A escondidas

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Los dados rebotaron por todo lo largo de la mesa hasta que finalmente se detuvieron, marcando entre ambos un 6. Moví mi pieza en el tablero del juego y saqué una tarjeta.

— ¿Qué es lo más arriesgado que has hecho en tu vida? — escuché unas exclamaciones de intriga por parte del resto de jugadores mientras leía la tarjeta en voz alta. No pude evitar girar la cabeza para mirar a mi novio mientras pensaba la respuesta. Él no pudo evitar reír.

— ¿Y bien? — insistió la chica frente a mí — Vamos, es un juego.

Dudé unos segundos más.

— Me suena que de pequeño robé unas golosinas de la tienda de la esquina.

Sin ni siquiera mirarlo, noté cómo mi novio intentaba aguantar la risa desde detrás de mí. Acababa de mentir y los dos lo sabíamos. Había hecho cosas mucho más arriesgadas.

— ¡Venga ya! La miradita que le has hecho antes a Mateo no puede significar eso — soltó otro de mis compañeros.

— Estoy diciendo la verdad, realmente nunca he hecho nada más arriesgado.

Todos comenzaron a quejarse mientras yo únicamente pensaba en la cara que estaría poniendo mi novio en ese momento. Mateo y yo siempre habíamos sido una pareja peculiar. En cierto sentido era parte del destino que acabáramos juntos, somos demasiado iguales.

Siempre hemos sido los frikis marginados de la clase, así que comenzamos juntándonos porque ninguno encajábamos con el resto del grupo hasta que una cosa llevó a la otra y comenzamos a tener una relación.

Los dos tenemos un cuerpo muy delgado, y siempre nos hacíamos bromas de que podríamos salir volando con una ráfaga de aire. Casualmente también coincidíamos en el color de los ojos, azules, y del pelo, marrón; aunque a Mateo le gustaba teñírselo así que ahora lo tiene rojo.

Siempre nos había gustado probar cosas nuevas aunque la verdad es que el nivel de riesgo aumentó de manera considerable cuando nos dimos cuenta que nos ponía a cien tener sexo en lugares públicos a escondidas. El hecho de hacer algo que no está aceptado justo en las narices de las personas pero sin que lo supieran era muy excitante.

Todo comenzó un par de semanas atrás. Habíamos quedado para ir a la piscina municipal y nosotros llegamos antes que los demás. Estuvimos un rato nadando y al final nos pusimos a tomar el sol en las toallas.

Mateo se giró hacia mí en su toalla.

— ¿Qué fantasía tienes? — me quedé mirándolo un rato sin entender qué quería decir — Vamos, seguro que hay alguna fantasía sexual que no has cumplido.

Abrí los ojos sorprendido.

— ¿Y a qué viene eso así de repente? — no entendía de donde sacaba el tema cuando ni siquiera estábamos hablando de algo similar.

— Solo me lo preguntaba. Llevamos dos años saliendo y no sé si habría algo nuevo que querrías probar.

Negué con la cabeza, todavía sin comprender del todo.

— Pues yo diría que no.

— ¿Sabes lo que me encantaría probar a mí? — vi emoción en sus ojos. Comencé a entender de qué iba todo eso — Hacerlo en un lugar público.

— ¿Pero de qué estás hablando? ¿Y si nos pillan?

— Habrá que ir con cuidado pero si lo hacemos bien, no tendría que pasar nada. Ahí detrás tenemos ese edificio que están reconstruyendo y a estas horas nunca hay nadie.

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