good night | Caitlyn

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Habías tenido la desgracia de nacer en los suburbios, y desde muy pequeña habías estado sumamente interesada en Piltover y en el enorme manejo tecnológico y científico que tenían.

 Siempre habías estado interesada en ese tipo de cosas, por lo que generalmente la gente te apartaban y te trataba con rechazo, mientras tus padres solían regañarte cada vez que hablabas de aquél lugar tan soñado para ti con toda  esa admiración y los ojos llenos de brillo. Sin embargo, nunca paraste; pasabas noche y día investigando acerca de la ciudad de arriba y sus grandes figuras, inventando teorías, probando tus inventos basados en lo creado por ellos.

Conforme fuiste creciendo, la atracción que sentías por Piltover fue incrementado, y a pesar de todas las advertencias, malas experiencias con su gente y las palabras de quienes habían intentado por años convencerte decidiste ir allá; no podrías vivir un segundo más sin hacerlo, sin ver con tus propios ojos toda la grandeza del lugar al que creías pertenecer.

Entonces fue cuando aquella calurosa madrugada de verano emprendiste tu viaje a la ciudad enemiga. 

Como era de esperarse, quedaste ampliamente maravillada con todo lo que ese enorme mundo lleno de luz tenía para ofrecer, pero por más que quisieras negarlo, no podrías quedarte hasta más allá del amanecer, así que te marchaste cabizbaja, pero conservando en tu memoria cada detalle de tu recorrido.

Sin embargo, en tus planes no estaba simplemente conformarte con un sola visita, así volviste apenas tuviste la oportunidad. Y así fue por tantas noches que se te hizo costumbre.

Una de aquellas como tantas otras, te paraste a apreciar aquella enorme propiedad que suponías pertenecía a alguien del consejo dado los lujos que la misma poseía. Solías frecuentar tu paso por allí ya que te parecía especialmente bonita, pero sobre todo lo hacías por esa misteriosa muchacha que cada madrugada se observaba sentada en el barandal de su gran balcón. Parecía simplemente contemplar el cielo, la luna, el como brillaban las estrellas, pero se lucía tan perfecta haciéndolo que  no podías gastar un ar de segundos contemplándola.

Para tu sorpresa, aquella pelinegra que parecía esperarte especialmente a ti cada noche no estaba allí ese día. En tu rostro se frunció una mueca que mostraba una notoria decepción , y decidiste esperar un poco con la esperanza de ver aquél rostro de facciones embobantes que tanto te gustaba asomarse por la ventana.

Pasaron segundos que poco a poco se convirtieron en minutos, y tras no ver la llegada de la mujer a la que esperabas concebiste que ya era tiempo de seguir tu recorrido. Pero justo cuando te dispusiste a dar inicio a tu caminata, apaciguada y con las manos ocultas dentro de tus bolsillos, el tacto frío de un metal sobre tu nuca te hizo frenar en seco.

-¿Quién eres y por qué has estado viéndome? -una voz femenina inundó tus oídos.

Tragaste saliva al darte cuenta de que, fuera quien fuera esa chica, te estaba apuntalando con algún tipo de pistola.

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