Capítulo 9

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La nieve empezaba a caer y poco a poco la temperatura bajaba a menos diecisiete grados centígrados. Mentalmente me lamentaba por no haber aceptado que mi mama me pasara a dejar al colegio, pero Ryan me había pedido que llevará al monstrito a clases ya que él tenía una gripe que lo tenía encerrado en cama. Por un momento maldije su suerte y luego recordé la causa de su repentina enfermedad. Kaya se había puesto a parlotear que en Londres hacían fríos más terribles y que gracias al año que se había ido a vivir allá, ella ya no necesitaba abrigos para climas tan cálidos como los de ahora. Ryan, quien era el más abrigado de nosotros, se sintió indignado y dijo que él podría con el frío usando la misma cantidad de abrigos que ella. Y bueno Kaya con lo competitiva que es, se quitó todos los abrigos y se quedo en una camiseta. Estuvieron treinta minutos afuera en el patio, ambos temblado. De vez en cuando Lizzie les traía algo caliente para beber y aunque lo negase se preocupaba por ellos. Yo por el otro lado estaba grabando todo con la cámara del celular. Al final, empezó a nevar y ambos salieron corriendo a la casa, donde Sandy los regañó. Ryan y Kaya asentían "arrependidos" mientras que de vez en cuando se daban miradas de "odio". 


—¿De que te ríes mono?— me preguntó Lizzie, mientras escondía más su cara en la bufanda rosada que supongo que junto al gorro rosado que llevaba, eran de Kaya. Parecía un pequeño León, el gorro y la bufanda se camuflaban con su cabello, pareciendo así una tierna melena que combinaba ridículamente con sus rosadas mejillas.


—De tu hermano, demonio rosado— ella frunció el ceño.


—Tienes suerte de que mis manos se estén congelando, por que si no ya te hubiese pegado en la cabeza con el nuevo libro que estoy leyendo— me contestó notoriamente enojada. Sus manos estaban metidas en el abrigo morado que llevaba encima del uniforme. Hoy no llevaba la falda, se notaba que ella no era de esas chicas que con tal de enseña carne se congelan hasta el hígado.


—Gracias, madre naturaleza— exclamé estirando mis brazos hacia el cielo, dejando que pequeños copos de nieve cubriesen mis guantes y rostro. Escuche como una pequeña risa salía de sus labios. Señoras y señores había conseguido lo imposible, la había hecho reír. Y aunque su risa no era para nada melodiosa, me gustaba escucharla. Creo que mis oídos son masoquistas.


—Eres un zonzo— ella sacó su pequeña manita del bolsillo y trató de pegarme en la cabeza. Pero elevé un poco mi cuello y tiré mi cabeza a la dirección contraria de su mano, esquivando así su golpe. Atrapé su brazo por la muñeca y me di cuenta de que no traía guantes. 


<<Con razón tenía frío>> pensé.


Con la otra mano y mi boca me saque el guante y se lo puse. Ella solo me miraba sin decir nada, un poco sorprendida quizás.


—Dame la otra— le ordené y ella como nunca me obedeció sin chistar — Listo, así ya no tendrás frío — ella asintió y murmuró un pequeño y poco audible gracias.


El resto del camino fue silencioso. Solo con el casi mudo sonido de los copos de nieve chocando con el asfalto. Ella a caminando a mi lado, aun encogida, quien sabe si era por el peso de la maleta, o el frío que aun la consumía. Sentí la tentación de llevar su maleta, pero decidí no molestarla, se notaba que mirar a la nada era muy divertido para ella.

LizzieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora