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     Por la noche, había quedado con Leonore en una coctelería del distrito sexto.

     Odio a Leonore. En mi defensa, debo decir que Leonore tampoco me puede ni ver, pero ambos somos consientes de las ventajas simbólicas que ofrece nuestra amistad. Como todas mis demás amigos y amigas andan metidos en relaciones y, por lo tanto, se transforman en calabazas a medianoche, ella es la única con la que puedo salir. Cuando está conmigo, Leonore se imagina que es más joven y soltera en vez de mayor y casada con Gerhard, o el Hombre Beis, como me gusta llamarle, obviamente nunca delante de ella.

     Leonore es inglesa y tiene un hijo en edad escolar que, no sé exactamente por qué, siempre lleva un parche en el ojo, es un mini pirata. El Hombre Beis es director del Departamento Financiero de Red Bull, lo que se traduce en que Leonore no tiene ninguna necesidad de volver a trabajar en su vida y puede consagrar todo su tiempo a producir, dirigir y promocionar obras en las que actúa como protagonista. El pasado febrero, representó el papel de Malcom X en una obra patrocinada por la embajada de Estados Unidos dentro de la agenda de actos del Mes de la Historia Negra. Leonore no es negra.

Y Mike, ¿Sigue trabajando en Berlitz?— me pregunta Leonore.

      Muevo la cabeza en un gesto de asentimiento y le doy un trago a mi vodka con tónica. «Jódete, Stephen King».

No sé muy bien si debería darle o no un papel en mi próxima obra —dice Leonore—. Estoy pensando en llevar a escena Closer, de Patrick Marber. Podría hacer el papel de Clive Owen.

     Trazo círculos entre los cubitos de hielo con la varilla de plástico. Estoy aún dolido con Stephen King por haber escrito El Resplandor hace casi cuarenta años, un pequeño detalle que no había recordado hasta posar las manos sobre el teclado para empezar a escribir.

Hoy he visto a Mike y estoy seguro de que está harto de trabajar como profesor de inglés— digo —. Probablemente se alegraría mucho de tener un papel en Closer. El número de veces que puedes impartir la lección que explica la diferencia entre el presente perfecto simple y el presente perfecto continúo tiene su límite, créeme —hago un gesto con las manos—. Y ¿te digo una cosa?, si me toca explicar una vez más el por qué el eslogan de McDonald's I'm lovin' It es completamente inaceptable, acabaré dándome cabezazos contra la pared —rio de mi propia broma—. Cada vez que lo pienso, me da un ataque de rabia contra McDonald's. Así que si tendrías que darle un papel a Mike. —fianlizo.


     Si no llevara la frente cargada de bótox (al fin y al cabo nos llevamos trece años), Leonore la habría arrugado para demostrarme hasta que punto estaba aburriéndola, siempre que hablaba con ella era así, nuestras reuniones se basaban en un monólogo de su parte, ella presumiendo su vida y yo escuchándola atentamente, de lo contrario se mostraba aburrida y renuente a prestarme atención.


No sé si tengamos la química necesaria— dice Leonore, aunque no sé si seguimos hablando de Mike o de ella y de mí, por que definitivamente no la tenemos.

Sí, es probable que no tengas la química necesaria— murmuro con doble sentido y le doy otro trago a la copa.




. . .




     A la salida de la coctelería, vamos a Passage. La discoteca ya está al tope y tenemos que esperar detrás de tres chicas morenas con minifalda y unos taconazos que te destrozarían los pies si llegarán a pisarte con ellos.

¿No tienes la sensación de que todas las chicas que hay por aquí parecen prostitutas de lujo procedentes de Balcanes?— le digo a Leonore a gritos para hacerme oír por encima del sonido de ma música.

Espero que eso nos incluya también— replica también a gritos Leonore y frunzco el ceño.

     Tira de mi hacia la barra antes de que me dé tiempo a responder. Pedimos las copas y fingimos que charlamos un rato mientras lo que hacemos en realidad es mirar a los chicos. No tengo mi idea de por qué acabamos siempre en Passage. El DJ pone una música insoportable, la bebida está aguada, los baños están asquerosos, no hay donde sentarse y todos los tíos son alemanes y tienen novia.

     En cuestión de media hora, cada quién está hablando con un chico, me hago de la vista gorda con el hecho de que Leonore está casada y sigo en lo mío. El chico con el que estoy hablando tiene manchas de sudor en las axilas y unas cejas que se unen en el centro, pero debo admitir que no está mal del todo.

¿De dónde eres?— me pregunta en alemán.

De Suecia— le respondo en inglés, miento, claro está, pero le he agarrado manía a eso de mentir sobre mí nacionalidad, en ocasiones es divertido ver como algunas personas se sorprenden por mis rasgos.

     A ser sincero, y a pesar de hacer una interpretación muy personal de su gramática, sé hablar alemán pero decido hablarle en inglés para situarme en una posición más ventajosa.
     Abre los ojos como platos y me sonríe.

Vaya— dice, meneando la cabeza—. Después de leer tantas novelas negras suecas, uno ya no sabe que pensar. Suecia es Wallanderland.

Wallanderland suena a parque temático — digo frunciendo el ceño—. Un parque temático dónde muere todo el mundo— añado.

     Veo que Leonore está intentando establecer contacto visual conmigo. Seguramente porque le saca una cabeza al tipo con el que habla, que, además, lleva una cadena al cuello con el anagrama de Mercedes. A veces, ir de discoteca en Austria es como un viaje en el tiempo hasta los años ochenta, cuando la joyería no se lucía con ironía y aún reinaba Ace of Base. Ignoro por completo a Leonore y sigo hablando con mi chico.

Un sueco me contó que en Ystad no hay crímenes— dice.

Eso será por qué Kurt Wallander ya los ha lucido todos — replico.

El chico ríe y de pronto confío en que pase algo entre nosotros.

¿Y tú de dónde eres?— le pregunto.

De Múnich— responde.

Anoto un punto en la casilla número uno.


—¿Tienes pareja?— pregunto a continuación.

Si— dice. Y pasado unos segundos añade —: Lo siento.

     Anoto un punto ahora en la casilla número dos. Pero, de todos modos, le doy mi teléfono cuando me lo pide.

. . .

     Cuando llegó a casa, veo un poco de porno de los ochenta en RedTube y me regalo un orgasmo para conciliar mejor el sueño. Pero no funciona. Miro un punto fijo en mi habitación frustrado y decido que el fin de semana que viene ordenaré los libros del estante por colores.

𝑼𝒏𝒅𝒆𝒓 𝒕𝒉𝒆 𝑩𝒖𝒔𝒉 ❬ᴠʜᴏᴘᴇ❭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora