Prólogo

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Dos pequeños niños de alrededor de 8 años corría tomados de las manos entre risas que se suponía debían ser discretas; no podían permitirse perder en aquel juego de escondidas con los demás niños del orfanato, ellos, como siempre, decidieron esconderse juntos, pero la alegría que se provocaban mutuamente superaba las ansias de ganar y eran remplazadas por el cálido sentimiento de alegría que se transmitían.

-Y-Yuu-chan ¿A dónde vamos? -Mikaela jadeaba algo cansado mientras seguía a Yuichiro que no le soltaba de la mano en ningún momento y lo arrastraba por el lugar.

-Ya verás Mika, encontré un escondite muy bueno, jamás nos encontrarán -Le sonrió mientras lo miraba de reojo.

Corrieron un poco más llegando a una de las habitaciones del orfanato. Dentro del pequeño cuarto habían algunos artículos de limpieza que abarcaban la mayor parte del sitió, pero para dos pequeños como ellos era suficientemente grande. Yuichiro cerro la puerta y se sentó, Mikaela lo siguió sentándose frente a él.

-Nos castigarán por escondernos aquí -Soltó una risa el rubio mientras abrazaba sus rodillas con algunos curitas que tenían diseños de animalitos.

-Nadie se escode aquí, por eso es un buen lugar -Rió -¿Aún te duele? -Preguntó un poco preocupado.

-No porque me curaste -Le sonrió -Mira, se ve mejor -Extendió su brazo al azabache mostrándole un corte que se había hecho por accidente hacia poco y que Yuichiro, preocupado, se encargó de atenderlo.

-Se te cayó el curita -Yuichiro rebuscó entre sus bolsillos y sacó un curita con diseño de cochecitos en diversos colores y se lo colocó con mucho cuidado -Y por último un beso sanador -Beso la herida ahora cubierta por el curita.

-Gracias Yuu-chan -El rubio sonrió con sus mejillas en rosa pálido.

Siguieron con una platica entre ellos olvidándose por completo de que afuera de su burbuja seguía el juego y, actualmente, eran los únicos que quedaban. El tiempo pasó y para ellos fue corto, entre ellos el tiempo no existía realmente, podían pasar horas, días, incluso semanas y años y ellos siempre estarían felices de permanecer con el otro en su pequeño e inocente amor. Porque después de todo, seguían siendo unos niños con un corazón tan cálido y puro que su cariño y amor era meramente inocente.

-Así que aquí estaban -Su burbuja fue abruptamente interrumpida por una voz femenina -Mika, Yuu, saben que este lugar esta prohibido -La mujer adulta pero joven se cruzaba de brazos y les daba una sonrisa divertida -¿Qué tienen que decir en su defensa? -Ambos permanecieron callados y se miraron mutuamente -Bueno, ya saben cual es el castigo.

- ¡No! -Gritó el azabache exaltando un poco a Mikaela  y a la mujer -¡Yo le dije a Mika sobre escondernos aquí así que él no tiene la culpa, no le quiten su postre! -Confesó rápidamente.

-Mmm ¿Con qué es así? -Preguntó la mujer -¿Qué tienes que decir Mika? -Miró al rubio analítica y expectantemente.

Mikaela no tuvo que pensar demasiado su respuesta, no aceptaría que Yuichiro se llevara todo el castigo.

-Yo... yo tampoco merezco mi postre, sabía que no podíamos escondernos aquí pero prefería quedarme con Yuu-chan -Tomó la mano del azabache demostrándole que no lo dejaría solo en las consecuencias y esté solo le sonrió cálidamente enternecido.

Déjame enamorarte -Yuumika-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora