🎄| 2

424 40 5
                                    


.   .   .   .   .

Cuando Volkov arriba a puertas de la cafetería esa tarde, el vistoso cartel "Noir bistro" le captura la atención con una fijación que se consideraría obsesiva.

Tiene una tendencia a sobreanalizar y desmenuzar los detalles más nimios, hasta el punto que no dudaría en decir que parte de su maestría en el campo de finanzas se debe a ese mismo motivo, inherente a su carácter.

Sin más preámbulo, aunque aún con una pizca de confusión en su psique por esa decisión de haber sido elegido antes que Greco, se adentra en el lugar.

La abarrotada estancia le causa aturdimiento por dos segundos, pero consigue recomponerse y peinar la zona con los ojos, en búsqueda de su clienta.

Le lleva un tiempo rebasar la decoración principal, ignorando las miles de plantas, cuadros de aire bohemio y luces varias, para, así, ir brincando con su mirada de mesa en mesa sin demoras. Su intención es zanjar el asunto con la mayor brevedad posible.

El tiempo en el reloj de su vida es escaso y, aunque sabe que cerrar negocios no tendría que alargarse, a veces los clientes suelen poner pegas de última hora.

Sin embargo, sus ojos son interceptados por una figura que le llama la atención. Un camarero. Joven, fornido y de cresta lila. Lleva una bandeja en su mano derecha mientras danza entre las mesas, andando con una desenvoltura y desenfado que le atrapan la mirada al instante.

Observarlo es hipnótico. Desde su piel canela hasta los tatuajes que decoran su brazo izquierdo y mano derecha.

Hay algo en él que causa atracción y no sabe si se debe al factor físico, porque el chico es innegablemente guapo, o a un componente de personalidad, pues esa confianza y seguridad que destila su forma de moverse serían -y son, seguramente- la envidia de todos.

Intenta barrer la sensación fuera de su cuerpo y recomponerse. Es difícil no mirar a ese chico cuando zigzaguea entre las mesas como si hubiese nacido con un talento innato para hacerlo, pero se las apaña para redirigir su atención y centrarse en lo que ha venido a hacer.

Cuando da dos zancadas, para contemplar el panorama desde dentro, una joven le ondea la mano. Volkov se encamina hacia allí directamente, reconociendo a la mujer como su clienta. A pesar de ello, no puede evitar fruncir el ceño en extrañeza al ver cómo la joven está inmaculada.

Su pelo rubio, lacio, parece meticulosamente peinado, cayendo por sus hombros como una cascada de oro. Un rímel acentúa sus pestañas y sus ojos aguamarina, puntuados, además, con un potente carmín que tinta sus labios.

El mayor maquillaje, sin embargo, es la sonrisa (algo coqueta, tiene que reconocer) que curva sus comisuras felizmente.

No le presta demasiada atención a las señales que indican que podría estar confundiéndose, porque al llegar frente a frente la distingue como, efectivamente, la mujer de la foto. Claudia Fashier.

-Привет, señorita.- dice al llegar a ella, extendiéndole una mano cordial que descoloca un poco a su clienta.- Es un placer conocerla en persona, ¿cómo se encuentra?

La mujer crea una perfecta "o" con sus labios, entreabiertos en sorpresa. Intercala su mirada de la mano de Volkov a la cara de éste, oscilando arriba y abajo intermitentemente.

Volkov vuelve a fruncir el ceño en extrañeza, pero no retira su mano hasta que la joven la engloba con la suya y se dan un leve apretón de recibimiento.

-Bien, bien... Y un placer igualmente,... señor Volkov.- ambos se sueltan las manos y la mujer se acicala el grueso de su pelo a un lado, colocándoselo de una manera más atractiva. -¿Le importa que nos demos dos besos? Veo... algo frío sólo estrecharnos la mano.

INTERESES volkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora