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Sus ojos no dejaban de mirarse, era extraño ambos sentían que podían estar así toda su vida y no les importaría

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Sus ojos no dejaban de mirarse, era extraño ambos sentían que podían estar así toda su vida y no les importaría. Para México ese color índigo le recordaba al del mar que estaba cerca de su casa cuando solo era un cachorro, mientras que para Alemania ese dorado le recordaba al dorado de su anillo de matrimonio, justamente esa comparación hizo que desviara la mirada.

México al verse privado de esos ojos despertó de su ensoñación—am, ¿vienes...por mas cupcakes?—preguntó en tono nervioso.

—¿eh?—Alemania estaba un poco confundido hasta que recordó el pastelillo que el omega le había dado en el cementerio—este...supongo que si.

—pues tienes suerte porque estaba a nada de cerrar, ven entra—le hizo una seña con la mano para que lo siguiera.

Alemania se quedó en el área en el que suele estar la clientela observando lo linda y limpia que se veía esa pastelería, está seguro que sería lindo comer un rico postre mientras escucha el ruido ambiental que debe tener el local.

—toma—la voz de México lo hizo salir de sus pensamientos —son dos y justamente son los últimos que nos quedan, esos pastelitos de vainilla con arándanos se venden como pan caliente —sonrió orgulloso de su trabajo.

—ah em gracias—miro por unos instantes los pastelillos que venían en una caja de cartón seguramente para mayor protección. Con su mano derecha buscó en sus bolsillos su billetera para pagarlos pero se dio cuenta que ni siquiera la había traído—oh em, siento decirte esto pero...no traigo dinero para pagarlos; ten—se los volvió a regresar al omega.

—ah por eso no te preocupes me los pagas después—se negó de manera amable.

—¿seguro?—preguntó inseguro.

—si, usualmente no fio, pero mientras que no le digas a nadie será nuestro pequeño secreto —puso su dedo índice sobre su boca y guiño su ojo izquierdo en son de complicidad.

Alemania sonrió levemente por el amable gesto—muchas gracias México.

—oh llámame Méx, así me dicen mis amigos.

—ok, bueno entonces supongo que me voy, ten una linda noche—se despidió con un ademán y comenzó a emprender su camino hacia la salida.

El hispano sonreía mientras miraba la espalda del contrario alejarse sin embargo su lobo le rogaba en su interior que no dejara a ese alfa marcharse. Gracias a los ruegos de su lobo el omega tomó una decisión esperando que calme un poco al ser en su interior.

—emm si quieres yo te puedo llevar a tu casa—dijo rápidamente al ver cómo medio cuerpo del alfa ya estaba fuera de la pastelería.

Alemania detuvo sus pasos y miró al omega—no lo sé...

—traigo mi coche, además es peligroso que cualquier persona esté sola en la calle a estas horas —trato de convencer.

—...son las diez y media—comentó mirando su reloj de muñeca.

﹆ 𝐷𝑢𝑙𝑐𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑝𝑎𝑠𝑡𝑒𝑙 ⦅🧁⦆ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora