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Park Jimin era muy reconocido en su escuela por ser un estudiante ejemplar. Le apasionaba aprender, ya que él consideraba que el aprender, era un ejercicio donde el conocimiento se expandía sin fin. Anhelaba ser alguien culto en la vida como su padre al que mantenía como un modelo a seguir por ser un hombre educado, elegante, refinado, con un conocimiento extenso del mundo más allá de su imaginación. El señor Park era inteligente, lleno de conocimiento y fiel seguidor de los libros y la ciencia. Mantenía expresiones duras ante el público, pero cuando lo conocías, veías a un hombre sensible y divertido que tenía como única prioridad a su familia. Jimin era el único heredero de toda esa buena personalidad e inteligencia, tristemente no pudo conseguir la estatura, pero a cambio recibió un hermoso rostro con un corazón noble.

En una ocasión durante un día entero los estudiantes tuvieron de qué hablar cuando el artículo "Park Jimin: El rostro representante" del diario escolar salió a la luz . En cada párrafo relataban una entrevista que se le habían realizado a los estudiantes del edificio acerca de cómo se vería el rostro perfecto para ellos, y en varias ocasiones, las características coincidían o se asimilaban a las del estudiante Park. La popularidad incrementó gracias a la foto adjunta al texto, en donde las facciones llamativas del estudiante, captó la atención de aquellos que no lo conocían.

"Estudiante ejemplo" y "Rostro perfecto" eran los apodos con los que reconocían a Jimin desde entonces. Al poco tiempo también nació uno muy conocido cuando un estudiante de su misma escuela comenzó asistir a unas clases de danza contemporánea, que por casualidad del destino, fueron las mismas dónde Park asistía. Nadie se imaginó que ese muchacho también pudiera bailar, era demasiado teniendo un rostro bonito y buenas notas, así que una vez el rumor avanzó con brutalidad por cada oído en el lugar, retaron a Park a una batalla de baile. Al día siguiente, nuevamente Jimin volvía a ser el centro de la atención apareciendo en un nuevo artículo en compañía de su nuevo apodo: "El bailarín del paraíso".

Park Jimin era un ser humano que todo sabía hacerlo, o eso decía la leyenda.

Con sus pequeñas manos hechas un puño, dio pasos dudosos hacia la mesa donde se encontraba un chico pelinegro leyendo un cómic con sus piernas estiradas sobre el banco.

—Jeon... —Carraspeó antes de llamar su nombre.

—¿A qué se debe tu inesperada visita, Park? —Preguntó sin despegar la mirada de su historieta.

¿Acaso Jungkook había reconocido su voz o tenía un poder para ver detrás de las cosas?

Ninguno de los dos se conocían lo suficiente como para reconocer el sonido de la voz del otro, por lo que le dio un pequeño escalofríos pensar en cómo fue que Jungkook adivinó quien era él. Más bien, nunca se hablaron, solo se veían por los pasillos, y de ahí, no había otro contacto entre ellos.

—Necesito... —Jimin dudó unos segundos sobre lo próximo que diría, ¿Enserio estaba bien lo que le pediría a Jungkook? Para nada, pero según él, era la último que le quedaba por hacer. Tendría tiempo para arrepentirse más tarde. —Necesito de tu ayuda.

El chico sentado bajó el cómic de su rostro para ver a la baja figura frente a él con una expresión de sorpresa. Se preguntó mentalmente si aquello estaba pasando en la realidad o si era parte de un sueño poco creíble.

Uno de los mejores estudiantes de la escuela estaba pidiéndole a él, Jeon Jungkook, ayuda.

Quiso golpearse repetidas veces la cara contra la mesa para asegurarse que el tomar tanto jugo de manzana no había afectado su sistema neurológico, porque no podía seguir creyendo lo que oyó.

Las mejillas de Jimin se teñían de a poco por la vergüenza que albergaba en estas. En toda su vida lo último en lo que habría pensado hacer era estar pidiéndole un favor o ayuda al hijo de su profesor de Matemáticas. Pero ahí estaba él, apunto de arrepentirse de acudir al pelinegro que aún mantenía una expresión anonadada.

Sucio favor [Kookmin].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora