Capítulo cuatro: Tradiciones

11 1 1
                                    

Haber destruido alrededor de una hectárea de bosque le era más que suficiente. ¿Lo que hizo fue algo excesivo? Probablemente, descargar todo su estrés en un solo ataque siempre causaba estragos, por suerte su autocontrol era el suficiente para no desquitarse en cuanto se enojara. Mientras guardaba su lanza, sintió algo trepar por su pierna. Un escarabajo rinoceronte de gran tamaño subió hasta la altura de sus muslos antes de que lo tomara en la palma de su mano. Algo de suerte le vendría bien, el último día del festival debía ser el más tranquilo y esperaba no encontrar ni un animal que perturbara la paz en la antigua nación del rayo. Cuidando no lastimar al insecto, llevó al mismo consigo todo el camino hasta su hogar para dejarlo en un árbol cercano.

Ciertamente tener el insecto cerca le daba cierta sensación de alivio y tranquilidad, como si la buena suerte que la gente dice que atraen fuera real. Quedaban pocas cosas que hacer en el poblado y en su misma casa. Sentado en el sillón de la sala de estar, el peso de sus ojos le hizo cerrarlos, eventualmente llegando a los brazos de Morfeo. Aún con el reloj en las seis de la tarde, había caído dormido como un bebé sin siquiera preocuparse por quitarse la gabardina.

✧|✧
|★|
✧|✧

Peso. Algo dormía encima de él. Lo que fuese, le mantenía abrigado del frío nocturno, pero también cargaba su cuerpo de estática. Con sus ojos aún cerrados, palpaba aquella entidad que descansaba sobre él, sintiendo algo de pelaje y una textura similar a tela, nada con lo que pudiera sacar conclusiones. Podía deducir que seguía siendo noche, por lo que restó importancia a lo que tuviera encima para volver a dormir hasta la mañana.

Con el cantar de un gallo, la jornada podía dar inicio. El último día del festival de verano había llegado, no solo era el final del festejo, también el día más tranquilo del mismo. Durante el primer día se montaba un pequeño carnaval para celebrar por la vida, el segundo día es para aquellos que los habían dejado, tercero para desahogarse y dejar salir las penas, mientras el cuarto y último día se dedicaba a agradecer por lo bueno que habían tenido a lo largo del año y lo que estaría por venir. Otra mañana, otro día de trabajo. Se puso de pie con cierto humor, a final de cuentas la probabilidad de que un Raiju atacase era baja. Lo que estuvo durmiendo sobre él ya no estaba, pero encontró algo de su pelaje sobre su ropa.

— ¡Papá! —gritó al no sentir la presencia del susodicho.

— Estoy aquí, no grites. —preparando algo de café, preguntó a su hijo si había descansado bien.

— Para mi suerte, sí. Por cierto, ¿Defender entró a la casa anoche o algún animal?

— Negativo, después de ti solo entramos Grace, su madre y yo. —con un sorbo de su bebida, otra persona vino a su cabeza.— Cierto, también esa licántropo de la que no me hablaste, el profesor Sanshoo me dijo que se quedaría con nosotros. Le pedí que fuera por algo a la tienda de los Castway.

Como si la hubiera invocado, Inazuma entró a la casa con una botella de contenido verde brillante en manos, sonriendo hacia el bicolor. Aquel líquido era una poción para quemaduras que sirvió en un vaso para Ónix. Aunque él contaba con habilidades de regeneración, las pociones de la familia Castway eran increíblemente más eficaces y con mejores efectos. Después de beber el amargo brebaje, sintió como su piel se regeneró instantáneamente. Las quemaduras en su rostro y brazos desaparecieron en un parpadeo.

— Muy buen inicio de día. Papá, no olvides tu medicamento. —solo era una precaución, pero igual quería estar seguro que lo tomara.— Inazuma, te enseñaré el pueblo más a detalle, ven conmigo.

Realmente solo quería ponerla a prueba, le había dado una "identidad", pero no una personalidad y necesitaba descubrirla. Armado y acompañado, guiaba a la inusual Raiju por Fultriam para que se acostumbrase al lugar. Su desayuno no fue más que una manzana que le dieron al caminar entre las calles. Podría decirse que los Mornajro gozan de cierta popularidad, pero la criatura responsable del incendio el día anterior no. Por donde pasaban, las miradas amistosas dirigidas al bicolor de tornaban en expresiones de miedo o sorpresa al ver a su acompañante. No hacía falta ser un experto para notar que solo el mirar de los habitantes incomodaba a la Raiju, teniendo en cuenta que ella ni siquiera conocía el motivo de sus miradas, se sentía culpable de algo.

Tetraminus: Vida Moribunda, Sombras Brillantes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora