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El hermoso brillo de aquellos ojos bicolores era su perdición.

La calidez de aquella piel y lo suave que era entrelazar sus dedos con las manos de aquel chico era su lugar de paz.

Podía lograr reconocer que no sentía ninguna incomodidad estar cerca de Horacio. Pues, aunque todo era un engaño, poco a poco comenzaba a sentirse de manera diferente.

No dejaba de pensar en ese día, el día en que se conocieron. Las circunstancias eran un poco inesperadas, pues jamás pensó que un chico tan deslumbrante se atreviera a besarlo en frente de todos solo porque si.

Pero, sobre todo, no dejaba de pensar en aquella sensación de sentir sus labios húmedos, suaves y sabor a cereza encontrarse los suyos. Experimentando los sabores de su boca.

Y aunque se habían besado más veces, ya sea por obligación de sus padres, su hermana, o incluso porque tenían que fingir estar enamorados frente a sus amigos al querer ver una "muestra de amor", no era comparado con ese beso, pues era simplemente único.

Tal vez porque fue el primero que había dado en toda su vida o... tal vez, porque si no fuese por ello, nunca habría conocido a Horacio, nunca se habría perdido en su hermosa mirada y tampoco hubiese sentido paz al tomarle de la mano. Lo que es más, jamás habría sentido tantas emociones al estar con él.

Estaba confundido.

Se suponía que solo era un contrato más, que solo sería un pequeño engaño, una pequeña mentira. ¿Pero, eso... era verdad?

Todas sus emociones hacia el chico de cabello lila cambiaron drásticamente, ya no era solo un muchacho con el se que había creado una farsa, no, ahora todo era diferente, pues necesitaba estar con él, necesitaba tenerle a su lado, necesitaba decirle que lo quería.

Que su corazón se había enamorado perdidamente del suyo y que su mente comenzaba a asimilarlo.

No sabía que hacer. Quería decírselo, pero las inseguridades de la vida se lo impedían. "¿Y si Horacio aún está enamorado de ese tipo? ¿Y si no soy lo suficiente para él? ¿Y si solo estoy confundido? ¿Y si realmente no es amor lo que siento sino agradecimiento por lo que fue capaz de hacer por mi?"

Preguntas sin respuestas vagaban por su mente.

Se encontraba acostado en el bonito sofá que tenía en la sala, viendo por una pequeña ventana que casi estaba por oscurecer. Cuando, de repente, el timbre de su casa sonó. Extrañado, se levantó de el sofá y se dirigió a abrir aquella puerta para averiguar de quién se trataba.

-Piszdéts, Volkov.- mencionó Horacio después de ver que Viktor abría la puerta de su casa.

-¿D-disculpa? ¿Qué haz dicho?.- Una pequeña risa hacia acto de presencia en el rostro de Volkov.

-Piszdéts- confirmó Horacio -Es "Hola" en ruso, ¿no? ¿O eres de esos rusos de tik tok?

Una carcajada sobresalió y resonó en toda la casa.

-¿De qué te ríes?- se contagió de la risa de aquel ruso.

-De que eso no es lo que significa. Privet es 'Hola' en ruso y Piszdéts... bueno, es otra cosa.-

-¿Entonces que fue lo que dije?- preguntó confundido.

-Creo que es mejor que no lo sepas.- Afirmo el soviético dándole pase a Horacio para adentrarse en su vivienda.

En pocas horas de la noche, se acercaba el cumpleaños de Aleksandra. Y el motivo de la llegada de Horacio fue porque Volkov le comentó que quería regalarle algo especial a su hermana, a lo que Horacio propuso la excelente idea de ayudarle a preparar un pastel de cumpleaños.

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