PARTE II

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Parte II

— Creo que ya estoy ebrio — dice Ramiro mientras sonríe y mira su celular — ¿Te molesta si voy a mi coche a dejar cargando mi celular? No tardo, ahí deje mi pila portátil

— Ve, aquí te espero

Al momento en que vi a Ramiro desaparecerse entre la gente para ir a la salida, me enfoque a buscar a ese chico. Se me sigue haciendo raro que esté aquí — aunque quizá solo sea mi mente ebria —, me dio mucha más curiosidad conocerlo. Me levante de la silla con mucho cuidado, ya que están algo altas y mi nivel de ebriedad ahora mismo no es bueno para caminar. Sin perder la mirada a las escaleras, decidida fui hacia el segundo piso donde lo vi por última vez

Después de subir las escaleras y toparme con tipos viéndome de arriba a abajo, comiéndome con la mirada, o algunos comiéndose entre sí, lo vi. Estaba sentado en uno de los sillones negros de vinilo, que rodeaban unas pequeñas mesas. Eran varias áreas así, en cada una había gente sentada, riendo, bebiendo, disfrutando de la compañía. En cambio él, estaba solo con un vaso pequeño de vidrio en una mano, y en la otra su celular. Parecía estar esperando a alguien, pero eso no fue impedimento para ir y sentarme junto a él: — Hola

— Hola — respondió confundido dejando su celular a un lado — ¿Te puedo ayudar?

— Si — mire rápidamente a su al rededor y note una cajetilla de cigarros en la mesa pequeña — ¿Me das un cigarro?

— Claro — tomó la cajetilla y me la ofreció — Adentro está el encendedor, puedes traérmela cuando la desocupes

Así mismo, se devolvió a su celular y le dio un trago a su whisky. Tome la cajetilla y me levante para ir a la terraza que estaba en el tercer piso. En lo que iba en las escaleras, un tipo me tomó de la cintura, mis hormonas y mi estado de ebriedad me jugaron mal, un cosquilleo paso por todo mi cuerpo. Me excite con un roce, que ni siquiera fue intencional, el tipo solo quería pasar y su forma de hacerme a un lado fue tocarme: asqueroso.

Encendí un cigarro y comencé a fumarlo, entre más lo hacia menos molestaba el sabor y el humo. Comencé a imaginarme a ese chico, llegando a la terraza, tomándome por la cintura y susurrándome en el oído todo lo que quiere hacerme, mientras me hace suya aquí al aire libre. Me excite de solo pensar tan poca cosa, tanto que me siento vulnerable aquí sola, ahora cualquiera que salga a la terraza y me de un mínimo roce me lo voy a querer coger. Sin pensarlo, apago el cigarro y me dirijo nuevamente hacía dentro. Con un objetivo en mente: cogérmelo.

Cuando volví a su lugar, lo vi con una chica pelinegra. Muy hermosa, la verdad, dude en regresarle su cajetilla así que solo me recargue del barandal que estaba justo en frente de su asiento, dándole la espalda, miraba de reojo de vez en cuando esperando el momento para ir hacia él, pero la pelinegra nunca se fue. La desesperación se mezcló con el alcohol y  la excitación que estaba dentro de mi, estoy harta. Me volteé dispuesta para ir por el chico sin importar si estaba acompañado, pero cuando volteé, ya no había nadie en el asiento. Un escalofrío recorrió mi brazo al sentir el tacto de alguien, volteé y era él: — Perdón si te asuste, pero no pude evitar observar tu pierna temblorosa

— Si, lo siento, iba a darte tu cajetilla pero... estabas ocupado — le sonreí

— Me la hubieras dado

— ¿Y si te causaba problemas?

— Lo dudo — sonrió — Es mi hermana. Solo vine con ella porque fue la condición de mis padres para dejarla salir

Aliviada de que no iba a interferir en una relación, le di la cajetilla de cigarros, haciendo que a propósito nuestras manos se tocaran, asimismo comenzó a sonar Daddy Yankee, lo mire: — ¿Quieres bailar?

— Gracias, pero no. No sé hacerlo

Con una sonrisa coqueta, le respondí: — Entonces tendré que bailarte yo

Con mis manos en su abdomen, lo empujé hacia los sillones y a la misma lo aventé con gentileza. Deje mi pequeña bolsa a un lado y comencé a moverme al ritmo de la música, «La Santa» de Bad bunny sonó por todo el lugar, en el segundo piso había mucha gente así como en el primero. Todos bailando y/o cantando, cada quien en su asunto. El chico estaba sentado admirando mi cuerpo moverse al ritmo mientras le daba sorbos a su vaso de Whisky, quise acercarme más así que me senté encima y con mi trasero, hice pequeños movimientos circulares encima de su intimidad. Sentí como sus manos recorrían mi espalda y a la misma, una me tomaba del cabello y la otra del cuello, pegándome más a su cuerpo y su boca a mi oreja, susurró: — Si quieres que te coja solo pídelo

Una explosión de cosquillas recorrió todo mi cuerpo, sobretodo en mi vagina. Una sonrisa se apoderó de mi cara, seguí moviéndome al ritmo de la música, haciendo que nuestras intimidades se rozaran entre sí, cansándome y dejando rastro de mi lujuria en él. Llego un momento en el que decidí sentarme a su lado, dejando mis piernas encima de las de él. Me acerque a su rostro para besarlo pero se alejó: — ¿Crees que será así de fácil?

Fruncí el ceño ante su pregunta, me tomo de la cara y acercó su boca a mi oreja: — Ruégame que te coja — su respuesta recorrió todo mi cerebro — Ruégame que te abra esas piernas bonitas y te haga toda mía — seguía susurrando a mi oído, la música se empezó a desaparecer y solo escuchaba su estremecedora voz retumbar en mi mente — ¡Pero pídemelo, pequeña zorra! — terminó para después darme una leve mordida en la oreja.

Dios, no debería pero eso último me excito más de la cuenta, quiero cogérmelo. Así que me acerque a su oído y deje que el alcohol en mi sistema hablara por mi: — Necesito que me cojas, papi

Se apartó de mi y me miró incrédulo, con esos ojos oscuros llenos de lujuria y deseo. Tomó mi mano y yo solo deje que me llevara a donde él quisiera.

Oscuridad y deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora