CAPÍTULO CINCO

44 3 1
                                    

Me despierto y hago un extraño mohín de cansancio e incomodidad; esta cama y esta almohada no son las de siempre. Tengo un pequeño momento de confusión, que se hace aún más grande cuando noto unos fríos y babosos labios en mi moflete, ¿pero qué ser del inframundo ha sido mandado a despertarme de esta manera tan jodidamente desagradable?

Abro un ojo y observo a Tom y Jack mirando en mi dirección en un intento fallido de aguantarse algunas risas.

-¿Qué pasa, que hasta para despertarme tenéis que estar como babosas, juntos? No entiendo cómo no os cansáis de veros tanto tiempo seguido la cara- acto seguido, me giro e intento dormir.

-Venga, prima, hace mucho que no nos vemos y quiero aprovechar cada segundo que pueda.

-Tom, colega, deja a la perezosa de tu prima ahí tirada y vámonos nosotros.

Tras unos minutos de oírlos intentar que me mueva con críticas sobre lo vaga que resulto ser, lo consiguen. Y aquí me encuentro, toda despeinada, intentando poder abrocharme la parte superior del bikini, el cual parece no querer ceder.

Frustrada y cansada del dichoso bikini me decido por colocarme un sujetador de los más antiguos que pille, así que he acabado con un sujetador básico blanco, que al menos me hace ver buenos pechos, y la parte baja del bikini que consiste en ser negro, con flores estampadas y dos lacitos a los lados.

-Rubita, no puedo dejarte salir así fuera. Creo que lo mejor será encerrarte aquí y quedarme vigilándote.

-Eres idiota, Anderson. Mejor olvida de que me conoces y todo será mejor.

-Eh... No digas eso, a mí me caes bien, ¿por qué no me das una oportunidad?- dice mientras se sienta en la cama.

Me giro, apoyándome en el enorme escritorio y soltando un gran suspiro.

-Jack... No quiero ser borde, pero me conozco a los chicos como tú, y yo tengo novio. Así que no quiero malos rollos, y mientras menos contacto tengamos mejor.

Se levanta y mientras se acerca a mí, siento como mi cara adopta el mismo tono de rojo que su bañador.

-Algo en ti me dice que no es verdad; no de corazón. Que por muy testaruda, cabezota y orgullosa que seas, realmente te estás muriendo por conocerme, pero temes que te parezca mejor que tu novio y eso te asusta. Ahora mismo te encantaría que te abrazara, que tal vez te besara, eso no lo sé seguro, pero sé que te gustaría sentirme cerca de ti, y dirás, ¿y tú qué sabes? Y tú junto con tus actos te delatas; te delata ese precioso color que coge tu rostro cuando estoy cerca tuya, esa respiración acelerada- para y coge una buena bocanada de aire- y también, tu manera de mirarme los labios con total deseo, pero luego haces como la que no quiere nada de mí. Pero tranquila, te respeto, entiendo que no te caiga bien, aunque sí te diré una cosa, Carly, haré que acabes loca por mí- dice eso y se va. Se va como si nada y yo estoy creyendo que muero en este mismo instante.

Ha pasado una hora desde que mi fabuloso padre decidió hacer una barbacoa en el jardín, junto a la piscina y hamacas. Aún estoy muy incómoda con Jack y no sé ni cómo mirarle sin sonrojarme más, si es que es posible, así que sigo en mi quinto fallido intento de mantener mi cuerpo y vista lejos de él, y además... ¿Cómo se atreve a decirme semejante barbaridad? Sólo me conoce desde ayer, ¡AYER! Estoy muy consternada y no sé cómo mierda asimilar lo que dijo, no encuentro una respuesta que le deje las cosas claras. Pero de momento una palabra circula por mi mente describiendo sobre él: imbécil.

Por suerte, en la comida me toca entre mi abuela y mi abuelo, que querían comer antes y no dude un momento en unirme a ellos, así después me podía ahorrar miradas intimidantes y yo tener que lanzas las mías asesinas. Literalmente.

Cuando terminamos les aviso que ellos se queden allí en el jardín y disfruten de la visita, así despejaba mi cabeza fregando los pocos utensilios que habíamos usado.

A los cinco minutos me arrepiento cuando la persona que menos quiero ver ahora mismo se coloca a mi lado, en la encimera: a el imbécil.

-Mira, Carly, sé que ahora mismo soy un estorbo, y no digo aquí, digo en tu vida. Sé que me tendría que disculpar, pero no voy a hacerlo porque soy sincero y dije lo que sentía, y como he visto que me llevas evitando toda la mañana he decidido dar yo el paso y que me cuentes tu opinión.

-Creo que no hay mucho que opinar, Jack. Dijiste lo que pensabas, no lo que yo siento realmente, así que hagamos como que aquella conversación nunca ha surgido- digo girándome para guardar platos y no mirar su rostro.

-¿Y si no es lo que sientes por qué intentas ignorarme, y por qué te quedaste callada y sin contradecirme? Ya te dije que tus actos hablan por ti, y a mí me gritan cuando estás cerca.

-Por favor, déjalo ya, te lo suplico...

-Joder, Carly, pero si es que me fascinas y sólo te conozco de hace menos de veinticuatro horas, y me sucede algo cuando pienso en ti. Y no, no es ponerme erecto, por si pensabas eso. Simplemente quiero saber si la niña más bonita del mundo me quiere conocer, para tratarla como todo un caballero, y como por las millones de cosas malas que pasean en su cabeza- dice acercándose poco a poco con cada palabra a mí, hasta que acaba a sólo pocos centímetros.

-¿Si antes dijiste que respetabas que no me cayeras bien por qué siempre acabas volviendo, por qué no sólo te mantienes lejos haciendo esto un poco menos difícil e incómodo?

-Porque lo respeto, pero no lo comparto, con que tendré que aprovechar este tiempo que estemos aquí para ganarte. Aunque de verdad no entiendo qué te cuesta darme una única oportunidad.

-Mira, hagamos una cosa, así por fin podrás dejarme en paz. Esta noche a las ocho en punto quedaremos, ¿vale? Vístete con la ropa que quieras. Mientras no aparezcas desnudo o en pijama cualquier cosa va bien. Estaré esperándote en el porche de la entrada.

-O quien termine antes espera en la puerta del otro.

-No. Si nos ve alguien de esa manera pensará que estamos idos de la cabeza, te lo digo porque los conozco no mucho, pero incluso yo lo pensaría.

-Vale. Entonces- coge mi mano derecha- a las ocho la estaré esperando, señorita- y deja un dulce beso en ella, que dura más de lo que debería.

-Vaa... Vale... Hasta entonces- y me voy a mi habitación prácticamente corriendo.

Entro y miro la hora: las tres y media de la tarde. Me quedan cuatro horas y media y no es el tiempo suficiente para quedar bien arreglada. Espera, ¿pero qué digo? Después me daré una ducha rápida y me vestiré con cualquier cosa que pille, ni de broma me arreglaré para el Romeo ese.

Cambio de sentidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora