Capítulo 5

59 8 2
                                    

Como había previsto el señor Samuel Coronel, la señora Leonor Ardila ya había hecho acto de presencia en su casa. Una de sus empleadas anuncio su llegada, para luego acompañarla hasta la oficina del cabeza de familia quien trataba de relajarse tomando un poco de vino tinto, recostado en el espaldar de su silla de cuero negro, dando la espalda a la puerta.

Un suave "Señora debe de esperar un momento" fue interrumpido por la voz áspera de la mujer diciendo "No molestes, no tengo tiempo para esperar." para después abrirse la puerta de par en par, dejando ver a una señora castaña con leves canas asomándose por los leves mechones que caían por su frente. Su mirada perforaba la nunca del otro, pues un leve escalofrío recorrió la espalda del señor.

- Lo lamento, señor. Trate de detenerla pero yo..

- Calma, Claudia. - Interrumpió Samuel a su empleada, que vestía una vestido negro se falda larga, con un mandil blanco y unos zapatos negros de tacón bajo. La mujer la observo alarmada. - Trae un té de manzanilla o  valeriana para nuestra invitada.

"En seguida, señor." Dicho esto, salió. No le dio la espalda, agachó un poco la cabeza y cerró el despacho. El silencio empezó a inundar el despacho, hasta que el golpe seco de Leonor sobre el escritorio junto los gritos de la señora.

- ¡Tu hijo tiene que hacerse cargo de esto! - Su palma ardía pero ignoraba ese dolor el dolor. - ¡Mi niña va a sufrir por su culpa! ¿Es que a caso no lo saben educar?

- Leonor cálmate. - Dijo con voz grave, manteniendo la compostura que le faltaba a la menor. - Tienes que mantener la compostura.

- No puedo si la reputación de mi niña esta en peligro. - Sus palabras eran rotundas, firmes. No dudaba de lo que decía. - Tienen que solucionarlo.

- Se van a comprometer. - Dijo finalmente, suspirando. - Hagamos una reunión y una rueda de prensa. Así los rumores se extinguiran.

- Eso no es una solución.

- ¿Qué más quieres hacer?

- Papeles.

[...]

Al despertar, su comida había sido cambiada por un plato de ensalada y un plato de pollo a la plancha con puré de papa, bastante nutritivo, por lo que supuso que su madre no estaba. Empezó a comer, sobando sus ojos para que el sueño reciente desapareciera.

La puerta fue abierta mostrando ver al mayordomo con una jarra de porcelana de té negro y un taza del mismo juego. Se acercó a él, saludando a su joven amo en el proceso.

- Señorita, el joven Ari Coronel esta al teléfono. - Andrés lo miro sorprendido. - Exige hablar con usted.

- ¿Ariri? - Pregunto inclinando la cabeza, sonriendo tras recibir el asentimiento. - Claro, me gustaría hablar con él en mi habitación.

Dos minutos después, regresó con el teléfono en mano entregándole a Andrés. Él niño sonrió y le pidió que saliera de la habitación, al rato de un silencio dice un tímido "¿Aló?". Se escuchó la risa nerviosa de Gonzalo, esa que le acusaba risa seguida de un " Hola, Andrea. ¿Cómo estás?" Le respondió con un "Bien." aunque después esa pequeña valentía con la que hablo se cortó, empezó a derramar lágrimas.

- Andrea, ¿Qué sucede? ¿Te duele algo? - Sabía el porque el menor lloraba, quería escucharla decirlo pero sabía que no debía alterarla. - Lo siento, fue mi culpa, si yo no hubiera ido tras de ti, esto no hubiera pasado.

- Tranquilo. - Susurro limpiandose las lágrimas. - Estoy abrumada.

- Encontraremos una solución. Lo prometo.

- Sigo teniendo miedo. Mi madre dice que es algo malo.

- No creo que sea algo tan malo. - Su voz sonaba entrecortada debido a la conexión pero todavía era entendible. - Lo que sea que pase yo cargaré la culpa.

- No tienes que..

- Si tengo, es mi culpa.

[...]

Su madre llegó tiempo después, alrededor de las cinco de la tarde perfecto para tomar el té o cenar. Su semblante era alegre y sus ojos mostraban suma victoria, algo bueno había pasado de eso estaba seguro.

La señora camino hasta el gran comedor llamando a su mayordomo y exigiendo su comida, la cual fue traída casi de inmediato y junto a ella su hijo también llegó. Leonor la abrazó con alegría, sus ojos se cerraron mientras sentía el calor y afectó que su madre me proporcionaba, era extraño esas nuestras de cariño por su parte, así que se limitó a sonreír forzadamente, manteniendo su cuerpo rígido.

—Me alegra tenerte aquí.—Murmuró la mujer, después de enderezó, con sus ojos fríos y rostro calculador volvió a su postura anterior. —Hablé con Samuel, el padre de Gonzalo, y ambos concordamos en el mismo.—El rostro de Andrés preguntaba sutilmente a qué se referia.—Andrea.—La voz de su madre resonaba con fuerza sobre sus oídos.—Estás comprometida con Gonzalo.

Su respiración se detuvo, su labio tembló y la pregunta ahogada se escondía en su garganta. '¿Es una broma?' Por segundos, sentía su vida acabada, su corazón se estrujo al escuchar aquello y un sudor frío empezó a recorrer su frente. Tenía miedo. Escuchaba claramente el bombeo de su sangre en sus oídos y ese pitido de desconocida procedencia. Parpadeo un par de veces y sacudió levemente su cabeza, fingió una sonrisa y trató de apaciguar su mirada melancólica. "Gracias, madre." Logró decir con pesar, estaba abrumado y, sobre todo, al borde del colapso.

Se despidió con elegancia, tratando de no romperse frente a ella, caminó conteniendo la respiración, sus ojos cristalizados amenazaban con derramar lágrimas y el temblar de su cuerpo podría pasar desapercibido gracias a la baja temperatura del ambiente, un muerto viviente hacía su presencia entre los pasillos de aquella casa, una tan grande que no era habitada en todos sus espacios. Con cada paso que daba, se resignaba a seguir con su vida lamentable a base de golpes e insultos, dudaba que Ari sea igual que su madre pero nada ni nadie le podía asegurar que con el pasar del tiempo Ari se volviera igual que ella. Tenía al mayor en un pedestal y no quería creer que la imagen que tenía se podría desmoronar con rapidez.

OBLIGADO A SER MUJERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora