No somos familia

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Estábamos todos frente a la puerta principal esperando el gran momento. Mi madre nos estaba dando instrucciones para cuando él llegara pero yo no le estaba prestando mucha atención, simplemente estaba deseando que entrara por esa puerta y volver a verlo. Mi corazón se aceleró y durante unos segundos olvidé cómo respirar. Un recuerdo vino a mi mente, el de la primera vez que nos vimos.

Hacía justo tres años, yo tenía 15 años en ese momento y no tenía mucha ilusión por mudarme a la casa de la nueva pareja de mi madre. En ese momento para mí era como si hubiera traicionado a mi padre, como si se hubiera olvidado de él muy fácilmente. Lo que no sabía era que en realidad el traidor era mi padre, quien se había fugado con otra mujer.

Entré a la que iba a ser mi habitación con la maleta en la mano y frente a mí me encontré a un chico sin camisa subiendo y bajando de una barra. Mi maleta cayó al suelo y del susto él me miró.

— Lo siento — me puse nervioso, no esperaba que la primera persona que me encontrara fuera un tío bueno medio desnudo sudando por todos los músculos que un cuerpo humano podía tener.

Él bajó de la barra y se acercó a mí.

— Tú debes de ser Jesús — yo asentí mientras mi mirada seguía absorta en el torso de aquel chico —. Yo soy Esteban. Veo que te gusta lo que ves.

En ese momento fue cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo y subí mi mirada para verlo a los ojos.

— ¿Qué? — yo seguía medio atontado. Él me señaló con la mirada sus abdominales, cogió mi mano sin que me diera tiempo a esquivarlo y me la puso por todo su torso. Mi mano estaba recorriendo cada parte de sus pectorales y abdominales mientras yo creía que me iba a desmayar.

— Ves lo fuertes y duros que están. Eso es entrenamiento, ahora que vamos a compartir habitación a lo mejor puedo darte alguna que otra clase.

Mi mente siguió absorta en ese cuerpo sudado durante unos segundos más hasta que pude analizar detalladamente lo que me había dicho. Aparté la mano rápidamente y me las puse detrás de mi cuerpo para evitar más accidentes.

— Tú eres... ¿mi hermano?

Su mirada cambió por completo, incluso pude ver cierto enfado.

— No te confundas, no somos hermanos, no somos familia. En todo caso eres mi hermanastro pero eso no significa nada.

En realidad tenía toda la razón del mundo. Por cosas de la vida nuestros padres se habían conocido y ahora compartíamos casa y habitación, pero no por ello para mí era un hermano.

— Tienes razón, lo siento — no quería causar una primera mala impresión. Él pareció notar mi desilusión y me puso la mano en la cabeza, despeinándome a propósito.

— Venga, no te pongas así. Todo esto tiene un lado positivo, los dos nos hemos ganado un mejor amigo.

Yo sonreí, no sabía realmente por qué pero escuchar sus palabras me había hecho sentir muy feliz. Puede que no estuviera tan mal esto de tener un hermanastro.

Mi mente volvió al presente. Era muy habitual en mí refugiarme en los recuerdos buenos que tenía cuando me ponía nervioso, y ahora más que nunca lo estaba. La puerta se abrió, tras esta apareció una figura que reconocí de inmediato. Era Esteban. Todo el mundo gritó, se escuchaban exclamaciones como "¡Sorpresa!" o "¡Bienvenido!" a todo mí alrededor pero yo solo podía fijarme en él.

Esteban estaba saludando a todo el mundo, estrechaba las manos, daba dos besos, preguntaba por los estudios y el trabajo. Vi su mirada, algo había cambiado. Se notaba que era una persona más madura, ya no veía nada de lo que fue cuando nos conocimos. No vi esa impulsividad que lo caracterizaba, no veía esa disposición a comerse el mundo que siempre le había traído tantos problemas. ¿Y si se había olvidado de todo lo que habíamos pasado? ¿Y si esa madurez había hecho que ya no le interesara saber nada de mí?

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