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08 de abril, 2021.

Niccóla Ribba.

Es jueves, último día de la semana que entrenamos porque el viernes descansamos para jugar el sábado, y finalmente la liga comienza. Yo no podría estar más feliz y emocionada, ya invité a todos mis primos y mis hermanas a vernos a mi equipo y a mí jugar el sábado a la tarde. ¿Yo? La menos entusiasta.

Me despido de las chicas y los entrenadores y con Sofi y Mica salimos de la cancha para ir al estacionamiento, donde Mica tiene su auto. Pero cuando estamos llegando al vehículo veo a nuestra izquierda una camioneta estacionada y la reconozco al toque.

La ventanilla de copiloto se baja. — Vamos a cenar por ahí. — me dice mi mamá.

Suspiro pesado antes de mirar a mis amigas. — Me voy, otra noche cenamos juntas.

— ¿Segura? — me pregunta Sofi mirando de reojo a mi vieja. Ella sabe todo lo que pasó, no sé si decir que es mi mejor amiga pero pega en el palo.

Asiento. — Sí, sí, tranca. — me acerco a ellas para despedirme con un beso antes de caminar hacia el vehículo de mi vieja y subirme en el asiento de copiloto.

— Hola, hija. — me saluda como si nada con una sonrisa.

— Hola. — respondo seca.

Mi vieja maneja en silencio y yo aprovecho para chusmear en redes sociales, especialmente para contestar los mensajes de WhatsApp. Le respondo primero que a nadie a mi viejo, su chat está fijado para verlo primero siempre, en sus misiones nunca se sabe cuándo tendrá señal para hablar con nosotras así que constantemente estoy fijándome si tengo mensajes nuevos suyos o no. Después le respondo a Pía, la hija de mi tía Gala, luego a Ele y por último a Julián. Me dijo que iba a ponerse intenso por WhatsApp pero la verdad no es así, incluso lo era más por Instagram.

Estaciona en un espacio libre cerca de un restaurante de sushi que ella y mis hermanas aman, yo no, ni siquiera me gusta el sushi.

— No, ni a gancho bajo, estoy toda transpirada y desarreglada para ir a ese lugar de chetitos. — me quejo. — Además no me gusta el sushi y lo sabés.

— Dale, no seas chiquilina, dejate de joder. — se ríe antes de bajar y me deja con la palabra en la boca, porque siempre hace lo que ella quiera sin importarle el resto.

Bufo acomodándome un poco el pelo y dejo mi bolso deportivo en la parte de atrás del auto, bajando solo mi teléfono. Camino hasta el lugar y me siento junto a mi mamá que ya hasta está revisando la carta.

— ¿Querés los rolls vegetarianos?

— No tengo hambre.

Levanta la mirada del menú. — Desde que te juntás con ese pendejo Álvarez estás más rebelde que nunca.

— A Julián no lo metás. — digo entre dientes. No quería que saque el tema porque si tengo que decirle sus verdades lo voy a hacer sin problema, pese a que estemos en un lugar público.

El mozo llega para salvarnos de esta situación, yo le pido una limonada con menta y jengibre antes de levantarme con la excusa de ir al baño. Una vez ahí solo me fijo en el espejo no tener pelos pegados en la frente o cosas así, como suele pasarme luego de entrenar en días tan calurosos como hoy.

Mi teléfono vibra con un mensaje nuevo, veo y es Julián.

Entro a su chat y aprieto para mandar un audio.

Julián arañita
En línea.

Mensaje de voz 0:37
Boludo mi vieja cayó a buscarme después
de entrenar y me trajo a cenar a ese restaurante
de sushi que está cerca de donde entreno.
No sabés la idiotez que tengo, primero porque
odio el sushi y lo sabe, y segundo porque recién
llegamos y ya comenzó a flasharme
21:49 p.m.

PERDAMONO' • Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora