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Mi corazón saltaba en mi pecho amenazando con romper mis costillas. El miedo me salía por los poros. Seguía en shock. No podía mover mis manos, ni siquiera mi boca para protestar. Todo esto me parecía una pesadilla.

Los hombres me arrastraron por todo un pasillo mientras todo dentro de mi se removía como un torbellino. No tenía idea hacía dónde me llevaban.

Me sacudieron bruscamente al ver que estaba peleando por que me soltarán.

Nos detuvimos en un elevador y me empujaron sin delicadeza dentro de este, al entrar presionaron una letra dorada en forma de una P. El elevador empezó a subir. Uno de los hombres me sostuvo de los hombros para que dejara de moverme. Quise sacudirlo tratando de que me soltara. Sus palmas rasparon mi piel haciéndola picar. Apretó mis hombros con más fuerza enviando pinchos de dolor a mi espalda. Era lógico que ellos eran bastante fuertes parecían entrenados para esto. Aún que yo quisiera escapar no podía.

Mi corazón estaba ya en mi boca, oídos. Los latidos eran tan fuertes que sentía que en cualquier momento me reventaría los tímpanos de tan asustada que estaba.

El elevador se detuvo y de nuevo me arrastraron entrando en una habitación enorme.

Al parecer estaba en el Penthouse del hotel.

En un intento desesperado grité con todo lo que mis pulmones me permitieron.

—¡Ayúdenme! ¡Ayúdenme! ¡Alguien que me ayude!

Uno de los hombres me sostuvo de la barbilla apretando mis labios.

—Silencio zorrita. No importa cuanto grites, nadie puede escucharte.

Me aventó con fuerza en uno de los sofás que adornaban una de las esquinas de la sala en dónde me habían hecho entrar. El cuero del sillón rechinó al tiempo que caí con todo mi peso. Las esposas sonaron con fuerza al chocar entre ellas.

Trate de mover mis manos pero me era imposible.

Uno de los hombres bajó hasta mis pies y con sus ásperas manos sostuvo mis tobillos colocando una cadena con grilletes, sólo escuche el click del seguro.

Estaba inmovilizada.

No podía correr, no podía huir, y por más que gritara nadie podía escucharme.

Los tipos caminaron hasta la salida y solo escuche el estruendo de la puerta al cerrarse.

Mi corazón estaba a mil por hora. Estaba sola en el Penthouse del hotel encadenada hasta de los tobillos.

Mi cabeza empezó a dar vueltas. Había sido vendida por cien millones de dólares.

Pero...

¿Cómo?

Deseo incontrolable Donde viven las historias. Descúbrelo ahora