Fiesta de bienvenida

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Me quedé unos segundos frente a la puerta antes de entrar. Realmente no quería y si había aceptado la propuesta de mi padrastro de ir a una de las universidades más prestigiosas del país era por pena a que mi a madre le sentara mal.

Obviamente este no era un sitio para mí. No había manera de que encajara en esta universidad de ricos pijos que te juzgaban por llevar ropa de modas pasadas. Desde todas las fuentes y jardines que había pasado hasta todos los adornos innecesarios que habían colgados por las paredes, todo estaba fuera de mi zona de confort. Me planteé a cuánta gente en apuros se podría ayudar con la riqueza innecesaria de simplemente la facultad en la que me encontraba.

Al entrar a la clase la cosa no cambió mucho. Aunque más que clase debería llamarlo estadio porque las dimensiones de tan solo un aula eran mayores que cualquiera que hubiera visto antes.

Me senté alejado de todo el mundo, no venía con intenciones de hacer amigos, tampoco creo que ellos quisieran juntarse con los de mi "clase". Saqué mi portátil y comencé a tomar apuntes, aunque a veces mi atención se desviaba al resto de compañeros, que me dedicaban miraditas de superioridad y cuchicheos. ¿Realmente qué estoy haciendo aquí? ¿Es todo esto realmente necesario?

Hora tras hora las clases fueron pasando y finalmente llegó la hora de volver a casa. No podía esperar para salir de aquel infierno. Pero el infierno no quería dejarme escapar y antes de llegar a la salida un grupo de tres chicos me bloquearon el paso.

— Hola, eres el nuevo, ¿verdad?

Obviamente sabía la respuesta a eso, simplemente lo había preguntado para llegar a cualquier otro punto. El chico que me habló ya me había fijado antes, con tan solo un vistazo supe que era el popular de la clase, en cierto sentido el "líder" del grupo y por el que hay que pasar para hacer cualquier cosa. Y por descarte los dos que lo acompañaban eran sus perros falderos.

— Eso está claro, ¿verdad? — puse todo el énfasis que pude en elegir el tono de desprecio que él me había puesto

— Jajaja — una risa más falsa imposible. ¿A qué estaba jugando este tío? — Me llamo Robert.

Ese tal Robert me tendió la mano. Tenía claro que esto era como un juego para él, no era más que una muestra de poder, pero yo no soy de los que se dejan dominar. Le acepté el saludo, noté cómo apretaba su mano ligeramente.

— Yo soy Vincent.

Nos quedamos un rato ahí parados, mirándonos fijamente a los ojos como si de una competición se tratara. La tensión se podía sentir en el ambiente.

— Bueno, a lo que iba — él soltó mi mano e hizo como que se la limpiaba descaradamente. Creía que estaba a punto de estallar pero decidí contenerme, no valía la pena montar un numerito mi primer día y menos con esta clase de tipos —. Aquí en la facultad tenemos una tradición, cada vez que viene un alumno nuevo le montamos una fiesta de bienvenida entre todos los colegas. Es la mejor forma de hacer amigos, ¿no crees?

No, no lo creo. Tenía claro que esta sería alguna clase de gamberrada para hacerme una novatada pero la verdad es que me daba igual. Nunca he sido de dejar que jueguen conmigo y tenía claro que si me la jugaban yo la iba a devolver por el doble. Así que quería ver qué pasaba, forcé la mejor de las sonrisas que pude y contesté.

— Por supuesto, contad conmigo.

Robert dirigió una mirada de complicidad a sus dos acompañantes.

— ¡Perfecto! El viernes en mi casa, no llegues tarde. Te pasaré la dirección.

Y tras esas palabras dio media vuelta y se fue por la puerta. Me había cabreado muchísimo y la verdad es que cuando estoy enfadado no pienso con claridad. Ahora que se había ido ya no tenía muy claro si había hecho bien en aceptar la invitación, aunque sabía que era muy tarde para echarme atrás.

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