Después de mucho rato caminando por nuevas calles de la ciudad que no he recorrido tanto, Carlo y yo llegamos a nuestro último destino.
-¿Me has traído a una colina?
Es lo que parece a simple vista, una colina vallada. El parque de la Asomadilla es enorme, con numerosos senderos que suben y bajan por un terreno irregular. Es un lugar que me fascina; durante el día está lleno de actividad: parejas mayores paseando, deportistas haciendo todo tipo de ejercicios, parejas con sus hijos, entrenadores caninos... es un lugar muy alegre. Por la noche en cambio es algo siniestro.
-Shh, calla y sígueme.
Cojo a Carlo de la mano y seguimos caminando por la acera, rodeando el parque. De esta manera llegamos más rápido a la parte del parque que quiero mostrarle. Todo es cuesta arriba, y los dos estamos algo cansados. Y no puedo dejar de pensar en las copas que me he bebido antes y que están bajando. Me veo agachándome entre los árboles.
Por fin llegamos a la entrada que estaba buscando, y tardamos un par de minutos en acceder al lugar que quería mostrarle a Carlo. Es un mirador desde el que se ven todas las luces que iluminan Córdoba. Me asomo a la barandilla y me giro buscando a Carlo, que se ha quedado boquiabierto.
-Este lugar es increíble... qué pasada de vistas, Julia-se acerca y me abraza por la espalda. Un cosquilleo me recorre y no sé si es por miedo o por placer.
-Es mi sitio favorito de Córdoba. Llevaba bastante tiempo sin venir, pero es que está bastante lejos de mi casa-me giro sobre mi misma para verle la cara- ¿ha merecido la pena la caminata?
-Por supuesto que si...-me mira a los ojos-podría pasarme aquí toda la noche.
Se agacha un poco para posar sus labios sobre los míos. Recibo sus labios y le respondo con los míos.
-Gracias por traerme a un sitio tan especial, Julia.
Tras un rato mirando las vistas, decidimos que es hora de marcharse, pero ahora tomamos otro camino. Vamos recorriendo los caminos de tierra que atraviesan todo el parque, así que damos un largo paseo. Empiezo a notar el cansancio de todo el día en mis piernas. Carlo está hablándome de uno de sus grupos de música favoritos, que van a hacer un concierto en Bilbao y va a ir con Pablo en unas semanas. Mientras le escucho, no puedo evitar pensar en qué cojones estamos haciendo. Quiero decir, no estamos haciendo nada malo, pero yo no estoy acostumbrada a esto. Siempre he sido la planificación en persona, y no saber qué va a pasar o qué estoy haciendo es algo que me vuelve loca.
Así que decido ser directa.
-Carlo, ¿qué estás buscando ahora mismo?
-Pues la salida, porque joder llevamos como media hora dando vueltas y no la encuentro...
Me paro en seco, esperando que se de cuenta de que no estoy de broma. Da unos pasos y se para. Se gira y me mira.
-No lo sé, Julia. No sé lo que quiero. Solo sé lo que siento, y eso es lo que me guía.
-¿Y qué sientes?-me siento valiente, enfrentándome un poco a mis propias inseguridades. Necesito saber ya qué es esto que hay entre los dos.
-Pues... -se lleva la mano al pelo- me gusta estar contigo, creo que eres especial. Me gustan tus ojos, tu pelo, tus labios... me gustas tú-se me acelera el corazón (y algo más)-pero acabo de dejar a mi novia, así que no sé, es raro todo, ¿sabes?
-Si, te entiendo- me agarro las manos por la espalda y camino hasta llegar a él -debes estar aún un poco confuso.
-Así es-me abraza con su brazo izquierdo y me obliga a seguir caminando- y tú, ¿qué buscas ahora mismo?
Ni yo misma me lo había preguntado.
-Pues supongo que lo de siempre...un novio con el que casarme, comprarme una casa y tener hijos...-empiezo a dudar-es lo que siempre he pensado, pero últimamente no lo tengo tan claro.
-Los deseos cambian, igual que las ideas, los gustos... no tienes que querer siempre lo mismo-se ve la salida a lo lejos-con los años vamos olvidándonos de algunas de las cosas que antes nos hacían ilusión. Yo antes quería ser astronauta, y está claro que ya no quiero. Y no por eso he dejado de ser yo mismo.
Tal vez tenga razón. Aun así, no sé lo que quiero.
-Mira, hagamos una cosa...-se para delante de mí, abrazándome- hagamos lo que sintamos. Vamos a dejar que todo fluya, que venga lo que tenga que venir, ¿de acuerdo?
Miro a un lado, pensando. No parece mala idea. Me acerco a su oído.
-De acuerdo-Carlo me besa, y es un beso tierno, lleno de cariño.
-¿Sabes que no te voy a pedir matrimonio, verdad?
-Ya veremos, señor Leone.
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Tras la barra de Julia
RomantikJulia comparte piso con sus tres mejores amigxs: Ulises, Iris y Jimena, a cada cual más loco de la cabeza. Además, trabaja con Iris en una cafetería, el Roma Caffè. Julia acaba de salir de una relación tóxica, y no quiere volver a saber nada de los...