➪(...) 𝑬𝒔 𝒖𝒏 𝒄𝒐𝒓𝒂𝒛𝒐́𝒏 𝒉𝒐𝒏𝒆𝒔𝒕𝒐 𝒚 (...)

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Lo primero que sintió antes de despertar, fue dolor.

No fue un dolor suave o pasajero, sino el tipo de dolor capaz de destrozarte desde dentro, como si tus entrañas se hubieran puesto en tu contra y cometieran un atentado a cada nervio en tu sistema, todo con el fin de causarte sufrimiento. Punzante e incesante, eléctrico y frenético, totalmente insoportable y asfixiante.

Pero no era tu cuerpo, tampoco era algo externo. Solo eras tú.

Como un idiota, buscabas culpar a cualquier otra entidad, sea externa o una parte de tu cuerpo, de todo el dolor y agonizante sentimiento de derrumbe que te acompañaba a todos lados, pero no había nada que hacer. Ese dolor, eras tú, sufriendo por esa misma maldita razón por la que sufriste en el pasado, esa que creíste haber superado y dejado atrás en el gabinete de los recuerdos infelices, mas solo se necesitó un pequeño detonante para que este se abriera, y con él, liberara todos los males y dolores que tú mismo provocaste y decidiste ignorar de forma deliberada.

El dolor eras nada más ni nada menos que tú mismo. Tú lo ocultaste, lo alimentaste de forma indirecta a base de tus temores y esperanzas, lo mantuviste preso durante todos estos años y, luego de todo eso, lo liberaste.

Ese dolor eras tú, y tú eras el dolor.

Y, para no quedarte solo en agonía, decidiste que no sufrirías solo. Después de todo, el dolor siempre busca expandirse, y esparcirse cada vez más.

Todos sufrirían, justo como tú.

Flug no despertó como solía hacerlo, con lentitud y pereza

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Flug no despertó como solía hacerlo, con lentitud y pereza. Lo hizo de forma brusca y repentina, como quien siente que le han abierto el pecho y arrancado el corazón de un golpe.

Por fortuna, nada de eso ocurría en realidad. Solo estaba recostado en un sofá del laboratorio, con un par de Hat-bots enfermeros dando un vistazo a un monitor de signos vitales, y 505 sentado en un cojín sobre el suelo.

El osito parecía muy contento de verlo despertar, más el no correspondía de forma directa esa emoción. No cuando el acto en si le había provocado un dolor de los mil infiernos.

Y hablando del infierno, ¿Qué fue lo que paso en la oficina del jefe?

Trataba de hacer memoria al respecto, desde que fue a la sala donde estaba la televisión a dar su reporte, hasta que ingreso a la aterradora oficina victoriana; pero en algunos puntos, todo lo que trataba de recordar acababa provocando una horrorosa jaqueca junto con una sensación de pesadez y, por instantes, dejaba de ver de forma normal y su vista se tornaba roja. ¿Qué significaba, porque le ocurría eso? No tenía idea. Pero por el momento, se conformaría con dejar a su amnesia en paz para evitar otro dolor de cabeza.

Cayo en cuenta de la mirada angustiada de su precioso retoñito azul, suspirando de cansancio decidió levantarse con su ayuda, sacándose poco a poco los aparatos conectados a su cuerpo, teniendo cuidado con la vía intravenosa en su mano, conectada a un suero.

Antología PaperhatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora