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05 de septiembre, 2021.

En algún lugar del Caribe, República Dominicana.

Niccóla Ribba.

- ¿'Tas bien? - mi mirada asesina, o al menos lo intenta, a Abel cuando me hace esa pregunta. Una pregunta estúpida, realmente, si tiene en cuenta que estoy literalmente aferrada a las barandas junto a mi asiento, intentando enfocar mi mirada en el cielo y no en el agua azul que se mueve y se mueve por debajo del catamarán en el que vamos, si tiene en cuenta que, muy seguramente, estoy de lo más pálida, o, si fuese posible como en los dibujos animados, estoy con los cachetes verdes del vómito que me estoy aguantando.

Maldigo el día en que Benjamín decidió que quería empezar su día de cumpleaños en la Isla Saona. Osea no, no maldigo que vayamos a la Isla, pero sí que no se pueda ir en auto y tengamos que hacerlo en un catamarán que cruza el Caribe, que tarda dos horas y media en hacerlo, y que ofrece a la gente ron con coca para pasar el mareo, dicen. Obvio que a mí no me pasó ni mierda, al contrario, lo incrementó al chotocientos mil por ciento.

No puedo creer lo diferentes que son los organismos de las personas. Mientras yo solo quiero tocar tierra firme o morir, el grupo con el que vacaciono y todas las otras personas arriba del catamarán van bailando en el centro, donde no hay asientos y se creó como una pista de baile, y en otra parte, una descubierta sin techito, hay como unas redes en lugar del piso donde la gente se tira a descansar, sacarse fotos y tomar sol. ¡¡Incluso hay unos niños saltando sobre las redes!! ¡¡OSEA REDES!! ¡¡TODO LO QUE LOS SEPARA DE CAER AL CARIBE Y MORIR SON REDES!!

A mi mejor déjenme aferrada a mi barandita, sentada sobre este banco incómodo y con los pies sobre el piso firme (o eso creo).

- De lo mejor, en un cumple. - le doy la sonrisa más falsa que me sale para que sepa y entienda que no estoy en mi mejor humor en este momento. Mi primo levanta las manos en señal de inocencia, pero nada de inocencia porque se me caga de risa antes de ir de vuelta con los chicos que están en la red. Ahí es cuando veo que Joaqui tiene su cámara apuntando a mí, se me cagan de risa los muy giles, y yo respondo levantando mi dedo mayor.

Ja, ya veremos quién ríe cuando se les rompa esa red y queden en medio del mar.

- ¿Más cuba libre? - un chico que hace de mozo en el catamarán se me acerca con una bandeja llena de shots con esa bebida. Siento que el estómago se me revuelve de solo sentir el olor fuertísimo del ron cerca.

Con mi mejor sonrisa le digo que no con la cabeza y el chico asiente alejándose, y va directo a seguir ofreciendo esa mezcla, porque no sé si llamarle trago, que en otro momento me encantaría y que ahora temo no poder volver a tomarla porque inevitablemente me remita a los recuerdos de mi peor experiencia en el mar.

- Eu, ¿'tas bien? - reconozco la voz al instante, y me apena de sobremanera que me vea en este estado.

- ¿Acaso es lo único que saben decir todos en esta cosa? - murmuro malhumorada. Discúlpame arañita de agua, no es con vos, es con la naturaleza que aunque yo la ame parece que me odia.

Julián se ríe sentándose a mi par, apoya uno de sus codos sobre el barandal y queda casi de frente a mí. Casi porque los bancos son una sola cosa larga entonces está sentado de lado.

Las perlas blancas que tiene por dientes brillan con el sol, pero no de manera exagerada, sino lo justo y necesario para entrar en la categoría de: perfecto.

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⏰ Última actualización: Jan 22 ⏰

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PERDAMONO' • Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora