Ella tragó saliva nerviosa. Ese hombre, sin duda, era demasiado perceptivo. Hasta entonces tuvo el pensamiento de ¿Cómo podía estar acostada, casi desnuda, con un hombre que apenas conocía? Cerró los ojos. Eso no estaba pasando. Era un sueño, uno maravilloso, pensó, pero al fin y al cabo fue un sueño. En cualquier momento se despertará y volvería al horror de su vida. Sintió un beso en su sien y abrió los ojos.
— Déjame traerte tu ropa— dijo Ubbe, saliendo de la cama— Tienes que comer algo.
Minutos después, regresó con sus vaqueros y su suéter con una mano y en la otra balanceaba su ropa interior con un dedo, ella se sonrojó y se apresuró arrancarla de su mano, sacando una risa traviesa a Ubbe.
— Estaré en la cocina. Ven cuando estés lista.
Cuando él se fue, salió de la cama y rápidamente se puso la ropa interior. Su interior aún latía por el orgasmo. Despacio, pasó los dedos sobre la seda de las bragas y deslizó su mano dentro. Dudó cuando su dedo hizo contacto con su hinchado clítoris. ¡Dios! Ese hombre era letal. Renuente, alejó su mano y vistió los vaqueros.
Cuando acabó de vestirse, se dirigió a la puerta y se quedó indecisa. ¿Cómo podría enfrentarlo después de lo que sucedió antes? Su cara se enrojeció de vergüenza.
Inspirando profundamente, abrió la puerta y siguió por el pasillo, en dirección a la cocina. El maravilloso olor le dio muchísima hambre; hacía mucho tiempo desde la última vez que tomó una buena comida. Los tres hermanos la miraron cuando pasó por la puerta, se quedó con la mirada agachada, tenía miedo de que Ubbe les hubiera contado lo que había pasado.
Ivar se acercó y con cuidado le pasó una mano por el hombro.
—¿Estás bien?— cuestionó el hombre mirándola.
Ella asintió, con la piel erizada, el aroma del hombre hacía que se excitara. Horrorizada por su reacción pensó que seguramente, aún estaba bajo el efecto del orgasmo que tuvo hace poco. Estaba enloqueciendo, se sentía como una puta atraída por tres hombres.
— Estoy bien— susurró alejándose de su toque. Hvitserk le puso un plato delante.
— Te sirvo en un segundo, muñeca— dijo Hvitserk con un toque de gentileza en su voz. ¿Estás hambrienta?— El estómago de Erika rugió
— Si— respondió ella
— ¿Cuánto tiempo llevas sin comer?— preguntó Ubbe, con expresión pensativa.
— No lo recuerdo— contestó en un hilo de voz.
Ubbe intercambió miradas con sus hermanos y ella esperó no haber levantado más sospechas. Necesitaba desaparecer rápido, antes de que alguien descubriera dónde estaba, o peor aún, que ellos descubrieran quién era.
Minutos más tarde, Hvitserk le llenó el plato de huevos y jamón. Sus manos temblaban ligeramente cuando empezó a comer. Ubbe estaba a su lado con los brazos cruzados mientras la veía comer lo más rápido que podía.
— Más despacio, cariño. Te vas a enfermar.
Ella acabó y dejó el tenedor en el plato. Hvitserk le puso delante un vaso de jugo de naranja, ella sonrió, en forma de agradecimiento antes de beber la mitad del contenido.
Una fuerte llamada se escuchó en la puerta e Ivar frunció el ceño.
— ¿Quién podría ser?— detuvo a Hvitserk y Ubbe, quienes caminaban a la puerta.
— Esperen— ordenó— No sabemos quién está afuera.
Todos voltearon hacía donde estaba Erika sentada, pero ella había desaparecido.
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La mujer de los Ragnarsson
أدب الهواةErika Berge huye de una peculiar situación; sin querer saber de amores ni de promesas que ilusionan el corazón. Pero el destino le pondría a tres hermanos dispuestos a amarla y darle el placer que nadie más le ha dado con la condición de que los ace...