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Sabía que desde un principio había sido mala idea lanzarse al abismo al haberle ofrecido aquel trato al moreno, pero no porque Horacio no le agradara, al contrario, le agradaba demasiado y aquello comenzaba a tener repercusiones sobre su frágil corazón. Pérez era todo lo que él no. Amable, amistoso, creativo, carismático y jodidamente atractivo. Y él... Él solo era alguien serio, aburrido y sin ningún tipo de rasgo que resaltara en su personalidad, no le sorprendería en lo más mínimo si no lograba captar su atención de una manera más... Romántica.

-Viktor... - Le llamó su madre intentando sacarlo de sus pensamientos pero no logrando tener ningún tipo de éxito. -¡Viktor! - Exclamó, haciendo sobresaltar no solo al recién nombrado, sino también a todos los presentes que allí se encontraban.

-Perdón, ¿Qué ocurre?

La mujer observó al menor de sus tres hijos, el pequeño Alex de tan solo seis años, quien ahora se encontraba teniendo un momento de timidez al sentir la mirada de todos sobre él. -Vamos, cariño, dile a Viktor lo que me has preguntado. - Dijo suave y por lo bajo al menor, como si estuviera contándole un secreto.

-Yo... ¿P-Podemos salir a ver la ciudad? - Preguntó esquivando la mirada de su hermano mientras jugueteaba con sus dedos. -Мать dijo que si te preguntaba dirías que sí. - Le miró desde su asiento, logrando enternecerlo con su simple pedido.

-Claro, ¿A dónde quieres ir?

-Pueden ir a la pista de patinaje que está en el centro. - Sugirió Horacio, colándose inconscientemente en la conversación. -En estas fechas suelen congelar la pista y se puede patinar sobre hielo. Yo he ido un par de veces y es realmente hermoso cuando encienden las luces al anochecer.

Los ojos del pequeño brillaron cargados de ilusión y miraron al primer hijo varón de los Volkov, alguien a quien admiraba de sobremanera, llegando a considerarlo su héroe por hacer algo tan simple como ponerle una bandita en su rodilla lastimada. -¿Podemos? ¿Podemos? ¿Podemos?

El peligris rió. -Claro que podemos.

-¿Por qué no los acompañas Horacio? Estoy seguro de que los tres pasarán un buen rato. - Dijo Blad, para luego darle un sorbo a la bebida alcohólica de su vaso.

El moreno se sorprendió. No sabía si aquella era una buena idea, pero tampoco quería quedarse solo con la familia y los amigos de su falso novio. Conociéndose, echaría a perder la coartada que habían creado en cuestión de segundos luego de que su supuesto novio y su hermanito salieran por el umbral de la puerta.

-Me... Me encantaría ir, la verdad, pero no quiero importunar, es algo más entre hermanos... - Dijo sincero, aunque esperaba que alguien le dijera lo contrario.

Alex se escabulló de su asiento, gateando por debajo de la mesa hasta salir al lado del muchacho de cresta violácea. -Ven con nosotros, por favor. - Sus pequeños ojitos emanaban una ternura que era increíblemente manipuladora, pero no de mala manera, sino de una más pura e inocente. Horacio suspiró sonriendo, no podía decirle que no a aquellos brillantes luceros grises.

-Está bien. - Aceptó. -Déjame que coja los abrigos y vamos, ¿Vale? - El chiquillo asintió enérgicamente. El estudiante se levantó de su asiento, encaminándose hacia la habitación donde habían dejado las camperas de todos.

-Vamos Vitya, vamos, vamos, vamos. - Tironeó ligeramente de la mano de su hermano mayor, haciéndolo parar y tomando a Alex entre sus brazos mientras le hacía un par de cosquillas.

La risa del pequeño ruso inundó por completo el departamento, haciendo reír a algunos mayores. Horacio regresaba con los tres abrigos, quedando totalmente embobado por la escena que estaba ocurriendo frente a sus ojos. Podía distinguir sin problemas una radiante y sincera sonrisa en la cara de Viktor. Llevaba apenas unos días juntándose con el soviético debido a su plan pero con lo poco que lo conocía, realmente no se esperaba ver aquel hermoso gesto en su rostro tan pronto.

El ojiazul abrió los ojos, conectando de manera casi inmediata con los de aquel muchacho de piel oliva y orbes bicolores.

