Capítulo 8: El lago de los sumergidos

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Espresso

Después de un buen rato, Madeleine y yo llegamos a un precioso lago. Entonces, Madeleine sugirió una cosa que hizo que me ruborizase mucho:

-Oye, y si nos damos un chapuzón.-

-Humm... Bueno... vale.-Respondí con un hilo de voz.

Madeleine se quitó la armadura y la camiseta dejando a la vista sus músculos. ¡Oh dios mío! Tenía muchos músculos definitivamente había sido dotado con esos músculos por un dios. Al instante, noté que me ruborizaba más, entonces...

-¡Oye! Tú también. No me hagas quitártela a la fuerza.-

Tímidamente me quité la camiseta y la dejé junto a la suya, entonces me quedé mirando el lago, Madeleine estaba dentro nadando. Me quedé contemplando su maravilloso cuerpo, era verdaderamente grandioso. Estaba sumido en mis pensamiento cuando me llegó una gran salpicón de agua que me dejó empapado.

-No seas aguafiestas y metete venga.- Dijo Madeleine.

-Ya verás como te pille...-Dije de bromas.

Entonces, me zambullí al agua y me puse a perseguirle a nado, al de un rato, cuando le alcancé me puse a pelear con él de bromas, sin hacernos daño. Él se acercó a mi, nunca había estado tan cerca de alguien, podía sentir su respiración y vi como sus ojos brillaban de una manera peculiar. Empezamos a acercarnos más cuando oímos algo. Me alejé de un salto aunque estaba como inmovilizado y él hizo lo mismo. Entonces, aparecieron una especie de furros fantasmales y empezaron a acercarse a nosotros.

-¡Corre!-Gritó Madeleine.

Yo me había quedado en shock después de que Madeleine estuviese tan cerca de mi. Él me agarró de la mano y entonces reaccioné y salimos corriendo. Estábamos descansando cerca cuando oímos:

Buuh!-

Ambos gritamos y salimos corriendo pero entonces nos dimos cuenta de que estábamos rodeados, empezamos a hacer más pequeño el círculo acercándonos. Llegó un momento en el que el que parecía el furro supremo dijo:

-Ahora, los dos os vais a ahogar en este lago y os convertiréis en furros, justo como nosotros.-

-¡Nunca!- Grité.

-Nosotros, tenemos un pueblo al que servir y mucha vida por delante, así que lo siento mucho, pero no.- Dijo Madeleine educadamente.

Cogedlos!- Gritó otra vez el mismo.

Madeleine cogió su espada y yo cogí un palo que se había caído y nos dispusimos a echar a los fantasmas, pero no funcionaba.

-¡Tengo una idea! Si se ahogaron con el agua, ¿ Por qué no les echamos más?- Dije.

-¡Buena idea!-Exclamó Madeleine.

Mojamos nuestras armas y volvimos a intentar echar a los fantasmas, esta vez, dio resultado. Al de unos minutos, estaba todo despejado. Cogimos nuestras pertenencias y nos fuimos. Lo que no sabíamos es que había gente mirándonos desde los arbustos.

-Pronto serás mío Espresso, pronto, muy pronto.-

Dulce pero amargo MadeleinexEspressoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora