capítulo 4

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Por fin llegó el lunes, era 6 de febrero y por fin iría a mi primer día de clases, me puse mi lindo uniforme, aproveché la falda corta para para ponerme liguero y medias hasta los muslos, un par de zapatillas negras y un labial rosa pálido, tengo cabello por encima de los hombros, así que hoy decidí dejarlo suelto, eso sí bien cepillado. Así salí de mi casa dejando bien cerrado, en el camino me topé con Mercedes y Luisa.

—Te despertaste témpano querida —saluda Luisa—. Ese uniforme se ve muy bien.

—Muchas gracias, señoras, me voy a la escuela —respondí sonriendo.

—¿Y luego irás a trabajar? —preguntó Mercedes.

—Así es, tengo el otro uniforme en mi bolso—dije viendo la hora en mi teléfono—. Si me disculpan ando corta de tiempo.

Así salí corriendo con mi bolso a cuestas, me había asegurado de llevar todo lo necesario para el día, así que estaba algo pesado, rezaba para que el bolso no cediese con todas mis cosas y terminaran en el piso. Pero conocen mi suerte, al final iba tan concentrada en llegar que la que terminé en el piso de narices fui yo, al caminar hacia el pasillo del área común fui yo al no ver un pequeño escalón. Por suerte no rompí mis medias ni se salió nada nada de mi bolso. Quedé en ridículo el primer día de clases, todos a mi alrededor rieron con mi caída, y no los culpo, la verdad hubiese reído yo también si no tuviese el ego tan lastimado en aquel momento. Me quedé sentada en el piso durante uno o dos minutos, justo sobre el escalón que no había visto.

—¿Estás bien? —preguntó una voz que se me hacía extrañamente familiar—. ¿No te lastimaste verdad? Déjame ayudarte a ponerte en pie.

—No, no me lastimé, gracias... —cuando vi su rostro supe que era aquel chico de la noche en la que lo saqué de la parte de atrás del salón, odio que Sebastian tenga esta cualidad casi premonitoria de deducir las cosas—. Lo único que tengo lastimado es el ego, solo a mí me pasan estas cosas el primer día de clases, incluso según yo me salté la ceremonia de bienvenida para poder dormir bien y mírame de bruces en el piso.

En aquel momento decidí hacer como si no lo conociera a menos de que él mencionara algo de aquel día.

Él solamente me miraba de arriba a abajo, como si se le hiciese conocida, no me extrañaría que alguno de mis compañeros me reconociera del salón.

—¿Te puedo hacer una pregunta?

—Claro, dime —respondí mientras me ponía de pie y sacudía mi falda—. Demonios, está demasiado sucia, tendré que ponerla a lavar en cuanto llegue a casa.

—¿Tú eres de casualidad la chica de la barra del salón de baile? —preguntó tímidamente, como si esperara que la pregunta no me ofendiera.

—Esa misma soy yo, me llamo Laura, siempre es un placer que me reconozcan por mi trabajo —respondí extendiéndole la mano con una sonrisa en el rostro—. ¿Cómo te llamas?

Él aceptó mi saludo sonriéndome.

—Me llamo Gabriel, mucho gusto Laura, soy del área de artes plásticas —respondió sonriendo, no parecía recordar nada de la otra noche y si lo hacía no quería que yo lo supiera, lo acepté, todos tenemos nuestros secretos.

Aquellos ojos azules... Definitivamente si no tenía cuidado iba a pasarme exactamente lo que Victoria había descrito, iba a terminar con un pequeño cachorro de león a mis espaldas... En estos momentos odio a esos dos por meterme ideas extrañas a la cabeza, no tengo tiempo para que mis hormonas hablen por mí.

—Yo soy el área de literatura —respondí—, aún con todo espero que compartamos clase —mentí, no quería volver a ver al chico en mi vida, no con todas aquellas ideas raras que me habían metido esos dos—. ¿Qué aula te toca?

—La 210 —respondió sonriente—. ¿A ti?

Mi lengua me había castigado... Mi suerte hoy está de los diablos, no puede haber nadie con menos suerte que yo, eso es definitivo, evidentemente el chico y yo compartimos las clases del bloque común.

—A mí también —dije haciendo una mueca tratando de sonreírle. El chico no tenía la culpa de todo lo que pasaba por mi cabeza en aquel momento, menos de lo que me habían dicho aquellos dos, además me había ayudado cuando me caí, no me quedaba de otra que ser amable con él.

Caminamos por el pasillo hasta encontrar nuestra aula y ahí me senté lo más alejada que pude de aquel muchacho, la primera clase era de matemáticas y nuestro profesor parecía ser interesante, nos explicó muchas cosas de manera muy sencilla en poco tiempo y pude hacer algunos ejercicios de manera muy sencilla, la verdad se me da la escuela, siempre lo ha hecho, entonces no creo que tenga problemas para esto.

Sé que a primera vista parece que quiero parecer la niña perfecta, pero todo lo que sé lo he aprendido a punta de prueba y error, por ejemplo, la primera vez que cociné causé un desastre en la cocina. En el techo de la casa de mis padres sigue la mancha de salsa de tómate. Además, quemé lo que estaba haciendo y casi quemo toda la casa por poco. Solo por un spaghetti.

Al salir de la escuela me cambié de ropa y me dirigí al salón de baile, el jefe me obsequio una pluma fuente por mi primer día de clases, luego de guardarla en mi bolso, me puse a hacer los preparativos usuales. Pero algo fuera de lo común pasó, poco antes de abrir subimos la cortina para barrer al frente y abrí la puerta entonces aquel chico apareció, tocando la puerta y saludando. El jefe me mandó a decirle que aún abríamos.

—Lo siento, todavía falta media hora para abrir —dije sonriendo—. No puedo dejarte pasar.

—Lo sé, Lo sé —balbuceó—, no vengo por eso Laura.

Me sorprendió mucho que recordase mi nombre.

—¿Entonces a qué vienes? —respondí fingiendo enfado—. Estamos ocupados, hoy que empiezan las clases suelen venir a festejar.

—Quería agradecerles lo del otro día —respondió el chico.

—Aaah, entonces si me recordabas —dije levantando las cejas.

—No, en realidad no —respondió—... Mamá me dijo lo que hicieron por mí.

—Llamaré al jefe.

Eso hice, no duró ni treinta segundos en salir de la oficina y estar parado en la puerta.

—¿Qué pasa pequeña? —preguntó con seriedad.

—El chico quiere agradecernos por lo del jueves —respondí sonriendo.

—Es nuestro trabajo joven —dijo el jefe amablemente—. Si nos disculpas tenemos trabajo.

Y le cerró la puerta en la cara, me da mucha risa, luego hablé con él y resulta que le fue evidente que el chico quería algo más conmigo, suele protegerme de los clientes insistentes con que salga con ellos.

Por la noche le escribí a Victoria, la verdad es que de un tiempo para acá se ha convertido en una buena amiga, no me llevaba muy bien con las chicas de mi otra escuela y en esta aún no conozco a nadie y Vic está en la Universidad. Le conté todo lo que había pasado en la escuela y en el salón con Gabriel.

«Así que Gabriel» escribió riéndose «Es el nombre de un ángel, un ángel mensajero, del amor»

«Cállate estúpida, eso no va a pasar» respondí molesta «¿Cómo les fue en su primer día de universidad?»

«No me cambies de tema idiota. ¿Cómo es él?» a esta chica no se le escapa nada, puede que la retrate como una chica salida de un cuento de hadas, pero es más perspicaz de lo que parece y nunca se rinde.

«No lo sé, se comportó muy amable conmigo, pero casi no lo conozco» respondí resignándome.

«Bueno guapa, me tengo que ir, Seb insiste en que practiquemos todos los días por la noche» se despidió.

Maldito Sebastian, esa habilidad de deducción es inhumana, a veces me parece que Seb es un robot, diseñado por Victoria para ser el novio perfecto, luego lo veo super tímido y consentido y recuerdo que es humano. 

Laura(borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora