Cristales en el Eclipse

El hijo de la alquimia

-Y lo peor es que no logro discernir cuanto tiempo ha pasado ya. [me lamenté]

[Había decidido sentarme en aquel frío suelo de roca con el fin de que me viniera la iluminación divina y lograra distraerme en lo que Albedo hacía lo que tenía que hacer. Pero, ciertamente, la espera me estaba matando. Aquello era peor que esperar a la última entrega de una saga de libros que no se ha continuado en 20 años. Me angustiaba el no poder hacer nada allí, y, claro, al venir habíamos acabado con la mayor parte de enemigos así que tampoco podía pasar el tiempo con ello]

[Intentaba por todos los medios no centrarme en los ruidos que salían de aquella habitación. El mero hecho de imaginar lo que podía estar sucediendo, hacía que se me formara un nudo en la garganta. Cuando una persona da a luz, sus gritos se oyen, uno sabe el dolor que hay presente. No hace falta ser un genio para intuir el empujón final, ni siquiera para averiguar cuando un bebé da sus primeras bocanadas de aire. En mi caso, el inicio de la paternidad no era tan sencillo. No sabía lo que Albedo hacía en mis espaldas, pues en ningún libro aclaraban aquellas cosas. ¿Acaso lo creaba por partes? ¿Un brazo aquí, un torso allá y de repente tenías un ser humano? ¿O quizás dejaba las cosas que habíamos recogido juntas, decía unas palabras, se hacía la luz cegadora y aparecía un niño de la nada?]

[Supe que tenía que hacer algo cuando empezaron de nuevo las arcadas. Si no me distraía pronto, iba a montar una escena y no me apetecía perturbar a Albedo]

[Mi Príncipe merece un poco de privacidad]

[Así que, desenvainé mi espada y me puse a estudiarla por unos segundos. Cortador de Jade Primordial había sido un regalo de mis padres para sobrevivir como buenamente pudiera en Espinadragón. Su reflejo de color verde y el sonido que hace al cortar el aire, me resultan fascinantes. En comparación con las otras armas que han pasado por mis manos, disfruto bastante cada vez que tengo la oportunidad de usarla. Ni siquiera tras tantos enemigos, la hoja ha perdido ligeramente su filo. Se nota que es de calidad, así que debo admitir que mis progenitores la eligieron acertadamente para ser mi compañera de aventuras]

-Aventuras...

[Albedo y yo hemos estado viviendo demasiadas desde que vinimos a Inazuma por nuestra luna de miel. Pero confieso que las que involucran ruinas, no son de mi preferencia. En todos los años en los que he visitado lugares peligrosos, jamás había estado a punto de perder a ningún acompañante. Ni siquiera cuando Chongyun y yo, siendo unos críos que no sabían nada de la vida, nos metimos por una cueva al lado de una cascada y empezaron a aparecer un montón de guardianes de la ruina. En ese entonces, solo hizo falta correr un poco más rápido de lo normal y evitar algún que otro proyectil. No había tenido nada que ver con el momento en que Albedo había salido de las ruinas de Tsurumi empapado en sangre. Realmente pensé que nunca volvería a verlo con vida. Y, sin embargo, habíamos vuelto a aquel nefasto sitio para traer a la vida a nuestro hijo, un homúnculo, llamado Jianyu por mí y Ekleipsis por Albedo]

[Supongo que son enseñanzas que la vida te da]

[Porque puedo asegurar que ningún libro ni el mismísimo Clan Guhua, me prepararon para estas cosas]

-Veamos a ver si hay alguien aburrido como yo.

[Solo tuve que andar unos pocos metros para encontrar una hendidura en el suelo. Parecía que esa parte se había derrumbado, pues habían bastantes zonas que amenazaban con caerse. Si bien la bajada no parecía demasiado segura, eso no me impidió saltar y caer sin mayor problema en aquella parte. Parecía que, en otro tiempo, allí había estado otra cámara, la cual había perdido el techo debido a la acción del tiempo. No tuve que esperar más que unos minutos para que dos de aquellas cosas, máquinas sanguinarias que custodiaban las ruinas, aparecieran y centraran su atención en mí]