UNO
Un joven hombre de cabello negro y blanco sostenía en sus brazos el cuerpo sin vida de una mujer. Él la había matado. No había sido un accidente o un efecto indirecto, era su objetivo, después de todo ella era la responsable del asesinato de todas las personas que él amaba. Y, durante el tiempo que su espada atravesaba el corazón de la mujer y veía a través de sus ojos cómo su vida se desvanecía, lo único que pudo sentir fue satisfacción. Sin embargo, mientras deslizaba su espada fuera de su cuerpo, comprendió que la última persona que aun lo amaba daba su último gemido antes de desplomarse. Pero nunca logró golpearse contra el suelo, él rodeo su espalda con su brazo y la mantuvo de pie, ya inerte, cómo una muñeca. Se dio el lujo de llorar sobre el hombro de la mujer que acababa de asesinar, aunque esas lagrimas no sirvieran como una expresión de disculpa, pues no eran para ella, sino para él.
A lo lejos, a través del ventanal a su lado, el centro de la ciudad de New York, ahí donde solían alzarse los más gigantescos rascacielos; había sido completamente pulverizado hasta sus cimientos y lo único que quedaba de ella se hundía poco a poco en el océano. Sobre los restos de lo que hasta hace unas horas llamaban Central Park, una criatura del tamaño del Empire State suspendida en el aire abría sus brazos con las palmas hacia fuera, de la misma forma en la que suelen representar a los benevolentes dioses en las bibliografías. Su cuerpo estaba formado por plumas que se movían intranquilas cómo gusanos en la comida, intentando formar una figura humanoide de extremidades alargadas, rostro con una gran sonrisa desdentada y un estático ojo que cubría su pecho. A los lados de cada hombro, otras dos criaturas todavía más inquietantes lo acompañaban: eran unos gigantescos globos oculares atrapados en una serie de añillos dorados que se cubrían unos a otros del más pequeño al más grandes y giraban aleatoriamente vertical u horizontalmente.
El joven dejó el cuerpo de la mujer sobre el suelo y observó como las criaturas se acercaban hacía él, desintegrando toda estructura y forma de vida debajo de ellos. Pero antes de que pudieran pasar por el edificio en el que el joven esperaba su final, se detuvieron en seco y miraron al hombre con rastros de llanto en el rostro.
Invadido por el terror y sabiendo que se acercaba su final, el joven se echó de rodillas frente al cadáver de la mujer y, mientras le tomaba la mano, comenzó a susurrar palabras de arrepentimiento, esperando que, de alguna forma, todos sus pecados fueran perdonados. Pero las criaturas solo se burlaban de él. Fue entonces que miró hacia atrás, recordando el principio de todo:
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MATAR AL DIABLO
FantasyEn "Matar al Diablo", sumérgete en un mundo distópico invadido por demonios, donde la vida aburrida de William Norton toma un giro inesperado. Un encuentro con una misteriosa y hermosa mujer perteneciente a la Comisión de Defensa Anti-demonios (CDAD...