Preparando su llegada

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[Xingqiu solo podía pensar en cómo disfrutaba de aquellos momentos]

[Las manos de Albedo recorrían desde su espalda hasta su pecho con paciencia y dedicación. A veces el escritor se preguntaba si de alguna forma su esposo estaba tratando de tomarle las medidas del cuerpo. Había visto como el rubio se dedicaba a dibujarlo en su carpeta, por lo que era posible que estuviera tratando de entender sus proporciones. A él no le molestaba en absoluto. Ni siquiera con las manos enguantadas, dejaba de notar a través de la tela aquellos dedos curiosos. De hecho, solo de imaginarlo anotando en su cabeza todos los datos que podía medir, hacía que el peliazul luciera una sonrisa mientras se besaban]

[Intuyó, cuando Albedo se apartó, que era todo lo que iba a conseguir aquella noche. Si bien no cambió la expresión que mostraba su rostro, el peliazul no pudo sentirse ligeramente decepcionado. El ambiente se había caldeado antes de la visita de Sangonomiya Kokomi y él había albergado la esperanza de que la llama resurgiera al quedarse solos de nuevo. Pero, claro, no había deseado interrumpir al Príncipe de la Roca Caliza cuando este quiso explicarle quién era]

[Y, claro, la oportunidad se había esfumado por completo. Xingqiu no iba a pedirle nada más. De hecho, cuando Albedo le había empezado a contar todos aquellos datos, el escritor percibió cómo su marido se ponía más y más nervioso al formular frase tras frase. Si bien había sido una noticia complicada de transmitir, al peliazul lo que más le preocupaba era el hecho de notar la tristeza emanando de su amado. Que no fuera una persona como tal, cosa que a Xingqiu le costaba digerir a pesar de todo, no cambiaba lo que habían vivido juntos. Así que por más que fueran distintos en ese aspecto, no pensaba alejarse de él bajo ningún concepto. La muerte sería la única que podría separarlos]

-Necesito hacerte una pregunta, mi Príncipe. [le dijo]

[Albedo se había empezado a quitar la camisa tras librarse del abrigo. Los míticos pijamas que Xingqiu y Klee habían elegido tiempo atrás, todavía eran usados por la pareja. Aquella era la razón por la que se estaba desnudando de cintura para arriba. El peliazul lo sabía, y, aun así, cuando los ojos azules del caballero se cruzaron con los suyos, no pudo evitar sonrojarse. Por muchas veces que hubiera visto y tocado el cuerpo del alquimista, siempre acababa avergonzado cuando Albedo se daba cuenta de ello cuando la situación era rutinaria y exenta de lujuria. Ni siquiera lograba mantenerse sereno cuando el caballero regresaba de bañarse con solo una toalla cubriendo parte de su cuerpo. Xingqiu no lograba mantenerse impasible como su amado en ese aspecto, por lo que decidió mirar las botas de Albedo en su lugar]

-Jianyu va a ser una mezcla tuya y mía en cuanto aspecto según comentaste. Pero ¿qué hay de ti? ¿Rhinedottir te creó a su imagen y semejanza? ¿Fuiste simplemente una ocurrencia repentina? ¿O eres el fruto de su amor con alguien más?

[Albedo se llevó la mano a la barbilla para meditar la respuesta, señal de que no se había planteado aquella posibilidad jamás. El escritor por su parte, sí que había pensado en ello cuando el alquimista le dijo cómo había nacido. Si bien todo lo que había escuchado de Rhinedottir no le hacía sentir simpatía por ella, Xingqiu quería creer que habían datos de aquella mujer que la hacían tan humana como el resto. Durin, aquel dragón que el caballero había mencionado, obviamente no aportaba nada en aquel sentido. No obstante, Albedo era demasiado perfecto en muchos ámbitos para ser un simple aprendiz. En parte el peliazul sabía que el amor lo hacía verlo de una forma idealizada, pero incluso cuando se conocieron, no pudo evitar fascinarse por el atractivo del rubio y su inteligencia. Era extremadamente "detallado", dicho mal y pronto, como para ser relegado a solo la perfección de la alquimia]

-Lo desconozco, Xingqiu. Nunca me paré a observar detenidamente a mi maestra en busca de rasgos similares entre ambos. Para mí ella era un ser inalcanzable en cierto modo y yo era un mero aprendiz. Así que, confieso que no lo sé. Lo más fácil hubiera sido plasmar en mí parte de su aspecto físico o incluso juntar ideas para darme forma. No obstante, si bien es remota la posibilidad, no soy capaz de desmentir la teoría de que pudiera haberme creado como el hijo con otra persona que nunca pudo tener. [admitió el caballero cuando dejó su camisa en una mesa que había en el dormitorio. En aquel mueble reposaban tanto notas de Albedo como de Xingqiu y varias prendas de ropa que se iban quitando] Sea como fuere, me resulta complicado verla a ella, Oro, una de las mejores alquimistas que han existido, en el papel de madre. Siendo objetivos, mi aparición en Teyvat se debió a que necesitaba ayuda y transmitir sus conocimientos, no a su deseo de experimentar la maternidad.

Cristales en el EclipseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora