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Habían pasado un par de semanas desde la pijamada con los chicos, aún se mantenía en contacto con los Min y los Kim, estos esperaban que muy pronto se pudieran volver a reunir ya que se llevaron bastante bien con los amigos de Jungkook.
Por su parte la relación entré Jimin y el castaño se había tornado algo incómoda al grado de que el peli rosa prefería convivír con su hermano dejando del lado a Jin y Jungkook durante el almuerzo, Jin se cuestionaba la situación mientras que Jungkook sabía el por qué de sus acciones.
—¿Kookie?...
—¿Mandé?.
—¿Estás bien?, Llevo rato hablándote y no respondes, ¿Pasa algo?—Espetó Jin.
—No, estoy bien, yo... Iré al baño a lavarme la cara, anoche no dormí bien así que te veo en el salón.
—Está bien, yo llevo tus cosas, no te preocupes— Sonrió y dejó que el castaño se marchara.
Él menor caminó hasta el baño, hizo sus necesidades dentro de uno de los cubículos de este, ya que le parecía incómodo que alguien entrara y lo viera en los mingitorios.
— ¿Ahora te avergüenza que alguien te vea?
—¿KyungSoo?—cuestionó Kookie.
El castaño salió del cubículo donde se encontraba.
—Hola KyungSoo— saludó Kook con amabilidad e indiferencia.
Jungkook se dirigió directo al lavabo y abrió la llave del grifo para así lavarse las manos.
—Vaya, vaya, ¿Quién lo diría?, Tan inocente que te vez y resulta que coges con señores mayores.
Jungkook al escuchar esto se le erizó la piel, sus piernas flaquearon y sus mejillas se volvieron rojas.
—¿Que acabas de decir?.
—Tú sabes lo que dije, pero dime ¿Tienes tarifa?— KyungSoo comenzó a acercarse a el de manera que el castaño quedó contra la pared—¿Cuánto cobras putita?, Te diré algo, tienes un buen culo así que estoy dispuesto a pagar 3000 si es que lo hacemos ahora.
Un par de lágrimas rodaron por sus mejillas, pues sabía de dónde venía este rumor, Jimin había dicho algo respecto a lo que vio aquélla noche en la cocina de su casa.
—Aléjate, y no me toques— Dijo con una voz quebradiza.
KyungSoo un chico mucho más alto y fuerte que Jungkook lo sometió rápidamente, haciendo que este entrara nuevamente a uno de los cubículos.
—Muy bien, ahora bájate los pantalones antes de que los rompa—Espetó el chico de cabellos azabache.
La campana había sonado por lo cual todos regresaban al salón directamente.
