SIANA
Un día más tarde, justo al medio día, estábamos en medio del Mar de Nami, dirigiéndonos al norte para llegar a Ashai. Debíamos hacer escala de costa en costa, y ya habíamos detenido el barco en dos puertos seguidos para abastecernos.
Einis no era el barco que esperábamos que fuera, y no era que yo esperara algo fabulosamente extravagante. Es que suponíamos que sería uno grande, con velas como montañas con la típica bandera elaní bordada, hecho con madera lustrada y brillante y perfecta para los futuros ahumadores del Ejército Imperial. Pero no era así. El Einis apestaba a cebolla, cuerpos sudorosos y era tan pequeño como un barquito mercader mansadiano.
La Subcomandante Salasai, como era la de mayor rango entre los ahumadores, nos había mandado a hacer la limpieza por eso mismo. Ella y los demás Maestros tenían una charla dentro de los camarotes mientras los aspirantes hacíamos el trabajo de la tripulación. Sin embargo, Einis no tenía mucha gente cuidándola, solo un capitán y una media docena de hombres y mujeres que se la pasaban pescando.
La última vez que había subido a un barco del tamaño de ese, había sido cuando un grupo de mercenarios me tomaron a mí y a mi madre para vendernos a Hiala. Esa mujer que me había amenazado con matarla si no cumplía mi misión. Pero ¿acaso mi madre hubiera querido que hiciera algo así por ella?
Me obligué a no pensar en esos temas y recogí el balde de agua para desparramarla toda en el suelo de madera, donde manchas negras de moho y mugre se juntaban en una horrenda orgía de suciedades.
Un chico velaroja, si no mal recuerdo llamado Sam, estaba fregando esa zona con el velaverde al lado diciendo un par de tonterías que prefería no entender. A veces leer los labios de Alesi era como leer un trabalenguas, y lo peor es que los movía a mucha velocidad solo para decir cosas innecesarias.
Sam, el velaroja de pelo teñido en rojo, en contraste con su piel oscura elaní, parecía harto de oírlo. Sin embargo, no protestaba. Nunca decía nada. Y no es que fuera mudo, era simplemente callado.
—¿Sabías que los navíos mansadianos son los más rápidos del mundo? —leí que le decía—. Eso se debe a sus velas, que cada barco lleva como diez o más, ¿ese? Lo cierto es que no nos quieren dar el verdadero secreto. Tienen una flota de...
Alguien le interrumpió. Era Asane y traía unos trapos limpios y secos que arrojó hacia los chicos. Les dijo un par de cosas y luego centró su atención en mí.
Y se acercó. Me hizo un gesto con la mano que significaba "al fin te encuentro". Se lo había enseñado el día anterior antes de dormirnos en hamacas que colgaban en el interior del barco. Le devolví el gesto y bajé mi balde.
—Veo que te gusta la limpieza —le dije en voz baja (al menos eso esperaba) y acompañando cada palabra con su correspondiente seña para que ella las familiarice.
—No es eso —dijo ella—, solo que prefiero esto que estar repasando los Salmos de Lana todo el día.
—Al menos no eres Mina —dije.
—Se la ha de estar pasando bien abajo —dijo Asane. La velamarilla fue enviada a limpiar el depósito de pescado, donde de paso también solían guardar la carnada.
—Salasai parece ser muy exigente contigo —le dije.
—Quiere que sea la mejor —dijo ella—. Dice que ingresar es lo más difícil y que luego solo hay que mantenerse.
—Entiendo —musité.
—¿Asiala no es así contigo? —me preguntó.
—Asiala confía mucho en mis habilidades —respondí—. Hasta en las que no tengo, como estudiar.
—Descuida —me dijo sonriendo—. Si sigues conmigo, podemos pedirle a Alesi que nos enseñe algo de historia.
Ambas miramos hacia el horizonte por un momento. El mar era inacabable, y parecía que estaba dividida del cielo solo por una fina línea. Las olas golpeaban al navío y la brisa traía consigo el aroma de la sal y entre las velas giraban unos pájaros que esperaban a que nos descuidemos para robarnos pan o cualquier cosa que tengamos en mano.
Me giré de nuevo para ver a Asane y ella ya estaba discutiendo con Alesi, creo que porque no estábamos trabajando como ellos. Ella le mostró el dedo corazón y se rio.
Me hizo un gesto de paz y volvió a tomar un par de escobas que había dejado recostadas en un barril.
—¿Has ido a Ashai alguna vez? —me preguntó, su rostro a un palmo del mío.
Le había dicho que la única forma de entenderle bien la lectura de sus labios, debía aproximarse mucho a mí. Pero en realidad exageré un poco: solo quería que se acercara.
—No —respondí.
—Te va a encantar —dijo ella—. ¿Cómo es en el Imperio Alashiano? Al único que conocí de aquel lugar, intentó matarme. Ya es habitual...
—Alashai es un lugar hermoso —contesté—, en especial las capitales de los alanatos. Es un mundo distinto, donde solo vas a ver mujeres caminando por las calles, en los mercados, en las haciendas, en las escuelas.
—¿Y los hombres?
—Ellos están alejados de las capitales —le dije—, excepto los seleccionados para, digamos, prostituirlos. Hay mujeres que comprar su "semilla" para tener hijas. Solo hijas. Si salen varones...
—¿Los matan? —preguntó ingenua.
—Muchas madres de hijos varones esconden a sus hijos hasta que son mayores y pueden convivir en la sociedad vestidos de mujer. En ese caso, si lo descubren, matan a la madre y al hijo y a todas las involucradas.
Asane asintió y miró entristecida hacia el norte.
Así pasamos un díamás, limpiando, estudiando con los demás aspirantes, recibiendo reproches porparte de los maestros y charlando sobre lo que pasaría después de ingresar. Yotodavía estaba insegura. Mi misión había acabado y había traicionado a miEmperatriz. ¿Qué hacía yo en tierra extranjera?
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ASANE (Ya en físico)
Fantasía«Asane debe huir de un peligroso grupo de mercenarios que quiere convertir sus habilidades en un arma de destrucción»... En un mundo fantástico, una niña de 13 años despierta un poder que todos consideraban un mito. Debe huir a Ashai, donde los Ahum...