15 | No quiso pagar.

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—Si pudiera retroceder el tiempo...

—Debes comprender que si no hiciste las cosas bien antes es porque no tenías la madurez de ahora.

—No soy madura, sólo soy menos retraída.

—Entiendo que tu madre no fue buena, pero tú sólo eras una niña, Estela, una niña inocente, no podrías haberla sacado de ese mundo y tampoco habrías podido hacer lo mismo con Sergio, debes perdonarte.

—Me he perdonado, y a él también.

—¿Y a ella? —preguntó aun sabiendo cuál sería mi respuesta—. ¿Has perdonado a tu mamá?

Usé como excusa el sonido de mi teléfono para no contestar.

—¡Hermano! Creí que llamarías mañana, pero no importa. ¡Estoy en el mar! ¡Hay olas enormes!

—Estela...

—Un día vendremos juntos y lo verás con tus propios ojos.

—Pasó algo.

—¿Algo malo? No suenas bien.

—Nuestra madre... —respiró y yo creí sospecharlo—. Volvió a cortarse las muñecas por un descuido. Acaba de morir.

Hillary se llevó ambas manos a la boca y tanto ella como Sergio esperaron mi reacción.

—Te enviaré fotos —dije después de algunos segundos—, así podrás ver el mar como si estuvieras aquí. Y también te enviaré fotos cuando vayamos a escalar, y cuando saltemos del risco...

—Estela —se le quebró la voz—. No quería arruinar tu viaje, sólo... Sólo creí que debías saberlo antes de que alguien más te lo dijera.

—Hay muchas muchachas bonitas en el mar, hasta parecen sirenas, sé que te gustaría estar aquí...

—No habrá funeral, la cremaré y podrás verla cuando regreses.

—Oye... Elián me está esperando, te llamaré después, adiós.

Corté y regresé mi mirada al montón de agua que parecía ir directamente a mí, pero que su fuerza se perdía en el trayecto.

Así me sentía yo.

Con ganas de comerme al mundo durante un día. Y siendo aplastada por él al siguiente.

—Lo siento.

—Tengo hambre, debemos... Quiero decir, debo volver antes de que tu hermano regrese.

Hillary ya no dijo nada. La dejé atrás, y cuando volví a mirarla, fue a mi madre a quien encontré ocupando su lugar sentada sobre el muelle.

No hice caso, me encaminé hasta la habitación, giré el pestillo en silencio logrando abrir la puerta, metí la cabeza viendo que aún no había nadie y entré por completo, pero después de cerrar y voltear, sus ojos verdes ya estaban frente a mí.

—¿Te divertiste?

Mi cuerpo casi cayó al escucharlo.

—Yo... Sí... Bueno... ¡Me compré un collar de caracoles!

—Te pedí que no salieras del hotel, Estela. ¿Debo pedírtelo de rodillas la próxima vez para que obedezcas?

—Técnicamente no he salido, sólo fui al mar, está a menos de cincuenta metros.

—Una de las reglas era eso, no salir de aquí mientras yo estaba ausente.

—Creí que te ibas a demorar y soy ansiosa.

EL FANTASMA DE HILLARYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora