CINCO.
Tras lo ocurrido en su departamento, William solo pudo dormir cuando su cuerpo ya no pudo más y cayó rendido en su sofá. Durante sus sueños, luego de una serie de pesadillas donde se veía a si mismo luchando contra demonios y muriendo en el acto, tuvo un momento de paz cuando se encontró con Lucy en la tienda de comics, cómo si nunca se hubiera ido. En ese sueño, aludido por la amena mañana que habían tenido juntos, Lucy le preguntaba a William, al igual que cómo había ocurrido en la realidad, si él era virgen; la respuesta ya se había dicho: «sí». Pero, en está fantasía —el único lugar donde algo así ocurriría—, Lucy, provocativa, continuó con un: «Yo podría ayudarte con eso». Y, justo en el último lugar que se vieron, en las cajas registradoras, el apasionado sexo comenzó, por lo menos el que un hombre virgen puede imaginarse, basado únicamente en la pornografía.
Pero entonces despertó. De vuelta en la realidad, William razonó que ninguna mujer en el mundo haría algo así, incluso aunque fuera un poco más guapo. De cualquier forma, los días siguientes el seguiría fantaseando con que algún día su sueño se haría realidad, con cualquier mujer, no solo Lucy.
Ese sueño, además de un nuevo objetivo en su vida, solo le había conseguido una erección, la cual tuvo que desaparecer masturbándose al pie de su cama, evidentemente pensando en el falso sexo que había tenido con Lucy. Tras eso, lo primero que debía hacer era limpiarse en la ducha, y en su camino a la regador se vio los ojos celestes nuevamente en el espejo, recordándole aquella maldición que se le había sido otorgada.
Salió de su departamento, apenas arreglado, en dirección a la tienda de comics. La tormenta del día anterior ya había desaparecido por completo, pero la nieve seguía cubriendo los pavimentos y pequeños copos de nieve le golpeaban suavemente el rostro. No le resultaba fácil caminar entre las multitudes, tenía que bajar la mirada y mirar hacia sus pies, pues todo el mundo tenía a un demonio susurrándoles al oído. Cada transeúnte tenía pegados los labios de una criatura oscura a sus oídos, como si fuera un adorno. Pero no era solo eso, en algunos casos los demonios, de alguna forma, parecían estar abusando sexualmente de las personas; tocándoles los genitales o restregándoles en la boca lo que William suponía eran sus penes. La idea de que alguno de esos monstruos pudiera haberle hecho eso en algún punto de su vida lo lleno de asco, o de imaginar a alguno de sus seres queridos experimentar lo mismo, cómo su difunta madre madre o...
—Lucy... —musitó William al aire.
A medio camino, William se detuvo repentinamente. No estaba preparado para entrar por la puerta del City Pop y encontrarse con que sus compañeros de trabaja y, sobre todo, Lucy tuvieran a un demonio acosándolos de cualquiera de las formas que había presenciado. Sería fácil para él espantarlos de la misma forma que como lo hizo con el demonio del viejo Gerald o el suyo; sin embargo, no quería parecer como un loco frente a ellos, señalando a sus hombros y gritando las palabras que suelen asustarlos. Así que dio media vuelta, mando un mensaje a Lucy de que no se encontraba bien y cambió de rumbo hacía la universidad.
Su camino se la llevó evitando levantar la mirada más que para corroborar que estuviera yendo por la calle correcta. Tomó el transporte publico tras caminar varías cuadras. Naturalmente, estaba atestado de personas y demonios intangibles, desde luego. En esta ocasión, William no pudo evitar cruzar miradas con una de esas criaturas de piel oscura, el cual notó como William era el único sin un demonio acompañándolo, eso capto su atención. Entonces, el demonio, cuyo tamaño era del de un niño pequeño, saltó hacía él y se colgó en su cuello para comenzar a susurrar en su oído. William reprimió su disgusto, tratando de ignorarlo. No quería perder el control delante de tanta gente.
El demonios susurraba al oído de William, sin embargo, él no podía entender en que idioma estaba hablando, aparentemente balbuceaba incoherencias. Al cabo de un rato, William aprendió a ignorarlo, como el ruido de un mosquito que con el tiempo comienza a sintonizarse con los demás sonidos, volviéndose insignificante. Pero hubo algo que si empezaba a notar que se hacía más presente; y es que mientras más tiempo estaba el demonio balbuceando en su oreja, se sentía más decaído y su ansiedad aumentaba. Ahí fue cuando comprendió que, de alguna forma, esas criaturas influían en las emociones de las personas, pero no estaba muy seguro.
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MATAR AL DIABLO
FantasíaEn "Matar al Diablo", sumérgete en un mundo distópico invadido por demonios, donde la vida aburrida de William Norton toma un giro inesperado. Un encuentro con una misteriosa y hermosa mujer perteneciente a la Comisión de Defensa Anti-demonios (CDAD...