Sus miradas se mezclaban, logrando envolverlos en una burbuja de ensueño de la que solo ellos dos eran partícipes, ignorando a todos los demás presentes. Querían acercarse al otro, abrazarse y sentir su calor, pero algo se los impedía. Cálidas y bellas emociones se formaban en sus pechos, pero ninguno lo sabía o al menos no querían aceptarlo.

Aquellos sentimientos que ambos comenzaban a desarrollar por el otro dentro de sus corazones y de los que se suponía que, según aquel invisible contrato, no deberían tener combinado con un enorme temor al rechazo, no hacían más que ponerles una barrera de por medio a ambos. Una barrera que les impedía experimentar algo que ambos se merecían y nunca habían tenido o habían pensado que tendrían.

-¿Vitya? - Le llamo Alex, rompiendo aquel ambiente. Volkov y Pérez se sonrojaron, rompiendo aquella conexión entre sus miradas.

-Si, perdón, ¿Vamos? - Preguntó, mirando al moreno.

-Claro. - Le sonrió dulcemente, como si toda aquella escena donde ambos se habían quedado observando embelesados al otro, no hubiera ocurrido en lo absoluto. Se acercó, entregándole su abrigo mientras el mayor dejaba a su hermanito en el suelo.

Mientras Viktor se colocaba aquella chaqueta gris, Horacio ayudó al pequeño ruso a ponerse su campera azul, haciéndole una que otra cara para hacerlo reír. Acto seguido y en un rápido movimiento, colocó al menor en sus hombros.

Los mayores miraron la escena enternecidos mientras la supuesta pareja y el chiquillo de ojos grises salían por la puerta, despidiéndose y dispuestos a comenzar su aventura por la ciudad.

La tarde transcurrió entre risas, sonrisas y tímidas miradas por parte del francés y el soviético más alto. No dejaron ni un rincón de la ciudad sin visitar, pasando por el muelle y la feria -donde compraron helado de chocolate a pedido de Alex-, la playa y hasta al Arcade, enseñándole a jugar cosas como Pacman o Space invaders al pequeño. Decidieron terminar el día en la pista de patinaje que Horacio había mencionado anteriormente al acercarse el anochecer, debiendo ayudar a Viktor en varias ocasiones para que no se cayera, mientras que Alex parecía haberle agarrado la mano demasiado rápido, manteniendo el equilibrio y pudiendo desplazarse fácilmente por el resbaladizo suelo.

El moreno rió. -Vamos, Viktor no es tan difícil. - Comentó mientras agarraba las manos del más alto, quién aún se tambaleaba.

-Es fácil para ti decirlo, tienes talento para todo. - Soltó inconscientemente, haciendo sonrojar al contrario.

Pérez iba a responder, seguramente acompañado de incontrolables tartamudeos, hasta que sus ojos captaron el momento justo en el que Alex caía casi de cara al congelado piso de hielo, haciendo un puchero que amenazaba con convertirse en llanto en cualquier momento.

-Joder, esperame aquí. - Lo dejó cerca del borde para que pudiera mantener el equilibrio por si solo y se aproximó rápidamente al niño de cabellos grises, intentando calmarlo y demostrándole que no había pasado nada, que todo estaba perfectamente bien.

Volkov pudo ver como Horacio le regalaba una amistosa sonrisa a su hermano mientras le limpiaba las pequeñas lágrimas que habían logrado salir de sus ojitos con sus dedos pulgares, dejando que la suave tela de los guantes le diera un mimo confortador para luego revolver sus plantinados cabellos, robándole una adorable y melodiosa risita.

El ojigris sonrió, dejando volar su imaginación en diferentes escenarios de un futuro incierto, donde su deseo de formar una familia se hacían realidad al saber que había encontrado a la persona correcta para aquello.

Las miradas de los dos adultos volvieron a encontrarse al mismo tiempo que las luces del lugar se encendían, dándoles una imagen del contrario que era simplemente perfecta, al ver como aquella luminosidad los iluminaba de una manera casi celestial.

Poco a poco, ambos deseaban eliminar aquel contrato inventado que habían firmado sólo con sus promesas y palabras.

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By: Cornu (@Cornuda1_)
Wattpad: Cornuda1

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