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Tardé como diez minutos en volver a este mundo.

No sabía dónde me había encontrado minutos atrás. Al parecer estaba perdida en una nube de pensamientos eróticos.

Maldición... Maldición.

¡Ahhh!

Quería gritar.

Me golpee la cabeza y con mis ojos traté de buscar mi ropa. En verdad era una estúpida. Él maldito solo estaba jugando conmigo, estaba probando que tan malditamente deseable era. Quería gritar de coraje. Me había hecho todo eso, para después dejarme así de excitada. Deje salir aire tratando de calmarme, tenía que ponerme de nuevo la ropa. Coraje revuelto con excitación corrían por mis venas.

Yo de verdad me había entregado a esos besos hasta el punto que de verdad quería tener sexo con él. Me pegue en las mejillas y camine hasta a mi habitación.

Me había ordenado que me cambiara.

Camine hasta el armario para poder remover la ropa que traía. No sabía a dónde iríamos así que opte por una falda entubada y una blusa con un escote por la espalda. Unos tacones rojos.

Salí de la habitación, y camine hacia la planta baja. No sabía cómo me pondría cuando lo viera otra vez. La vergüenza se apoderaría de mí de nuevo.

Camine hasta la salida, la limusina nos esperaba. Alejandro estaba parado afuera de la puerta, ya estaba vestido en sus usuales trajes. Sus ojos viajaron de abajo, hacia arriba inspeccionando mi atuendo, ladeo una sonrisa, mientras yo trataba de no verlo directamente al rostro. El calor ya se me estaba amontonando en la garganta. Llegue a él, pero no lo mire, si lo hacía lo golpearía.

—¿Lista? —preguntó con arrogancia. Solo asentí con el rostro. Lo sentí moverse y tomarme del brazo—. Bien —dijo, me jalo con fuerza y nos metimos a la limusina.

Me senté moviendo mi rostro hacía el lado de la ventana del chofer. Él se sentó enfrente, sentía su intensa mirada en mí. Pero no quería verlo, sabía que no soportaría la vergüenza.

Él reía por lo bajo. La cara me ardía de coraje, escucharlo reírse me enojaba de maneras descomunales. Voltee el rostro feroz para toparme con su burlona sonrisa.

—¡Deja de reírte! —chillé.

—Lo siento Alessia, es que no puedo evitarlo —sus hombros se movían conteniendo la risa.

—¡Eres un cabrón! ¡No, Espera! Eres peor.

¡Un hijo de puta! —él movió los dedos para que siguiera. Las esquinas de sus ojos se arrugaban tratando de contener la risa, arrogante, controladora —le apunte con el dedo. Él hizo cara de sorprendido

—, y estas confiado, crees que te rogare.

¡Pues no! No me rebajare a tanto —no importaba lo bueno y riquísimo que estuviera, no lo haría.

Me mordí el labio. Le di una mirada veloz de arriba hacia abajo.

Maldición ahora dudaba de eso.

La duda me lleno el cerebro.

—Ay Alessia, sabía que había elegido bien cuando te escogí —puso sus dedos en sus labios. Yo pase la lengua por los míos.

¡No! ¡No! Idiota, en verdad quería salir de aquí.

En todo el camino trate de no prestarle atención. Él tampoco a mí. Al parecer todo lo hacía para enojarme todavía más.

Llegamos a nuestro destino y la puerta se abrió. Esta vez le gane el paso y salí casi volando. Él salió y se arreglo el saco, sonrió al cruzar una mirada conmigo. Le puse los ojos en blanco. Camino hacia mi y bajo a mi oreja.

Deseo incontrolable Donde viven las historias. Descúbrelo ahora