía con él. Dos años desde que su infierno se volvió habitable.

Esto era sorprendente, no esperaba que eso funcionará. Y, a pesar de los intentos de alejarse, seguían ahí.

- ¡Andrea! - Llama su mejor amigo.

Se gira con sorpresa y sonríe. Últimamente estaba siendo muy apegado a ese chico castaño de gran sonrisa y voz chillona.

- ¿Paso algo, Ariri? - Pregunta intrigado. Rara vez su mejor amigo lo llamaba por su nombre, normalmente le decía algún apodo que se le ocurría al momento.

- Es que Papábén te esta llamando. - Responde riendo.

- ¿Papábén?

- Papá y Rubén es igual a Papábén. - Contesta riéndose de su propio chiste. Mientras que Andrés le dirigía una mirada que decía: ¿Es en serio? Tonto. - Ya ya, me calló.

- Por favor.

Gonzalo hace un mohín, provocando la risa del menor.

- ¿Dónde está?

- Está con Ramón y Miguel en la caseta del perro. - Responde sonriente. Esa caseta que construyeron juntos para refugiar a los pequeños perros que encontraron bajo la lluvía. - Vamos antes de que intente golpearme.

- ¿Golpearte? ¿Por qué?

- Po, po, ¡Por nada! - Grita nervioso, empezando a correr, alejándose de Andrés, quién seguía curioso.

Y es que, realmente apreciaba su integridad física, pero también la sinceridad que tenía con sus amigos. Por eso cuando empezó a sentir esas dichos mariposas en su estomágo, les dijo. Ellos sacaron sus conclusiones, las mismas en las que él había llegado. Todos cayeron en cuenta que: a Ari Gonzalo le gustaba Andrés; aunque Ari pensará que es Andrea.

Y como culparlo, él no sabía nada. Nunca le dijeron.

Ese era el mayor temor de todos. Ari podía ser muy comprensivo, pero a la vez era muy impulsivo. No medía sus palabras y le importaba menos si llegaba a lastimar. Por eso temían de su reacción.

La voz suave de un niño en pleno desarrollo se escuchó, Andrés llamaba a Gonzalo, pero este no volteaba a verlo. Su cara estaba roja de vergüenza, tan solo imaginar decirle lo que sentía, lo avergonzaba bastante. El timbre de voz de Andrés le favorecía ahora, era suave y chillona, tanto que parecía una niña pequeña; pero era cuestionable saber que pronto cambiaría y tendría que rebelar su identidad, más tarde que temprano.

- ¿Qué sucede, Gonzalo? - Pregunta uno de los mayores en edad.

- No pasa nada, Andrea ya viene. - Responde mientras palmea sus mejillas aún coloradas.

Instantes después, el pequeño Andrés hace acto de presencia. Su pequeño cuerpo cubierto por un enterizo elegante de color celeste pastel; su cuello adornado por un cuarzo blanco en forma punta. El venir de una familia de alto rango económico le forzaba a tener unos excelentes modales, a pesar de haber venido corriendo, no parecía tener sudor alguno o siquiera rastro de cansancio; Andrés sonríe con pesar, mientras acomoda un mechón de su cabello detrás de su oreja. Gonzalo traga saliva con nervios, realmente era una imagen grandiosa por ver, ojalá no lo hubieran sacado de su burbuja.

- ¿Paso algo, Rubén? 

- Queríamos ir al parque de las Tres Torres con la abuela Rita por la tarde. - Menciona sonriendo elpeliazul, levantando sus gafas de sol para colocarlas sobre su cabeza. - ¿Irás?

- No lo creo, esta la cena de está noche. - Murmura con miedo, abrazando su brazo descubierto. - De hecho, pensé que ustedes también estarían.

- Realmente él único que va a ir es May, anda metido ahí siempre. - Dice riendo Ramón, golpeando con su codo al azabache de cabello desordenado. - ¿Realmente quieres ir?

- Uno de los herederos debe estar presente. - Comenta cerrando un pequeño libro que estaba terminando de leer. - Eso los incluye a ustedes también.

- Pero esas cenas son aburridas. - Se queja Gonzalo, colocando su cabeza en el hombro de Andrés. - Nos dedicamos a escuchar tonteras sobre sus vidas y pocas veces les importa preguntarnos.

- Además que tratan de emparejarnos con cualquier niño de nuestra edad o menor.

Se notaba que ninguno quería ir, desafortunadamente, Andrés no podía refutar ante la orden de su madre.

[...]

18:45 hrs.

El pequeño Andrés se encuentra siendo vestida con otro enterizo, sin embargo, este era de un color vino, resaltando sus hermosos ojos miel, aunque claro que su delicada piel era mucho más atractiva a los ojos del resto. Su cabello, el cual le llegaba por las orejas, ahora lograba alcanzar los omoplatos de Andrés; estaba recogido en una frenza improvizada sujetada por pirañas de cabello* color dorado. Su cuello adornado por el mismo cuarzo de la mañana y una pequeña medalla con el escudo de su familia.

- Señorita Andrea, su madre solicita su presencia en el salón de juntas. - Comunica el mayordomo, abriendo las puertas de su habitación. - ¿Desea que la ayude?

- Por favor, Raff.

El mayordomo asiente, camina con cuidado hasta su señorita. Ajusta las cintas de sus zapatos, junto con la cinta en su cintura, un gigante moño adorna la espalda de Andrea. Totalmente adorable.

- ¿Está lista, señorita?

- No, pero no puedo negarme.

Agarrados de la mano llegan hasta la sala de juntas de su casa, siendo recibidos por una sirvienta de avanzada edad. La señora sonríe al ver a Andrés, acariciando el cabello y regalando un pequeño chocolate a escondidas.

- Vamos.

Entra con temor, sin embargo, no puedo bajar la cabeza ni lanzarse a llorar. Ya es mayor, según él, como para dejar mostrar sus temores a la señora encargada de procrearlos.

- Estamos tarde. - Menciona su madre con enojo. - Los Ardila nunca llegamos tarde. La puntualidad es algo que nos representa.

- Lo sé, madre.

Su madre avanza, y él la sigue en silencio. Llegan a la entrada de la mansión, terminando por salir, mostrando una lujosa limusina color crema donde un señor de oscuro traje los esperaba.

- Andando.

Estando ambos en el carro, una leyendo la última revista de ropa sobre la colección otoño-primavera, mientras el otro se dedicaba a leer el gigantesco libro sobre las personas que estarían ahí, desde empresarios mayores y sus descendientes que quizás estén ahí hasta los debutantes de su edad.

OBLIGADO A SER MUJERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora