||Prólogo||

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A lo alto el astro rey brillaba, pero aun con su brillo no podía opacar el frío de la ciudad.

Los autos pasaban y pasaban como todos los monótonos días.
Aunque en uno, se encontraba cierto niño de cabello azabache y mirada esmeralda, un pequeño de 6 años que jugaba con un t-rex del tamaño de la palma de su mano.

Casas y edificios según él "de aspecto aburrido" pasaban a través de su ventana hasta que el auto se detuvo ya que el semaforo había dado luz roja, justamente allí, podía ver una veterinaria. Tantas veces ya la había visto, sin embargo esa vez le llamó la atención, ya que en una caja junto con otros más se encontraba un pequeño felino de ojos zafiro y pelaje rubio, lo que más le llamó la atención fueron sus patitas traseras ya que su color cambiaba a negro pareciendo así como si tuviera botas

- Mamá... ¿Y si adoptamos un gato?

Preguntó el niño para ver a su "madre" que no era una "ella" más bien era un "él". Un doncel de cabello albino y ojos celestes como el cielo.

- Tal vez cuando seas mayor y puedas hacerte cargo de uno

Le dedicó una sonrisa cariñosa mientras que los ojos del menor brillaron de emoción.
A partir de ahora sería responsable para demostrarle que no hacía falta ser mayor para poder cuidar de una mascota

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Semanas después nuevamente se encontraba allí, en aquella primaria donde todos los niños tenían con quien jugar, sin embargo aquel pequeño azabache se mantenía alejado de los demás, mientras jugaba con su querido T-Rex cerca de un árbol. Eso hasta que una bola de pelos amarilla le arrebató el juguete para subir rápidamente al árbol

- ¡Hey! ¡Devuélveme eso! - Reclamó mientras hacía un puchero y luego darse cuenta de cierto detalle que el felino poseía... Aquellas patas traseras de color negro, parecían botas lo que traía puesto. - Tu eres el gato de esa veterinaria - dijo como si el pequeño felino pudiese entenderlo... Aunque... En este mundo todo era posible. El menor negó y frunció el ceño - ¡Devuélveme eso! - repitió para luego intentar subir al árbol.

A lo lejos pudo escuchar a su maestra regañandolo para que baje, pero le dio igual, esa bola de pelos tenía su juguete favorito.

El gatito movía su cola totalmente divertido mientras tenía fuertemente sujetado entre sus garras aquel juguete.

Cuando el menor lo alcanzó pudo observar de cerca a aquel felino, una competencia de miradas se hizo presente, zafiro contra esmeralda. Loco ¿no?.
Al final el felino travieso le guiñó un ojito al menor haciendo que de la sorpresa este cayera, preocupado el felino bajó con rapidez y se sentó sobre el pecho del niño mirándolo, por ahí había dejado caer el juguete, ahora lo más importante era que esté bien

- Estúpido... Gato - Bien, parecía que estaba bien

Sé levantó como si nada para luego mirar a su alrededor, sonreír victorioso y tomar su juguete para seguidamente sacarle la lengua al animalito

- Yo gané

Shinya llegó y saludó educadamente a la maestra de su hijo, aunque luego esa sonrisa que había dibujado se desvaneció cuando la mujer le informó sobre la caída de su hijo de un árbol.

Rápido, sin perder tiempo el albino se dirigió hacia el patio donde le había dicho que se encontraba su hijo, allí lo encontró, con un raspón en la rodilla pero más que eso, estaba bien. Demasiado bien ya que notó como reía y sonreía

Ver una escena así hizo que su corazón latiera desenfrenado y sin esperar más sacó su cámara para grabar sin que el menor se dé cuenta

El niño jugaba con aquel felino de pelaje rubio, usando al T-Rex como carnada para que el animalito girase, corriera y de vez en cuando soltar ligeros siseos por no poder tenerlo entre sus garras de nuevo... Ambos se divertían, pero aquel felino estaba más que feliz, por que podía apreciar perfectamente la sonrisa del niño, por alguna razón aquella sonrisa le gustaba mucho, no quería dejar de verla

||¿Que hay de malo en un Gato?||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora