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Shinra contemplaba con ojos ausentes hacia el patio, escuchando el bullicio de los demás niños en la lejanía. Habían risas, voces entremezclándose y pasos apresurados que le dejaban saber que todos ellos jugaban a algo propio de su edad.

Y, al contrario de lo que en otras circunstancias habría parecido inusual, permaneció sentado en una de las bancas dispuestas afuera, solo, pensando en todo y a la vez en nada; su mirada era un claro ejemplo de ello.

En sueños recordaba el accidente, los gritos que ahora sabía pertenecían a su madre, y los llantos de su hermano menor, grabándose a fuego en su cabeza mientras el auto en el que iban rodaba por el risco, previo a perder por completo la conciencia.

Para Kusakabe, era desgarrador y devastador a la vez. Pasó de tenerlo todo en un momento a no tener absolutamente nada en un sólo segundo; aún le parecía difícil de creer, imaginando que su familia estaba en casa y le esperaban como siempre.

Aunque bueno, todavía seguía teniendo certeza de eso último. Su familia aguardaba a su llegada en alguna parte de ese interminable cielo, y él ya se había prometido a sí mismo aquel día del funeral que no les haría esperar demasiado.

Apartó la vista de las nubes que parecían cernirse sobre él para devolverla al resto de niños jugando a una distancia prudente de donde él se hallaba. Por lo que la psicóloga le había informado -y a la cual ahora conocía como Hibana- cada día los cursos tenían quince minutos de recreo, además del almuerzo y la cena, siendo ésta última cerca del atardecer.

Si fuera por él, Shinra apenas probaría un bocado, sin embargo estaba obligado a vaciar el plato que se le ponía enfrente, ya que constantemente le tenían vigilado; consciente de su caso y ahora etiquetado de niño sin familia y protegido por el Estado, su situación era un tanto particular e incómoda.

Y, quizás, en alguna parte de su subsconciente sabía que su comportamiento de "todo me da igual" no sería tolerado por mucho tiempo. Intuía que sólo la psicóloga le tendría paciencia y sería flexible a veces, mas los altos mandos -así le gustaba llamarlos- no serían tan pacientes como ella.

Así que, por eso...

─Shinra?─preguntó Hibana, sin poder ocultar la sorpresa de ver al menor situado en la puerta de su oficina; comúnmente era ella quien iba a buscarle, dando por sentado que él nunca se aparecería allí por su cuenta─. Estás bien? ocurrió algo?

El azabache se removió inquieto en su lugar por unos segundos, para luego decidirse finalmente.

─Ya estamos a fines de semana, y yo... ─comenzó, empuñando las manos a sus costados─. Ya pensé lo suficiente acerca de las clases, por lo que decidí asistir y dejar de ausentarme.

Una pequeña sonrisa se asomó en los labios de la mujer, todavía sorprendida por la decisión de Shinra. Lo notó un poquito más seguro, inclusive esto podría ser el primer paso en el largo camino que le quedaba por recorrer.

Estaba en sus manos cambiar su vida, como también querer avanzar y abandonar esa idea de rendirse y darle la espalda a todo...

─No sabes cuánta ilusión me hace escucharte, Kusakabe!─exclamó Hibana, levantándose de su asiento y poniéndose a la altura del susodicho─. Realmente espero mucho de ti, y que ahora hayas tomado esta decisión... ─le dio un corto abrazo─ me deja más aliviada y feliz. Sé que darás lo mejor de ti.

Shinra hizo un intento de sonrisa, algo atemorizado de todas las posibles expectativas que ella se estaba haciendo con respecto a su persona. Tampoco es como si se estuviera comprometiendo a un gran cambio y a convertirse en un niño feliz amante de la vida así sin más.

Scars That I Want To Heal | Arthur x ShinraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora