Envidia y soberbia

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[Te odio]

-Señor Albedo, ¿de verdad que no le importa?

-Claro que no, Sacarosa. Terminaremos antes de que te des cuenta.

[Desprecias a todas sus creaciones porque crees que tú eres su obra maestra]

-¡Muchísimas gracias, señor Albedo! Sin su ayuda no habría podido capturar a este hilichurl. [dijo ella ajustándose las lentes]

-¿Ves? Te dije que no íbamos a tener problemas.

-Sin usted no habría sido posible. [agregó. Su mirada se centró en el objeto que tenía en la mano] Creía que ya no volvería a ver esa espada. Desde... [tragó saliva antes de seguir] Desde aquel incidente que tuvimos hace años.

-Fue desafortunado, pero no se repetirá. Le di fin a aquella aberración cuando fue necesario. [me toqué la zona donde residía aquella marca en forma de diamante. La detestaba profundamente a pesar de que era esencial para mantener mi papel] Una amenaza menos de la que preocuparnos, ¿no crees?

-La verdad es que agradezco tener que lidiar con solo un usted. [ella sonrió y me dio la espalda para mirar algo en el suelo] Aunque consideraba interesante estudiar a su impostor, usted siempre ha sido y será el único alquimista del que deseo aprender.

[Alcé levemente Huso de Cinabrio. Podría matar a aquella joven en aquel momento, solo necesitaba un golpe certero con aquella asquerosa espada. Qué irónico que fuera la misma hoja que años atrás había dado fin a mi previa existencia. Si Albedo no estuviera actuado tan impulsivamente, hubiera conservado la única arma capaz de resistir mi veneno]

[En su lugar, por añorar a una persona, portaba una espada forjada a partir de mis restos, Deseo Ponzoñoso. Porque era un "vínculo" entre él y aquel ser que había abandonado este mundo. Qué estúpido se ha vuelto. Esa arma me ha permitido observar todos sus actos sin que él se haya dado ni cuenta]

-¿Quieres que te ayude a llevar esto al campamento? [me ofrecí con la mayor tranquilidad del mundo mientras envainaba la espada. No era el momento. Había tenido mucho tiempo para aprender a imitar a la perfección a Albedo como para echar todo a perder por un desliz] Seguro que Timaeus necesita nuestra ayuda cuanto antes.

-Sí, por favor, señor Albedo. [respondió ella sin sospechar absolutamente nada]

[Agarré las cosas y le dediqué la mejor de las sonrisas. Ella empezó a caminar en dirección al laboratorio, ajena a todo]

[Sacarosa, ni siquiera Timaeus, eran mis objetivos. Mondstadt, a pesar de seguir asqueándome, quedaría exenta de mi odio. En su lugar, ahora tenía en mente algo mucho más interesante y todo gracias al perfecto Albedo. ¿Enamorarse de un humano? Con lo simples que son. Y, por si fuera poco, había usado los conocimientos de mi madre para crear un homúnculo inútil. ¿Un hijo entre él y una persona natural? Es una ofensa para la alquimia]

[Yo mismo me encargaría de asesinar a aquellos dos ante sus ojos. Disfrutaría de sus lágrimas al ver que no sería capaz de hacer nada. Y cuando tratara de darme fin con la espada que salió de mí, terminaría por matarlo a él también]

[Pienso demostrarle que el que él denominó "error" de Rhinedottir siempre fue más perfecto que él mismo]

[No fallaré como lo hizo el Sabueso Acechador]

[Yo siempre fui la mejor creación]

FIN

Cristales en el EclipseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora