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Lo dejó pasar a su simple casa, si es que podía llamar casa a un pequeño cuarto en donde apenas había una cama, un retrete, un escritorio y una pequeña cocineta.

—Lo siento, es todo lo que tengo aquí — se sintió apenado por lo poco que podía ofrecer.

—Es bastante bueno, es mucho mejor que no tener nada.Le sonrió y se sintió raro, hace unos momentos aquel chico casi se le había arrodillado llorando para que lo ayudara y ahora sonreía con simpleza.

—Bueno, tengo algo de sopa instantánea. Se rascó el brazo de los nervios, estaba incomodo, nunca había invitado a alguien a su basurero y nunca se imaginó tener que sentir esa vergüenza.

—No, no, sólo con que me dejes pasar esta noche está bien, gracias, de verdad.No iba a comentar nada, era mejor para él, así se ahorraba comprar otra tanda de sopas instantáneas para la semana, pero es que el chico le daba pena. Se veía bastante delgado y no le gustaba verse a él mismo en otras personas.

—No, insisto. Déjame preparártelo.Dejó su chamarra en la escalera que daba hacia la cama y se puso a hacerle unos simples fideos, el chico se sentó en la silla de su escritorio y pensó que era demasiado incomodo el silencio, pero no sabía de qué hablar con alguien que te pedía ser testigo para demandar a alguien a quien no le habías visto el rostro.

—¿Te gustan los gatos?

—Oh sí, me gustan mucho, son bastante independientes.

—Ah claro, se nota. Me gusta mucho el tapete con huellitas.Debajo de sus pies había ese tapete viejo que el chico de cabellos rubios miraba con total felicidad.

—La gente tira cosas a la basura sin querer darles una segunda oportunidad.

—¿En serio? Por donde vivía muy apenas y encontrabas sobras. Es increíble.Oh, se le había soltado la lengua. Obvio no quería que nadie se enterara que era un chico que hurgaba en la basura de sus vecinos y mucho menos que de vez en cuando iba a las colonias de alto estatus para poder ver qué tiraban que pudiera servirle, pero cuando está nervioso suele decir cosas que no quiere.

—Ah... Sí, tiran cosas muy buenas, esa lap de ahí la encontré en uno de los basureros de Omotesando.

—Vaya, está bastante cerca de aquí.

—Sí, además, ya sabes, Shibuya tiene muchos locales que también tiran cosas buenas.Ahí estaba de nuevo, alardeando de sus conocimientos sobre basura. Se golpeó mentalmente. Agarró a bofetadas a su yo tonto y suspiró.

—Oh, bueno es que apenas tengo dos días por aquí, no lo sabía — el chico mordía su labio, podía ver cómo este sangraba y el chico sólo miraba su tapete descolorido de huellas de gatitos —. Vine por este asunto, ya sabes, sólo hasta que todo se solucione.

—Entiendo ¿Y por dónde vives? — los fideos estaban listos y aunque se estaba muriendo de hambre no comería, no, no, no podía permitirse gastar una sopa de más y menos siendo fin de mes. Le entregó entre las manos del chico el pequeño plato con los únicos palillos que tenía y este lo tomó gustoso, podía jurar que el calor que transmitía la sopa le devolvía el color al rostro del chico.

—Gracias, de verdad no era necesario, pero lo aprecio mucho — le dio un pequeño sorbo a la sopa y la sangre se mezcló con esta pero no dijo nada, sólo aspiró el aroma de los fideos y quiso engañar a su estómago de que él no tenía ni un poco de hambre —. Ishikawa, ahí vivo.

—Bastante lejos.Los ojos del chico se centraron en aquel plato hondo y la habitación estuvo silenciosa, mientras el chico rubio comía, Shinso dejó de importarle lo extraño que era tener a un desconocido en su casa y empezó a sentirse adormilado. El rubio, con un rayito negro entre las hebras de su cabello, sonrió ante aquello, decidió dejar de lado aquel plato y tocó una mejilla del chico pelimorado.

—Hey, ve a dormir, prometo no robarme nada, de todos modos, no hay nada de valor aquí. Aunque el dueño del departamento estaba adormilado aquel cometario lo hizo sonreír.

—Sí que sabes cómo dar seguridad a los demás.

Shinso se quedó dormido en el suelo de su casa con unas mantas que apenas lo cubrían y aquel chico rubio, por insistencia del dueño del departamento, se quedó en cama con su simple chamarra gruesa para cubrirse. Ahora que lo pensaba y que su maldito insomnio no lo dejaba dormir, aquel chico ni le había dicho su nombre, ni habían hablado de sus vidas; no era que le interesara mucho realmente, pero no podía evitar pensar, catastróficamente, que el rubio le iba a robar o lo iban a secuestrar para pedir un rescate, pero eso era absurdo, ni si quiera tenía familiares cerca, ni mucho dinero o cosas de valor por lo que era tonto pensar en algo como aquello, además aquel chico que no debía pasar de los 24, se veía de todo menos una mala persona.

Sí, no creía que alguien que lloraba tanto fuera tan malo.

Hasta que todo se solucione || ShinkamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora