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Las calles estaban resplandecientes, los árboles cantaban junto a la brisa entre sus hojas, autos pasaban y nada parecía querer matar a la pequeña niña. Este día abra un cambio positivo, pensó Amy. Su alegría mañanera era tal que las canciones que años atrás pasaron por la radio pasaron por su cabeza haciéndola cantar.

inusual felicidad no la digiero...

Rio con dulzura la chica, como toda su vida había estado con este ente, recalcó, conocía muy bien. Usualmente no dice lo que siente, usualmente no quiere hacer lo que hace, manteniéndolo en el estado en el que está. O eso una "bruja" que encontró en el festival de oro le dijo.

{"Aquel monstruo, aquel demonio, aquel niño, llegara aquel día en el que despertará y llenará de cenizas este planeta lleno de vida. Pero si la segunda alma se queda a su lado, paz llegará y la perdición se borrará" }

La bruja mencionó. Ese día él estaba muy incómodo. Amy le preguntaba sobre eso al llegar a casa, nada salió de él, por unas largas horas. Solo menciono {"No es un cuento para hoy, Amy"}

"Podrías dejar de ser amargado en las mañanas?" Susurro para el, el día era demasiado bonito como para que él lo arruine. Aun así se río de su reacción, o su intuición le decía que lo era, él se encogió no a gusto con el momento.

Amy giró la esquina a la escuela y con lo que se encontró al fondo le quitó la sonrisa de su rostro. Patrullas de policías rodeaban la entrada. Los estudiantes curiosos rodeaban y tomaban fotos de lo que pasaba. Amy sintió que algo no iba bien. Avanzó con sospechas, escuchaba los murmullos de aquellos estudiantes, cada uno lamentando algo que Amy no pudo comprender.

Pero no pasó mucho cuando pudo ver lo que era, los policías cargaban los cuerpos de las chicas de anoche aun agonizando. El horror de ver sus caras era peor que el de ayer, sus manos llegaron a arañar sus cuerpos, sus ojos llorosos brotaban lágrimas rojas, el imparable temblor de sus quijadas llenas de pánico. Era una situación horrible de ver.
La eriza inhalo de sorpresa. Miró cómo los de su alrededor la miraban de reojo, más los susurros empezaron a surgir. Un intenso dolor en el estómago la infundo, dándole ganas de vomitar. Se sentía mareada por aquella gente que la abrumaban con insultos, culpándola por todo esto, gritándole fechorías. Sus voces fueron aumentando de nivel y volumen, insoportables para sus oídos. Movió rápidamente sus manos hacia sus orejas y cerró los ojos con fuerza tratando de disminuir el ruido tanto como fuera capaz. No podía, no sabía que pasaba, no sabía que sentía, sus lágrimas brotaron rápidamente cayendo como cascadas sobre sus mejillas pálidas.

Rogó en su mente que los gritos parasen, que las miradas se fueran, que su sufrimiento se vaya.

Una voz, pudo escuchar una voz que conocía la llamaba. Una voz que cruzaba amablemente sobre todo el ruido. Sintió una luz tanto como una oscuridad en aquella voz.

Todo se esfumó. Aun manteniendo sus ojos cerrados, respiro hondo, la voz aun seguía llamándola, esta vez sabía de quien era, nunca se olvidaría de aquel que ayuda y le da tormentos en sus días.

Abrió los ojos. Su primera visión fue un techo agrietado pero muy conocido. Se levantó precipitadamente, dándoles mareos por ese procedimiento.

"E-Exe.. EXE!" Gritó necesitándolo. No necesito el segundo llamado ya que su estructura sin forma apareció ante ella. "Exe...." Susurro llorando. Sus lágrimas fueron imposibles de secar. El no podía hacer nada, se maldijo por no poder darle un soporte físico hacia ella. Miro el armario y vio uno de los peluches viejos que aún mantenía Amy, un recuerdo de sus verdaderos padres. Se acercó a él y lo abrazó funcionándose con el.

"Desahógate con esto" Amy miró como su antiguo peluche, todo empolvado y viejo, con costuras improvisadas y una de sus orejas sueltas, ahora tenía una apariencia no apta para niños. No pudo evitar reírse un poco, casi olvidando su tristeza en ese instante ya que recordaba sus momentos de niñez en los que él jugaba con ella de esa manera.

Sus brazos de peluche rodearon la pierna derecha de la rozada y con su cabeza se apoyó en ella.
"Desearía darte un abrazo de verdad pero esto es todo lo que tengo..." Amy lo tomo hacia su pecho y lo abrazo, apachurrando al peluche ahora un tanto demoniaco.

"Gracias..." lo levantó hacia su rostro y le dio un tierno beso en lo que sería los labios del peluche. Desde ese momento todo se volvió confuso, su cama tembló y el suelo junto con las paredes se tornaron de negro. Era estar flotando en el vacío. Amy miró a su alrededor confusa de él porque su entorno cambió, volvió a mirar al peluche y su reacción siguió siendo la misma.

"Exe? Estás bien?" Preguntó al peluche que casualmente estaba de un color más rojo que el que debía. Los peluches se sonrojaban?

En un pestañeo la habitación volvió a ser la misma y el peluche volvió a ser el que recordaba. Su armario se abrió de prisa y luego se cerró con fuerza.

"Eres muy cruel Amy..."
Se escuchó desde el armario.

•_•

Pasaron dos semanas luego del suceso y el paro escolar. La policía interrogó a muchos estudiantes, incluyendo a Amy. La mayoría de los sospechosos acusaron a la eriza rosa por motivos subreales pero gracias a muchos testigos fue salvada con el pretexto de ser víctima de abusos de aquellas chicas. Aunque aún se mantienen las sospechas, nadie sabe si fue una venganza planeada.

Los cambios en aquel hogar se crearon, John fue hospitalizado por demencia, se lo encontró vagando las calles a mitad de la noche borracho y muy enfermo, pálido y con unas grandes ojeras que marcaban mucho su rostro. Amy, en esta parte tuvo suerte, su más querida vecina tomó el papel de cuidarla ya que Amy no mantenía ningún familiar vivo. Además no volvería a un orfanato, jamás.

"Cariño, se lo cuánto has pasado con ese hombre. Puedes estar tranquila, nosotras te cuidaremos!" La coneja, madre de una tierna niña, abrazó cálidamente el cuerpo de la eriza rosa.

"Yo seré una buena hermana!" Grito la pequeña coneja.

"Gracias!" Sus lágrimas salieron sin aviso, marcando no la tristeza, la alegría que tenía de tener un cambio bueno en su corta vida.

-•-

Un chico joven pasaba por el vecindario, a mitad de la noche. Nadie pasaba, no se escuchaba nada, solo la brisa fría de la helada noche. Su cuerpo temblaba, no solo por frío, sentía que lo vigilaban. Algo, alguien lo asechaba por las sobras.

Sus pies se detuvieron y sus ojos lloraron, podía sentirlo, algo estaba tras de él y sus sentidos les decía que era peligroso. No era normal. Lo iba a matar. Era su fin.

Pero un nuevo comienzo para el.

Mi Demonio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora