Capítulo 6

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El despacho del director era una habitación amplia, completamente pintada de un tono crema. Colgados en las paredes estaban cuadros de mujeres desnudas, no de una forma vulgar, era más de una forma artística y significativa. Tenía una gran ventana que estaba justo detrás del escritorio. No podía ver tras ella, pero podría jurar que era la ventana que daba frente al parqueadero principal del colegio.

Tenía el lápiz entre los dientes y lo mordía con fuerza.

Reí al recordar como el mono subdesarrollado me había quitado el lápiz, y mientras lo acariciaba me reclamaba sobre como osaba a morder su lápiz de la suerte.

El director dejó de revisar mi examen de literatura y me miró por encima de las hojas alzando una ceja. Como preguntando: ¿De qué te ríes?

Ya había rendido todos los exámenes, solo quedaba el de matemáticas.

No tenía ningún ejercicio resuelto y el insoportable tic tac del temporizador tampoco me ayudaba mucho a concentrarme.

Resuelva los sistemas de ecuación según el sistema indicado. (4 puntos)

La pregunta estaba compuesta por cuatro ejercicios, cada uno más complejo que el anterior.

El director volvió a dirigir su atención a mi examen mientras murmuraba lo incomprensibles que son los adolescentes. Tenía lo que consistía en teoría resuelto, revise una vez más. Sumé con los dedos mi puntaje. Pero este seguía siendo el mismo que hace treinta minutos atrás. 6 puntos.

Alcé la mirada y dejé de jorobar mi espalda para poder observar el temporizador con forma de gallina que estaba a lado de la muñeca hula-hula.

5 minutos.

¡5 minutos!

Ni sabiendo lo que había que hacer alcanzaría a resolverlos todos. Solté un soplido y desistí. Alejé un poco la silla del pequeño escritorio donde estaba escribiendo. Esta causó un estruendo molestoso, teniendo como consecuencia que el director dejara de concentrarse una vez más en mi examen y me mirase.

— ¿Terminaste?

Yo asentí con la cabeza. Caminé hasta él y en la mano que me había extendido coloque la hoja.

Me puse de puntitas para husmear mi nota en los otros exámenes que yacían sobre el escritorio. Pero lo que vi no era nada parecido a una corrección. Todas las hojas están rayadas, con nombres. Con un nombre en particular, Ethan Blade, y siempre prescindido por una palabra de odio o repugnancia.

Bueno, al menos ahora ya se quien odia más a Ethan que yo.

—Bueno según lo que he visto, tienes todo 10— Él cogió un lápiz de la lapicera que estaba detrás de la muñeca hula-hula y en mi examen de matemáticas escribió un perfecto diez sin siquiera molestarse en ver lo que había escrito.

No sabía cómo sentirme. No sabía si cantar a los Ángeles porque si iba a pasar el estúpido examen de matemáticas, o sentir que malgasté cuatro horas de mi vida con un mono subdesarrollado.

—Puedes pasar a recoger tu uniforme entre hoy y mañana. Empiezas clases mañana— me informó, con una sonrisa que decía "ya lárgate"

—Gracias— contesté con una sonrisa tan falsa como las bubbies de la loca que canta Anaconda.

Estaba por retirarme, cuando me di cuenta de que no sabía cómo regresar a casa. Había venido caminando con Ryan, pero como soy muy despistada no me preocupé de memorizar el camino.

—Este... ¿Podría empezar clases hoy?— pregunté con una mirada de súplica.

El director me miró raro por un momento, pestañeo varias veces y me sonrió.

LizzieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora