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La semana transcurre mucho más rápido de lo que ambos esperaban. Jimin se desconecta del mundo todas las mañanas y tardes en el momento que comienza a trabajar. Son horas y horas sin descanso, pero tanto él como Seokjin quieren terminar la mayor cantidad de trabajos posible para así recompensar todo lo que no hará cuando luego parta una vez más con Jungkook, considerando que claramente no piensa perderse las últimas fechas del campeonato.

De sesión a sesión, de set a set, de guión a guión.

Sí, la semana transcurre rápido, pero los días son largos y exhaustivos. Está satisfecho con su trabajo, pues es lo que siempre ha soñado hacer y aprecia cada oportunidad que le dan, pero la comunicación con Jungkook ha sido casi nula y aquello baja sus espíritus notoriamente. La diferencia de horario entre Seúl y Riyadh y el hecho de que ambos estén muy ocupados limita las ocasiones en las que pueden llamarse y hablar, al menos por un rato.

Se extrañan, se extrañan con locura; pero son conscientes de que no será por mucho tiempo más. Saben estar solos y vivir solos, simplemente no lo prefieren.

Jimin hace sus días más llevaderos y livianos pasando tiempo con Seokjin, jugando con Bam e intercambiando mensajes con su familia, con el resto de sus amigos, los cuales tampoco son muchos, y con Taehyung. Aquello último es algo que ha ido aumentando con cada día, pues realmente ambos han logrado conectar como no lo esperaban. Taehyung siempre logra sacarle una sonrisa, Jimin siempre está allí escuchando cuando el menor poco a poco le cuenta sus detalles más personales y delicados.

Él aún no está allí, en el mismo escalón. Sabe que necesita un poco más de confianza para hablar cómodamente de sus propias oscuridades, al menos las más superficiales.

Taehyung lo nota y, cada vez que tiene la ocasión, le repite a Jimin que no debe sentirse nunca obligado abrirse con él si no está listo para hacerlo. Tiene toda la paciencia del mundo y el mayor está agradecido, aunque sepa que claramente jamás tendría la obligación de confesar dolores tan personales, ni con Taehyung ni con nadie.

Los días en Seúl son largos.

Voces en su cabeza de vez en cuando lo hacen temer cuando le recuerdan que Minhyuk está caminando libremente las mismas calles que él, habitando la misma ciudad. Por momentos siente un miedo horrible invadirlo de forma inesperada porque sus demonios le hacen creer que está tras él, que busca venganza, que va a lastimarlo aún más.

Pero sabe que aquello no va a exceder, que sólo es su paranoia, y Jungkook procura recordárselo cada día, logrando calmarlo de la forma en que sólo él puede.

El fin de semana llega en un abrir y cerrar de ojos y Jimin se vuelve mejor amigo del café cuando ambos días tiene que despertar en la madrugada para ver las diferentes carreras y prácticas. Sus ojos pesan y se hacen pequeños ante el brillo del televisor, pero su corazón no puede ceder al sueño, porque sabe que Jungkook cuenta con él.

Casi ni duerme en todo el fin de semana.

El domingo llega y ni siquiera necesita café para combatir el sueño, pues la adrenalina es tanta por ver a Jungkook correr nuevamente que se mantiene despierto como un animal nocturno y con los ojos por el techo. Todo vale la pena cuando lo observa levantar el trofeo del primer lugar junto a los gritos del público y una sonrisa gigante mientras Bam y él saltan y chillan de la emoción en la sala de estar de su casa.

Sus cuerpos a miles de kilómetros de distancia, pero sus corazones unidos como siempre.

Por la noche, Jungkook rechaza la usual invitación a un club con el propósito de festejar para quedarse en su cama y charlar durante horas con Jimin.

Él también ha estado teniendo días algo difíciles y tediosos, porque sus demonios siempre fueron los más rápidos en aprovecharse de él y su poca estabilidad cuando Jimin no está cerca. Le jugaron cartas feas, y el hecho de que dejó de tomar los ansiolíticos, pues no lo hacen sentir bien como antes, sólo volvió más doloroso todo.

MY F1 DRIVER [Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora