Capítulo 3

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Entran a dicho establecimiento, un lujoso hotel, donde se encontraban la mayoría de personas a las cuales se presentaría. El anfitrión de aquella reunión era el señor Gerard Camacho, el padre de Ramón; quién estaba en la puerta del salón saludando a los recién llegados. 

Sus ojos se abren con asombro tras ver la figura de Andrés y su madre caminando hasta él. Sonríe con alegría y extiende su brazo, estrechandolo con la mano de la mayor contraria.

- No esperaba que vinieran. - Suelta con elegancia. - Aunque siendo tú, no me sorprende. No serías capaz de perder la oportunidad de presentar a tu hija al mundo.

- Por supuesto que no, ella es una maravilla que me mandó Dios, no sería capaz de ocultarla. - Responde con alegría.

- Es una desgracia que tu hijo y esposo no estén aquí. Sería dicho ver a la familia Saavedra Ardila completa. - Comenta Gerard, generando la incomodidad de la contraria. - De todos modos, Rafael es el más afamado aquí.

- De eso estoy segura, Rafael siempre buscó la manera de agradarle a la gente y no buscar pleitos.

- Andrea, Ramón no ha llegado todavía pero May se encuentra junto con Isabella en el ala oeste de la sala. ¿No gustarías estar con ellos?

- Gracias por su amable oferta. - Dice Andrés titubiante, no quería decepcionar a su madre. - Pero estar con madre es una gracia.

- Qué elegante, jovencita. - Se escucha una voz detrás suya, era bastante conocida para Andrés. - Es bastante hábil con las palabras.

- Estefany, que grato es verla por aquí. - Dijo Gerard, dirigiéndose a la, ahora, recién llegada.

- El gusto es mío. - Responde con cortesía, dejando ver a su hijo saliendo detrás suyo. - Ari, saludalos.

- Un gusto en volver a verlos. - Menciona con alegría, tratando de sacar su lado más cortez. - Dichosos son los ojos que se deleitan con tan maravillosa vista.

La madre de Andrés ríe con elegancia, cubriendo su boca con el abanico que tiene en su mano, mientras que Gerard sonríe apretando el hombro del contrario. Dicha adulación era claramente ensayada instantes antes, pues el nerviosismo era evidente en sus ojos, y la ligera sudoración en sus brazos.

- Dulce encanto de palabras. - Menciona la madre de Andrés, admitiendo la preciosidad que salían de la boca del contrario. - Gonzalo, son gratas tus palabras y emocionan mis sentidos. 

- El placer es mío, mia signora*. - Exclama en italiano, provocando que un señor pasando por ahí, se acercará.

- Oh mio Dio, Parli italiano? Quanto? (Habla italiano? Cuanto?) -  Hablo rapidamente, tanto que Andrés no pudo entender.

- Un livello intermedio. (Un nivel intermedio) - Responde Ari.

- Perfetto, puoi essere il mio traduttore? (Perfecto, podría ser mi traductor.)

- Certo.

- Grazie, mio onorevole signore. (Gracias, mi amable caballero.)  - La cortesía del señor, provocaba un entusiasmo en Ari, una de sus primeras veces debutando era con un extranjero, esto hablaría bien de él y de sus padres.

Andrés sintió la intimidante mirada de su madre. Esa discreción era reflejada en mi mano apretada en la muñeca del menor, eso era claro, ese pequeño apretón le decía que se apurará y demostrará cuán grata y cortéz es la hija de los Saavedra Ardila.

El pequeño se gira tomando aire, mira a los ojos a su madre, mientras mejora, aún más, su postura. Hombros atrás, espalda recta, sacar pecho y una cudrila en el mentón del menor; vaya, era todo un galán.

- Mère, avec tout le respect que je vous dois, laissez-moi aller retoucher. (Madre, con todo el respeto, permitame ir a retocarme). - La fluidez de su francés deslumbró a los presentes, pues para su corta edad era difícil de aceptar. Su madre asiente y él se va.

Su andar con elegancia llamaba la anteción, su mirar analiza cada lugar. Era una competencia, una para ver quien tenía el mejor heredero, el mejor partido. Esa era la razón por la que su madre quería que demostrara que es el mejor, el único en este salón capaz de establecer relaciones sin necesitadad del matrimonio.

Llega a los baños y entra cabeza gacha al baño de damas, odiaba eso, pero no podía revelarse contra su madre, eso ocacionaría su posible muerte. No quería lidíar con los golpes y ataques de ira que tenía por deobedecerle. Se encierra en el cubiculo más alejado que podía, suelta un suspiro largo mientras se desliza hasta llegar al suelo, esta harto de esto, ya no quiere seguir.

[...]

Tanto él como su madre visualizan ese largo órgano negro solitario en medio del gran salón, su madre le lanza una mirada que decía que tocará. Suspira y se levanta, todas las miradas en él, se acerca al órgano y toma asiento. Toca unas cuantas teclas y empieza. Sus dedos se mueven por las teclas y la suave melodía complacía sus oídos, una medolía lenta empieza, una canción italiana estaba tocando, no quería cantar y no planeaba hacerlo hasta que la voz de su amigo se escucho.

- Se riiniziasse un'altra vita (Si renaces en otra vida) - Sus ojos se abrieron y retenía su impulso por querer voltear a verlo. - Non chiederai che fosse infinita (No pedirás que fuera infinita)

- Mi basterebbe sapere che esisti (Me bastaría saber que existes) - André cantó, con un sonrisa tímida.

- Che é lo stesso il profumo che indossi (Que es el mismo el perfume que usas)

- Se non mi conoscessi farei como ho fatto (Si no nos conociéramos harías como yo hago)

- Dirti che ti aspetto in un posto perfetto (Te dría; esperame en el puesto perfecto) - Ari se llaba la mano al pecho, estaba inspirado. - Che poi io di perfetto non ho proprio niente (Que de perfecto no tengo)

- Divento perfetto se ti ho tra la gente (Me vuelvo perfecto si te tengo entre la gente)

- Comunque con te (Como sea a tu lado) - Los dos niños cantaron a coro con emoción. - Comunque vada con te (Como sea si voy contigo)

El teclado iba parando para luego empezar con fuerza, ambos estaban tocando el piano en una constante melodía. Sus ganas de cantar juntos eran fuertes pero el etar tocando a la par era más reconfortante, sin ningún temor de equivocarse. Se acababa la música y ellos se empezaban a separarse.

Los aplausos no tardaron en sonar y ambos se reverenciaron ante su audiencia, una pequeña risilla soltó Gonzalo, estaba nervioso y eso era claro.

- Fue encantador participar con usted. - Exclama Andrés, su sonrisa ya no era fingida y su expresión era suave. - Entró en el momento correcto.

- En gusto es mío, su talento no tiene comparación.

Sus miradas son sinceras y el leve rubor en Gonzalo provocaba la sonrisa de Andrés. Y como si fueran los únicos en el gran salón, ese acercaron un poco, estando a centimentros de que sus brazos rozarán. Andrés pasa un mechón de su cabello detrás de su oreja y agacha un poco su cabeza, mientras que Gonzalo metía su mano en el bolsillo de su pantalón, moviendo la pequeña cajita dentro dé.

OBLIGADO A SER MUJERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora