05 - 🕯️Pecadores y cuchillos🕯️

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ATHENA

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ATHENA.

Estaba sola en tierra de pecadores.

A pesar de que tenía ganas de juzgar a muchos tal y como lo describía el sagrado libro del Amuth (donde decía que los herejes debían ser apedreados y colgados en ganchos bocabajo), no era el motivo por el que me encontraba en ese lugar.

Eem era una ciudad muy grande en comparación a las ciudades del Reino de Atho. No fue muy difícil llegar en barco desde el oeste; meterse al Imperio Elaní sin pasar por guardianes fronterizos era ilegal, pero en el oeste no había guardián fronterizo que se niegue al soborno.

Ni a las manipulaciones de una velamorada.

El viaje, sin embargo, fue largo y la probabilidad de que la niña estuviera en la ciudad era inexistente. Según mis cálculos, en ese momento seguro viajaba al norte, pero necesitaba información para confirmarlo.

Soy una cazadora, y por ende tengo mis reglas. Para pasar desapercibida debía imitar a una persona común y, afortunadamente, al mí alrededor habían muchos bastardos pecadores con vestidos típicos de los elaní: sayas coloridas e hilos como accesorios.

Yo era la única que llamaba la atención, una extranjera de cabello rojizo, así que me metí a un mercado tratando de no mirar a nadie a los ojos.

—¡Hongos mágicos! —gritó una mujer con una canasta en la cabeza—. ¡Viaje sin necesidad de moverse!

Me agazapé por una esquina donde un par de mujeres charlaban sobre el costo de una tela. Se me quedaron mirando calladas por un instante y luego volvieron a la plática cuando otro hombre se acercó.

Un pequeño carromato pasó apurado, rozándome a un lado de la calle, tirado por un hasei. Sus ruedas levantaron un montón de polvo.

—¡Ten más cuidado, imbécil! —gritó una de las mujeres tratando de proteger la tela que vendía.

Aproveché su despiste y tomé un par de sayas colgadas frente a una tienda. De inmediato me giré en otra esquina apurando el paso.

Traté de no ser vista por los hombres uniformados de chaquetas grises. Eran Guardias Imperiales, con espadas en la cintura y sombreros en forma de campana. Recorrían por las calles mientras intercambiaban relatos.

Sin darme cuenta me había metido a un burdel bajo un toldo. El interior estaba solitario, iluminado por varias velas amarillas y rojas. El suave aroma a perfume hizo que mi nerviosismo se disipara.

—Hola, bonita —dijo una voz. Era una mujer rubia con una vestimenta provocativa. A su espalda otro par de mujeres me miraban con interés.

—No busco compañía —dije, volviéndome para mirar por el espacio que las cortinas dejaban al moverse con el viento. Los guardias seguían en la calle.

ASANE (Ya en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora