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Shinra le había pedido que volviera al día siguiente, argumentando de una manera poco habitual que las noticias no terminaban ahí. Su intuición que a menudo despertaba cuando se trataba de él, le advirtió que no hiciera preguntas al respecto y que se limitara simplemente a esperar.

Además, el hecho de saber que la estadía de Shinra en aquel internado se acabaría le facilitó el mantener la boca cerrada, sopesando detenidamente lo que eso podría suponer para la amistad que tenían. Y es que... cómo se supone que se marcharía? acaso ya se había recuperado en su totalidad? su diagnóstico había mejorado lo suficiente como para que le abrieran las puertas al exterior? y, sobre todo... a dónde se iría y con quién?

Las dudas no dejaron de atosigarle en el trayecto de la noche, hasta el punto de poder dormir durante menos de cuatro horas. Las preguntas continuaban atoradas en el fondo de su garganta al llegar a dicho lugar, sin tener certeza absoluta de hacia dónde dirigirse; no habían acordado un sitio en específico, por lo que mirando de un lado a otro, decidió emprender camino hacia el pasillo que daba a los dormitorios.

Conforme avanzaba, se percató de que los nervios no se habían esfumado por completo, aunque ahora mismo parecían ser de otra clase, provocándole una angustia que escapaba a su comprensión. Se mantuvo deambulando por los alrededores que más familiaridad le producían durante unos minutos, sin atisbar ninguna silueta conocida, ni siquiera aquella única que le resultaba entrañable en todos los aspectos.

Antes de darse cuenta, Arthur acabó a medio camino de los dormitorios, observando con una expresión distante el mismo trayecto que tantas otras veces había recorrido, experimentando una extraña sensación de abandono.

Fue entonces que un pensamiento que hasta ahora no se había detenido a considerar cruzó fugazmente por su cabeza, comprendiendo el por qué de esa angustia inexplicable en un principio.

«Y si él... ya se marchó?»

Sus pies comenzaron a retroceder casi por instinto, sin saber con exactitud qué hacer o hacia dónde ir. Por un momento olvidó que con Shinra nunca se podía estar seguro de absolutamente nada, puesto que mientras más lo conocía, más impredecible se volvía.

─Arthur!─una voz femenina a sus espaldas interrumpió el agitado hilo de sus pensamientos, haciéndole voltear con una insospechada esperanza en su dirección. Su ansiedad debió reflejarse en su rostro, a juzgar por la reacción de la otra persona con tan solo verle─. Creí que estarías esperando en la entrada principal, pero... ya veo que me equivoqué.

Hibana, y en calidad de psicóloga, notó que algo iba mal en el rubio enfrente suyo, sin estar muy lejos de acertar. Había una sola persona en el mundo que podría dejarle de esa manera, confirmando una vez más lo mucho que Shinra se subestimaba a sí mismo en cuanto a tener su propio impacto en los demás.

─Acompáñame─le pidió amablemente, indicándole hacia el lado opuesto de los dormitorios─. Hay una personita que quiere conocerte.

Arthur se tornó confuso, especialmente con lo último. Sin saber si era por la curiosidad o por su urgente necesidad de obtener respuestas, siguió con una visible prisa a la mujer por el trayecto que ella lideraba, terminando eventualmente frente a la puerta de su oficina. No supo si preguntar una vez que le abrió con una singular lentitud la puerta, descubriendo tras ésta a un joven, a un niño de hecho, ocupando uno de los asientos, alzando prontamente la cabeza al oír el característico sonido de las bisagras oxidadas.

Algo en aquellos ojos rojizos le paralizó por un instante, sin entender realmente el motivo. No sabía si era la forma en que le devolvía la mirada o cierto parentesco que nunca abandonaba la mayoría de sus pensamientos.

Scars That I Want To Heal | Arthur x ShinraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora