Capítulo 9: Los espíritus de fuego

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Madeleine

Aun no me puedo creer que nos hayamos tenido que encontrar con esos frikis fantasmales con orejas de animales. Por lo menos, ya nos hemos recuperado los dos del susto.  Al cabo de un rato, hemos llegado a una especie de playa de interior y  hemos hecho una hoguera.  Espresso ha pescado unos peces y ha conseguido cocos de un árbol así que ya tenemos cena. Hemos asado los peces en la hoguera y abierto los cocos. Estábamos disfrutando de la cena cuando hemos visto una especie de fuego que volaba. Los dos hemos retrocedido asustados por algo tan repentino e inusual. Un momento después de eso, han surgido muchas mas de esas bolas flotantes de fuego. Espresso se puso a gritar como un histérico porque una de ellas estaba donde su capa y no podía ir a recuperarla; se la había quitado porque tenía calor. Yo cogí mi espada y la empuñé con fuerza.

-¡FUERA!- Grité intentando ocultar mi miedo.

Una de ellas se acercó a mi, esta era diferente. Era más grande daba más calor pero era de un color morado. Intuí que debía de ser la líder.

-¡¿Qué quieres?!- Pregunté.

No hubo respuesta. Espresso me susurró al oído:

-Creo que no pueden hablar, y también creo que deberíamos echarlas de aquí porque necesito mi capa.-

Entonces, de repente, como si nada, Espresso cogió un palo ardiente de la hoguera y se puso a agitarlo mientras decía:

-¡Fuera, fuera, fuera llamas malas!-

Esto no provocó ningún efecto en las llamas. Entonces le dije a Espresso:

-Es mejor que te quedes quietecito.-

Él refunfuñó que no le hacía ninguna gracia.

La llama líder cogió un palo y lo puso al rojo vivo, con él dibujó una especie de plano extraño. Yo no entendí nada del plano pero Espresso pareció entenderlo perfectamente.

-No te preocupes. Están de nuestro lado, solo nos quieren avisar que hay alguien persiguiéndonos y decirnos atajos. No pretenden hacernos daño.- Dijo aliviado.

-Que bien.-Comenté.

Entonces, las llamas empezaron a desaparecer hasta que quedó la líder.

-Adiós, buena suerte.- Dijo Espresso.

-Adiós.- Dije yo.

Entonces, nos pusimos a dormir alrededor de la hoguera y nos despertamos al amanecer. Espresso apagó el fuego y nos pusimos en marcha.

Dulce pero amargo MadeleinexEspressoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora