Retornando a casa

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Mientras miraba por la ventanilla del avión pensaba en como habían cambiado las cosas en estos últimos meses, había evitado tener que volver a casa, pero finalmente las suplicas de mi padre y el estado de salud de mi madre me obligaban a retornar al lugar al que juré no volver jamás, no obstante, como la vida era una mierda la mayoría del tiempo, me volvía a refregar en la cara que no había espacio para que me saliera con la mía.

Agotado cerré los ojos y me dispuse a dormir, aun quedaban un par de horas para llegar a Tailandia y necesitaba descansar mi cerebro y armarme de ánimos para lo que se me venía en las próximas semanas, sólo esperaba haberme vuelto duro estos años fuera.

-Señor ya aterrizamos, dijo la azafata tocando mi hombro con suavidad y posteriormente recibiendo la manta que me cubría.

-Muchas gracias, dije tomando mis cosas y bajándome del avión, no había llevado maleta, por que esperaba quedarme sólo unos días, con premura tomé un taxi y me encaminé al hotel, dónde me quedaría el tiempo que estuviera aquí, necesitaba darme un baño comer algo y dormir hasta que el jet lag se fuera de mi vida, sin embargo, un llamado desde casa el que contesté sin mucho ánimo.

-Papá, ¿Cómo está?, dije empezando a quitarme la ropa, mientras llenaba la tina con agua.

-Hola hijo, ¿llegaste al aeropuerto?, dijo con alegría en su voz, era obvio que estaba feliz con mi arribo - ¿Necesitas que te vaya a buscar?

-No es necesario, ya estoy en el hotel, dije colocando el altavoz y metiéndome en el agua tibia, que inmediatamente relajó los músculos de mi cuerpo -Mañana los iré a ver.

-No es necesario que te quedes en un hotel hijo, tu casa estará siempre abierta para ti, dijo con una calidez que me llenó los ojos de lágrimas -Tu madre está ansiosa por verte.

-También quiero verlos, dije afirmando una toalla en mi nuca y cerrando los ojos -Estoy muy cansado y quiero dormir, nos vemos mañana.

-Descansa hijo, te amo mucho, dijo antes de colgar la llamada y dejándome nuevamente en silencio y soledad, había echado tanto de menos a mi familia, pero entendía que haberme ido era lo mejor, al fin y al cabo, siempre era mejor sacar a la manzana podrida y dejar que el resto del cajón siguiera siendo sana y feliz.

Finalmente decidí irme a la cama y no comer nada, ya que, costaba mantener mis ojos abiertos, cuando vibró mi teléfono me estiré y sin despertar del todo apagué la alarma, me hubiese encantado taparme hasta la cabeza y no salir de la cama en todo el día, pero no podía, así que armándome de valor me levanté, después de un baño rápido, un desayuno completo, arrendé un auto y fui a casa de mis padres.

Apenas puse un pie en el living mi madre se lanzó a llorar a mis brazos y no me soltaba para nada, diciéndome que estaba muy feliz de verme y que me amaba, con cariño me dediqué a acariciar su espalda y dejar que se desahogara, cuando estaba más tranquila, la saludé como corresponde y acepté un trozo de tarta que me había hecho.

- ¿Cómo te has sentido madre?, dije acariciando sus manos, que estaban más delgadas que de costumbre -Estás muy delgada.

-No tolero muy bien los alimentos últimamente, dijo bebiendo de su té de canela -Tu padre me compró unos suplementos y me han hecho bien.

-Debes cuidarte madre, dije acariciando sus mejillas y disfrutando de su aroma dulce -No puedes enfermarte, papá no lo soportaría.

-Lo sé hijo, es sólo que últimamente ha sido difícil, la vida no está hecha para que una madre entierre a un hijo, es antinatural, dijo derramando varias lágrimas que secaba con un pequeño pañuelo -La perdida de tu hermano me dejó rota por dentro y siento que recién tengo fuerzas para rearmarme.

Detrás del dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora