Capítulo 3

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Elizabeth

Mientras estoy terminando de almorzar escucho que el celular de papá está sonando.

-PAPÁ TE ESTÁN LLAMAAAANDOOO -grito mientras voy subiendo las escaleras de la casa en busca de su celular.

-Bájame el celular bichito, estoy en la habitación de tu madre.

-Yo te hago el favor papito lindo -ironizó mientras cojo el celular y miro quien lo llama, sí, soy celosa con mi papá y no lo voy a negar. Miro la pantalla y aparece el nombre de Leonardo Lewis, esperen un momento...

¡¿LEONARDO LEWIS?!

El drama vendrá en otro momento, bajo rápido, paso por el corredor y entró al estudio raro de mamá, digo raro de bueno, porque es un lugar especial y único lleno de cosas increíbles, tiene una biblioteca gigante que ocupa toda una pared, llena de libros de todo tipo, desde romance hasta terror. También tiene una estantería llena de películas y series en formato de cd's y al lado tiene un televisor viejo junto a un reproductor de DVD y enfrente hay una mini sala. Por último, tiene un escritorio gigante con un montón de cajones llenos de lápices y hojas, cuadernos, pinturas, y demás objetos. Mamá fue profesora en el pueblo cuando era joven debido a eso tiene un montón de cuadernillos de actividades y cartas o dibujos que le hacían sus estudiantes, pero también es una mujer creativa, que hace de todo y no se puede quedar ni un segundo quieta.

Podemos decir que este es el estudio de mamá, su lugar y su rinconcito favorito de la casa.

Le paso el celular a mi papá que contesta la llamada de inmediato.

Mi plan era quedarme a escuchar la llamada, pero siempre pasa algo que no deja que mis planes sean ejecutados de forma correcta.

-Beth ven a ayudarme -indica mi madre desde la cocina.

Me dirijo a la cocina y veo que está la señora Alba junto a su odiosa hija Romina sentadas en la sala. Las saludó de lejos y entró a la cocina.

- ¿Qué hacen esos fastidios en la sala? -le pregunto a mi mamá en un susurro-, Dime que no las invitaste a un café.

Mi mamá está alistando unas tostadas y dos pocillos con café.

-No tenía otra opción -dice susurrando-, se supone que hay que ser cortés y amable con la gente.

-Tu misma lo dices, SE SU-PO-NE.

-Deja el drama y ayúdame a pasar el azúcar y la leche.

Hago mala cara y busco el azúcar en la alacena, la Señora Alba es una de las mujeres más ricas del pueblo, no sé, ni me interesa de dónde salió su plata, pero, muchos dicen que se debe a todos los maridos que ha tenido, en cada divorcio se hacía más y más rica. Eso es lo que dicen, yo no sé si es cierto.

Por otro lado, está la dulce y linda Romina, es un año mayor que yo y no puedo negar que es linda, demasiado linda, pero siempre quiere hacer sentir inferior a los demás y es excesivamente creída.

Salgo de la cocina con la bandeja en la que llevo lo que mamá pidió y la pongo en la mesa de centro de la sala. Hago una sonrisa fingida y estoy a punto de alejarme del desastre hasta que...

-Que grande estas Elizabeth -dice la señora Alba mientras levanta la taza de café-, ¿te acuerdas de mi hermosa hija Romina?

Como no acordarme de la persona que trato de hacerme imposible la vida en el colegio.

-Claro que si, como olvidarla -digo mientras miro mal a Romina- ¿Qué hacen por estos lados? ¿No estaban en París?

-Ah si, decidimos volver a revisar qué tal estaban las cosas por aquí, vamos a quedarnos unos días.

Trazos llenos de armoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora