Capítulo 11

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¿Y quién lo diría?



Ethan Blade y Lizzie Miller, sentados bajo la sombra de un sauce, compartiendo ideas, riendo, bromeando, siendo de alguna forma amigos. Ni yo me la creía, y soy él que lo vivió.



Elizabeth tenía en su regazo un pequeño libro, no era tan grueso como los que usualmente leía, y por alguna razón me entró dudas por saber. ¿Era ese su diario?, ¿escribe un diario?



La miré detalladamente, ella no parecía de las que chicas que llevasen un diario. ¿Pero que sabré yo de las chicas que llevan diarios?



Si ella llevase un diario, ¿Escribiría sobre mi?. Claro que escribiría sobre mi, porque si no ¿sobre quién más escribiría?


La imagen fugaz de Dylan pasó por mi cabeza, y la simple idea me molestaba. Su presencia a donde sea que Lizzie fuese me aturdía, por favor, nadie puede ser tan bueno como soportar ser tutor de Lizzie casi todas las tardes.



En fin, me encontraba acostado en mi cama, literalmente haciendo nada que no fuese tirar y agarrar una pelota de tennis que había encontrado minutos después de llegar a casa.



Hablar con ella sin sarcasmos o burlas, era otro nivel. La manera en la sus ojos azules se ponían brillosos cuando empezaba a hablar de sus libros, o como su cuerpo se movía hacía adelante cuando se sentía emocionada. Por alguna razón, cada acción peculiar que ella hizo se repetía en mi mente mientras la pelota golpea el techo numerosas veces. La manera que me sonrío, sin burlas, sin sarcasmos, sin disgustos, era el mismo tipo de sonrisa que le daba al idiota de Dylan. Solo que esta era aun más peculiar, esta vez me la había dedicado a mi.



Ni siquiera sabía porque me importaba tanto esa sonrisa. No entendía como una simple hilera de dientes blancos me pudiese subir el ánimo de la manera que lo hizo.



Hablar con Lizzie, no era incómodo, para nada. No podíamos callarnos, la conversación simplemente surgía, íbamos desde el tema inicial sobre lo idiota que puedo llegar a ser, siguiendo por lo testaruda que ella es y en menos que nos dimos cuenta estábamos hablando de temas como las locuras de mi abuelita y su aparatos del demonio, o las familias más extrañas con las que Lizzie había estado.



No quería irme, se sentía bien hablar con alguien que no fuese Ryan y sentir que de verdad te escuchaba. Lizzie no asentía y sonreía como la mayoría de las chicas con las que salía. Ella callaba un segundo, me miraba y parecía como si analizaba cada palabra, y me decía su punto de vista, sus opiniones y lo que ella hubiese hecho.



Por primera vez en tiempo, tomé atención a lo que una chica decía y fue grato saber que en ningún momento se mencionó las palabras "maquillaje, tacones o ensalada cesar"



Lizzie hablaba de temas mucho más importantes que los que te daba una revista de modas. Lizzie te hablaba de temas que en algún momento de verdad te vayan a ayudar, o fuesen más importantes que como combinar los colores cálidos de tus zapatos.

LizzieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora